
Ser cubano no es ser castrista
- Cuba
- abril 16, 2025
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LA HABANA, Cuba. – Acaba de concluir en la ciudad de Camagüey el Primer Coloquio Nacional Orgullo de ser Cubano, que reunió a representantes del Ministerio de Cultura, la UNEAC, la Asociación Hermanos Saíz, la Casa de las Américas y otras entidades que defienden la cultura oficialista en la Isla.
Por supuesto, el eje temático del evento giró en torno a ese concepto estrecho de la cubanidad que esgrimen los gobernantes castristas, y que identifica lo cubano con la pertenencia o la admiración al régimen que rige los destinos de nuestra patria.
El presidente de la Casa de las Américas, Abel Prieto, no desaprovechó la ocasión para hacer ver que todo lo que se aparte de la cubanidad ―claro, la cubanidad del régimen― podría relacionarse con la colonización cultural con que Occidente trata de desbancar a la Revolución Cubana. En ese sentido afirmó que “hoy, en las redes sociales digitales, existe una contienda contra el orgullo de ser cubano; quieren que nos sintamos inferiores para destruir la Revolución”.

El señor Abel Prieto no comprende que el problema no es empequeñecer a los cubanos que simpatizan con el castrismo, sino que comprendan que nadie es dueño de la cubanidad. Ese es un concepto amplio que comprende a todos los nacidos en la Isla, y tal vez también a los que sienten por ella, estén donde estén, y simpaticen con el sistema político que quieran.
En otro orden de cosas, por la ambigüedad que engloba el concepto de colonización cultural, este podría emparentarse con la Revolución Cultural llevada a cabo por los maoístas en China en los años 60. En realidad se trató de una represión contra el pueblo chino que tuvo muy poco de cultural, como ahora cualquier creador cubano podría ser acusado de “colonizado” solo por resultarle incómodo al régimen cubano.
Por otra parte, no podemos ignorar la relación que guarda esta apropiación de la cubanidad por parte del castrismo con la enseñanza de la historia. Los actuales gobernantes de la Isla han concebido una especie de teleología histórica, en el sentido de que todo lo que pasó antes fue para facilitarle a Fidel Castro la llegada al poder. Han secuestrado el legado de los fundadores de la nacionalidad cubana, y con ello han confundido a muchos jóvenes que identifican a nuestros padres fundadores con el actual estado de cosas en la Isla.
No podemos dejar de mencionar la saña con que las autoridades castristas reaccionan cada vez que miembros de la sociedad civil reclaman la cubanidad que también les pertenece.
Hay que recordar al arzobispo de Santiago de Cuba, Pedro Meurice, que en 1998, en ocasión de la visita a Cuba del papa Juan Pablo II, habló de “los que habían confundido la Patria con un partido político; o el devenir de la nación cubana con los acontecimientos más recientes acaecidos en la Isla”. Unas palabras que causaron un hondo malestar en las filas oficialistas.
O el llamamiento “La patria es de todos”, de la autoría de los opositores Marta Beatriz Roque, René Gómez Manzano, Vladimiro Roca y Félix Bonne Carcasés, que les costó una pena de cárcel a los cuatro disidentes.
Y qué decir de esa fea costumbre de llamar “anticubano” a todo el que se oponga en el exterior al régimen castrista, como por ejemplo, “la mafia anticubana de Miami”.
Porque, más que un problema semántico, la apropiación de la cubanidad por parte del castrismo constituye hoy uno de los obstáculos principales para la solución del problema cubano.