
Las agradecidas del régimen: nostalgia por la disciplina carcelaria
- Cuba
- julio 4, 2025
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¿Será que la gratitud por dádivas concedidas hace décadas es un cheque en blanco extendido a sus amos, para tener que aguantarles, sin chistar y aplaudiendo, todo lo malo que han hecho después y que es cada vez peor?
LA HABANA.-El pasado 29 de junio vi, en la emisión vespertina del Noticiero de Televisión, un reportaje del periodista Abdiel Bermúdez dedicado a la reunión de las exalumnas del Instituto Agropecuario Libertad con motivo de los 50 años de su graduación.
Todavía no salgo de mi asombro. Y no es por la alegría que demostraban las ancianas participantes al reencontrarse, después de varias décadas, con las que fueron sus compañeras de estudio y ponerse al día sobre sus vidas. Eso es normal y muy bonito en cualquier encuentro de exalumnos. Mi asombro es por las añoranzas que aún despiertan en ellas los rigores disciplinarios de aquella escuela.
Había que ver con cuánta nostalgia evocaban las mujeres entrevistadas la disciplina impuesta por el sargento Chirino, que más que militar parecía carcelaria, en aquella escuela erigida en los antiguos predios de Kuquine, la finca de Fulgencio Batista cerca de Wajay, al suroeste de La Habana.
Según relataron varias exalumnas ante las cámaras, por motivos insignificantes les ponían reportes en el expediente y les imponían castigos. El peor de todos: quitarles el pase para ir a sus casas los fines de semana.
Una de ellas recordó que por arreglar el uniforme, que le quedaba inmenso, y mover de lugar los bolsillos de la blusa, la castigaron por “dañar la propiedad del Estado”. Otra evocó cómo se trepaban a un muro para robar naranjas y plátanos del almacén de provisiones. Como viví situaciones similares, no me es difícil imaginar el hambre que pasarían aquellas becadas, que reconocen haber dedicado más horas al agotador trabajo en el campo que al estudio.
Aun así, las entrevistadas se mostraron agradecidas y aseguraron que aquella escuela las hizo mejores personas. Y, por supuesto, “mejores revolucionarias”; es decir, sumisas e incondicionales al régimen.
Puedo entender la gratitud de aquellas mujeres —casi todas procedentes de hogares muy humildes— por las oportunidades de estudio que les dio el régimen de Fidel Castro. Pero no necesariamente tenía que ser bajo aquellas condiciones casi presidiarias, que todavía añoran y les provocan un orgulloso sentido de pertenencia.
¿Será que la gratitud por dádivas concedidas hace décadas es un cheque en blanco extendido a sus amos, para tener que aguantarles, sin chistar y aplaudiendo, todo lo malo que han hecho después y que es cada vez peor?
El periodista del NTV no se lo preguntó —y por supuesto, no iba a hacerlo—, pero sería interesante saber qué opinan las agradecidas exalumnas del Instituto Libertad sobre los apagones de dos y tres veces al día, sobre los salarios y pensiones que no alcanzan ni para mal comer. Aunque imagino sus respuestas: el adoctrinamiento y los rigores de la beca seguramente las prepararon para asimilar y resistir todo tipo de vicisitudes y miserias, siempre que sean “por la revolución y el socialismo”.
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