
Un cuervo del rebaño
- Cuba
- julio 7, 2025
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Esta marcada tendencia de negarse a definir su postura ante la realidad cubana bajo el pretexto de ser artistas y no políticos, no es más que un acto de cobardía y cinismo
LA HABANA.- Las declaraciones del actor Alejandro Cuervo tras su viaje a los Estados Unidos han vuelto a dividir la opinión pública de los cubanos, dentro y fuera de la isla, en dos bandos irreconciliables: de un lado, los que aprueban su derecho a definirse como un hombre libre dentro de su país, y del otro, quienes consideran que la libertad en Cuba es una entelequia solo concebida por oportunistas, cobardes, genuflexos y beneficiarios del régimen castrista que adoptan su discurso por temor o conveniencia.
Alejandro Cuervo, durante su paso por Miami, sumó a su currículo en el arte de la improvisación actoral, una morcilla que ha provocado indigestiones ideológicas entre los cubanos residentes en una y otra orilla del Estrecho de la Florida. Sus cantinflescas declaraciones durante una entrevista que le realizara Javier Díaz, para Univisión 23, reafirmó el escapismo y el tono de privilegiados que asumen algunos artistas que viven de espaldas a la realidad de su pueblo.
Expresó el actor: “En Cuba nadie me dice lo que tengo que decir. Yo sé perfectamente lo que tengo, lo que puedo y lo que no debo decir. Soy alguien que no ha hecho en su vida otra cosa que trabajar, por mi familia, porque amo mi trabajo; amo mi familia y es una de las cosas por las que todavía vivo en Cuba”.
Es como si los que se fueron lo hicieron porque son unos desalmados y vagos, y no por huir de la miseria y la represión.
Alejandro Cuervo se quejó de que en el exilio “esperan discursos preestablecidos, consignas, para no declararlo un enemigo, que es, en definitiva, repetir el esquema que tanto se critica al gobierno cubano”.
Con sus declaraciones evasivas, Alejandro Cuervo patentiza su adhesión a lo que mi amigo Luis Cino denomina “la Cultura del Rebaño”.
Desde su arribo a Miami el pasado 24 de junio y su posterior tour por la ciudad de Nueva York, en persona y por las redes sociales, no dejó de asegurar, se lo preguntaran o no, que regresaría a Cuba, como efectivamente hizo.
Esas seguridades que dio de que volvería al redil fue una especie de sortilegio político para protegerse de la maquinaria de criminalización y odio del régimen que él, con su actitud acrítica contra los demonios que rigen los destinos de esta sucursal del infierno que es Cuba, ayuda a funcionar.
En medio de sus paseos en yates, habló de la terrible situación en Cuba, pero no aclaró si por causa del bloqueo estadounidense o de la dictadura. No pudo o no quiso definir esa cuestión.
En un discurso contradictorio, arremetió indignado contra quienes pedían definiera su posición, pero luego bajaba el tono y habla del cálido recibimiento que tuvo y de las botellas de agua que le regalara un cubano en Nueva York como símbolo de unidad nacional.
Las evasivas de Alejandro Cuervo sobre la realidad cubana han servido que para serviles voceros del castro-canelismo, como Arleen Rodríguez Derivet –en su programa radial “Chapeando”, las manipulen y conviertan en “las respuestas dignas de un patriota que sabe reconocer la libertad plena que disfrutan los cubanos dentro del país”.
Esta marcada tendencia de negarse a definir su postura ante la realidad cubana bajo el pretexto de ser artistas y no políticos, no es más que un acto de cobardía y cinismo. Alejandro Cuervo asumió esa actitud como antes lo hicieran, en diferentes escenarios y circunstancias, figuras públicas como Silvio Rodríguez, Alexander Abreu y Omar Alí, por sólo mencionar a los que más repercusiones de apoyo y rechazo causaron en las redes sociales.
Alejandro Cuervo, luego de haber puesto a buen recaudo sus charcuterías y tiendas de juguetes importados, con tantos colegas suyos que se van de Cuba, él que se queda, para cumplir la tarea de sustituirlos, pronto tendrá que interpretar simultáneamente, en las telenovelas, los roles de marido y mujer, de ladrón y policía, y de padre e hijo.
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