
La muerte de Raúl Castro
- Cuba
- septiembre 29, 2025
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Son muchos los cubanos y cubanas que esperan por la noticia y ya no tanto porque la asocien a un inmediato cambio político sino porque, en medio de tantos apagones, quizás la muerte del vejete se traduzca en una disminución de estos.
LA HABANA.- Regresan los rumores sobre la muerte de Raúl Castro. Bastó un movimiento fuera de lo normal en alguno de esos hospitales y clínicas reservados para la élite militar y los jerarcas del régimen para que, una vez más, la bola se extendiera como un pedo en cuarto cerrado.
Con más de noventa años y con el gran pesar que pudiera dejarle la certeza de que su régimen se derrumbará en cualquier momento, uno de estos días el rumor se convertirá en “noticia de última hora”. Pero eso no significará el final del castrismo, que para suceder tendría que caer primero en las mentes de quienes aún lo sostienen consciente o inconscientemente entre miedos, oportunismos, silencios, complicidades, mediocridades, apatías y, por supuesto, rumores.
Son muchos los cubanos y cubanas que esperan por la noticia y ya no tanto porque la asocien a un inmediato cambio político sino porque, en medio de tantos apagones, quizás la muerte del vejete se traduzca en una disminución de estos, al menos durante los días que dure el duelo oficial o nacional, o lo que sea que decreten, pero que llegue acompañado de electricidad.
Como un reflejo condicionado, la gente sabe que la luz (y los recursos para generarla) siempre aparece en situaciones como esas, cuando a la dictadura le conviene mantener las calles iluminadas para que la oscuridad no desate la “creatividad popular” y las fiestas o funerales (que a fin de cuenta son lo mismo) se transformen en un frenesí de grafitis, cacerolazos y pedruscos.
La esperada muerte de Raúl quizás lo sea solo por eso y no porque en realidad hoy signifique lo que hubiera sido de ocurrir en medio de la comparsa del “deshielo”, mientras intentaba levantar el brazo de Barack Obama o en medio de la llamada telefónica a la Casa Blanca en que concertaron los detalles del encuentro.
Más allá de esos instantes, que hubieran ofrecido mejor espectáculo, la salida definitiva de escena de Raúl no cambiaría “lo que debe ser cambiado”, que no es otra cosa que el esquema desmesurado de represión y enriquecimiento desplegado por la élite militar que realmente gobierna en Cuba. Una élite que también espera y con ansias mayores que, en cualquier momento, el rumor se convierta en noticia, en tanto mantener con vida al nonagenario, en medio de la crisis actual, es una empresa demasiado costosa, quizás mucho más de lo que fue prolongar la chochera del hermano.
Tal vez hasta por eso fue por lo que el Primer Ministro, coronel Manuel Marrero Cruz, se fue a poner flores en las tumbas de Vilma Espín y Luis Alberto Rodríguez López-Calleja. Quizás fue para colar una plegaria con la esperanza de que ambos muertos le colaboren con la “aceleración del proceso” para que no llegue a los 95 esa otrora “carga muerta” que hoy es solo un estorbo.
Como lo son los demás vejetes “históricos”, cuyas muertes serán noticia muy pronto no porque los rumores las presagien sino porque por edad les toca. Verlos morir tranquilamente en sus camas solo significará que nos hemos equivocado, y mucho, en colocar nuestras esperanzas de cambio político en esa tontería de “darle tiempo al tiempo” cuando las muertes que realmente deberían importarnos son las que se acumulan por hambre, por angustias, por abandonos.
En realidad, deberíamos estar tan pendientes de sus muertes como ellos de las nuestras. Dedicarles en los medios como noticia el mismo lugar marginal o inexistente, irrespetuoso que alguna vez le dedicaron a la muerte de hombres y mujeres verdaderamente grandes e importantes para Cuba y el mundo, como José Lezama Lima o Celia Cruz, como Oswaldo Payá o Laura Pollán.
No importa quién o quiénes hayan usado el rumor ni con qué fines, o si a la entrada de la clínica confundieron a un vejete de verdeolivo con otro (todos tan perecidos entre ellos en despotismos y, sobre todo, en la fobia a revelarse al mundo tan mortales como cualquiera de nosotros), lo realmente importante, tan importante que cambiaría todo de una vez y por todas, es que sus muertes no deberían importarnos absolutamente nada cuando a ninguno de ellos les importan nuestras vidas.
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