La droga con QR de “Iván Márquez” y los trucos tecnológicos de la mafia

La droga con QR de “Iván Márquez” y los trucos tecnológicos de la mafia

Con códigos QR, sistemas de geolocalización y software de encriptación de mensajes, los narcotraficantes colombianos están tecnificando sus negocios y poniendo en aprietos a las agencias de seguridad, que tratan de adaptarse a su evolución.

Esta situación quedó latente tras un inusual descubrimiento en una carretera del municipio Paz de Ariporo, en el departamento de Casanare. El pasado 10 de mayo, en la vía que lleva de su casco urbano al corregimiento de La Hermosa, tropas del Ejército detuvieron dos camionetas 4×4 en un puesto de control.

Los vehículos, en los que viajaban tres hombres y una mujer, transportaban 2,5 toneladas de marihuana tipo cripa y 316 kilos de cocaína en bloques envueltos en cinta adhesiva.

Lo extraordinario, de acuerdo con el reporte oficial del caso, en que varios de esos bloques estaban marcados con un código QR (Quick Response Code), una imagen codificada que contiene información digital, a la cual se puede acceder con un simple lector de escaneo, como el que traen todos los teléfonos inteligentes de la actualidad.

Cuando los soldados inspeccionaron el código con sus celulares, apareció la fotografía de un objeto decorativo en forma de tortuga con anteojos, y al fondo, a través de una ventana, se veían edificios con las fachadas tradicionales de la arquitectura europea.

Es claro que mediante este sistema los narcos marcan sus despachos al exterior, en especial cuando en un mismo embarque o vuelo va mercancía de distintos proveedores y para diferentes clientes. ¿Pero a quién podría identificar esa tortuguita?

Fuentes de Inteligencia Militar le contaron a EL COLOMBIANO que los cuatro detenidos al parecer tenían nexos con las disidencias del frente 53 de las Farc, el cual está adscrito a la organización criminal Segunda Marquetalia, comandada desde Venezuela por Luciano Marín Arango (“Iván Márquez”).

Se presume que la droga fue empacada en Cauca para ser llevada al país vecino, y desde allá enviarla a Europa.

Los códigos QR no son la única innovación que los narcos están implementando. En la Dirección Antinarcóticos de la Policía se ha documentado el uso de sistemas de posicionamiento global cada vez más sofisticados para repartir los paquetes de cocaína en altamar.

“Detectamos una organización criminal que sacaba la cocaína en lanchas rápidas desde Turbo, Antioquia, y la llevaba hacia el Golfo de México”, relató un investigador de esa institución, bajo reserva de identidad.

Y prosiguió: “Lo curioso es que las lanchas no llegaban hasta la costa de México, que era donde estaban las personas que iban a recibir la mercancía, sino que los tripulantes lanzaban los paquetes de droga por la borda, antes de llegar a tierra firme, como a dos o tres millas náuticas de la playa”.

Luego llamaban a los clientes y les daban un código para que accedieran a un sistema de geolocalización satelital, mediante una aplicación de celular, y escapaban a toda velocidad.

“El GPS guía a los receptores hasta el cargamento, que queda ahí flotando en el mar. Eso lo hacen en la noche o la madrugada, para que no los vean, y la señal es muy acertada, con un margen de error de máximo unos diez metros”, especificó el agente.

Con esta metodología, los narcos ahorran tiempo de cargue y descargue, evitan ser captados por cámaras de vigilancia en tierra y no comprometen su identidad interactuando con extraños, dado que puede haber policías infiltrados en la operación.

Según la Policía, uno de los dispositivos de rastreo más usados en ese negocio se llama Spot Trace, fabricado por una compañía estadounidense, que permite recibir “instantáneamente un mensaje de texto o correo electrónico cuando se detecte movimiento”, y monitorearlo “en la plataforma de Mapeo SPOT en su teléfono o computadora”, según su website promocional.

Una de sus funciones particulares es el “modo muelle”, una configuración “para rastrear un activo que se encuentra principalmente en el agua”.

El agente antinarcóticos expresó que los traficantes envuelven tanto el dispositivo como los bloques de cocaína “en ese caucho negro de los neumáticos, y después los forran en plástico vinipel, para que no se mojen y floten. El aparato puede quedar emitiendo señales durante mes y medio”.

Los investigadores de la Policía que le seguían la pista al narcotraficante Óscar Camargo Ríos, alias “Pichi” o “el Pablo Escobar santandereano”, interceptaron 50 líneas telefónicas de su círculo más cercano, cuando se fugó por décima cuarta ocasión de la detención domiciliaria, pero no lograron captar ninguna de sus conversaciones.

La persecución comenzó el 10 de octubre de 2024, cuando se evadió de un apartamento de Medellín, y durante dos meses hubo agentes en Bogotá, Bucaramanga y el Valle de Aburrá rastreando sus telecomunicaciones, sin éxito.

La razón: el pez gordo usó un sistema de mensajería con encriptación de grado militar, llamado Zangi, que impide espiar el intercambio de información.

La aplicación fue creada en Silicon Valley, Estados Unidos, y en los últimos años se ha popularizado entre los cabecillas del crimen organizado colombiano.

Otro que también la usó fue el famoso exmilitar y traficante de armas Carlos Rodríguez Agudelo (“Zeus”), quien trabajaba para el Clan del Golfo. Según fuentes de Inteligencia, activó la mensajería secreta cuando huyó del calabozo de la estación policial de Cúcuta, el 21 de abril de 2024, lo que complicó el seguimiento de las autoridades.

La aplicación, de acuerdo con sus fabricantes, se instala en el celular y no almacena los contactos, ni los datos transferidos, dado que no emplea un servidor central (“nube”) y tiene unas barreras de encriptación de varios niveles, “eliminando así la posibilidad de monitoreo, intrusión o puertas traseras que accedan a datos personales”.

Los agentes también han detectado que otros miembros del Clan del Golfo y de mafias extranjeras aliadas, como la N’Drangheta italiana y la mocromafia neerlandesa, emplean aplicaciones similares para blindar sus comunicaciones. Entre ellas están Sky ECC, que tiene un botón de pánico que borra toda la memoria a distancia en caso de incautación del celular; y Threema, que no exige información personal en la inscripción para mantener el anonimato, con un cifrado de extremo a extremo para la inviolabilidad de la conversación.

Antes de su extradición en 2022, Yonny Cano Linares (“Llanero”), uno de los principales narcotraficantes del Clan en la Costa Caribe, usaba otra aplicación encriptada producida en Suiza, llamada Silent Phone, que impedía las interceptaciones.

Estos sistemas de protección de comunicaciones son reforzados con algunas conductas, como usar celulares desechables que se botan cada cinco u ocho días. Según fuentes de la Dirección Antinarcóticos, esta modalidad la empleaba el narco Juan José Valencia Zuluaga (“Falcon”) cada vez que visitaba en la selva a Aristides Mesa Páez (“el Indio”), uno de los máximos líderes del cartel.

Esta era la imagen que mostraba el código QR de la droga incautada en Casanare. FOTO: CORTESÍA.

Esta era la imagen que mostraba el código QR de la droga incautada en Casanare. FOTO: CORTESÍA.

“Él entraba al campamento para unas reuniones, se comunicaban con otra gente usando la encriptación y después botaba el teléfono al agua. Así es duro ubicarlos”, narró uno de los agentes consultados.

Su proveedor de celulares era un empleado de una compañía extranjera de telefonía, con sede en Medellín, que semanalmente le tramitaba un plan de celular usando la identidad y la cédula de un ciudadano muerto.

El antídoto de las agencias de seguridad frente a esos mecanismos de protección de la mafia, han sido las infalibles fuentes humanas.

Una de ellas guió a un comando de operaciones especiales hasta una carretera del corregimiento Aquitania, en el municipio de San Francisco (Antioquia), el 28 de septiembre de 2024, donde se toparon con una caravana de camionetas en la cual viajaban “Zeus” y sus escoltas. En el inevitable enfrentamiento murieron el cabecilla, siete de sus acompañantes y un civil, alcanzado por una bala perdida.

En el caso de “Pichi”, los investigadores lograron su ubicación no por sus comunicaciones, sino porque siguieron los movimientos de su cocinera de confianza. Un informante les confesó que esa misma mujer, residente en Bojacá (Cundinamarca), era la única autorizada para viajar a sus escondites a prepararle sus platillo favoritos.

Desde su pueblo la siguieron, aprovechando que fue a visitar a una hija, hasta la finca en la que se ocultaba el narco, en la vereda El Noral de Copacabana (Antioquia), el 9 de diciembre pasado.

Además de los dispositivos mencionados, los mafiosos llevan años comercializando drogas y armas en la darkweb, ese rincón clandestino de internet que escapa a las regulaciones de las autoridades.

Así lo hacía el traficante alemán Patrick Schmitz, quien se había radicado en Colombia en 2015 y coordinaba una compleja operación de exportación de alcaloides con un computador portátil, sentado en su cabaña del corregimiento turístico de Taganga, a las afueras de Santa Marta.

De acuerdo con los registros de Interpol, solo acudía a reuniones en hoteles de La Guajira con delegados del cartel de Sinaloa y del Clan del Golfo, pero nunca tuvo que viajar a zonas de cultivo ni a los puertos, ya que administraba su red con un teclado, una antena y un mouse.

Así despachaba cocaína de alta pureza desde los puertos del Caribe, camuflada en contenedores que trasegaban por Centroamérica y terminaban en EE.UU. y Europa.

Sus ganancias las blanqueaba invirtiendo en criptomonedas, cuyas transacciones también son difíciles de rastrear para la justicia.

La Policía lo capturó en su propiedad el 7 de julio de 2024, con fines de extradición a Estados Unidos.

Lo más curioso es que, a pesar de estar casi todo su tiempo sumergido entre gigas de memoria y conexiones inalámbricas, para blindar su negocio Schmitz se encomendaba a la brujería.

Eso constataron los investigadores que allanaron la cabaña, encontrando altares con emblemas de satanismo. Esta creencia era un rezago primitivo de su personalidad, que subsistió en un mundo en el que los narcos están modernizando su logística ilegal.

En cuanto al cargamento de marihuana y cocaína interceptado en Casanare, el cual estaba marcado con los códigos QR, los militares estimaron que la organización de “Iván Márquez” tuvo pérdidas que rondan los $5.800 millones de pesos.

Por mucho que el traidor del proceso de paz diga que la Segunda Marquetalia no es un cartel de narcotráfico, sino una agrupación rebelde con ideales políticos, perder esa plata le tuvo que doler. Para cada innovación de la mafia, siempre hay una pizca de viveza de los agentes de seguridad.

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