
¿Qué hacer con las muertes por consumo de drogas en eventos?
- Colombia
- abril 26, 2025
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El 19 de abril, un joven de 22 años falleció en la fiesta Doom, en Bogotá. Su muerte no es la primera en este tipo de espacios, y las razones no sólo se atribuyen al consumo de drogas ilícitas. ¿Quién responde?
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en los últimos meses han muerto jóvenes en eventos masivos de música electrónica. FOTO SHUTTERSTOCK
Mientras cientos de personas bailaban en la pista, otras fallecían en ella. A veces, sus últimos suspiros pasaban desapercibidos entre los bajos estruendosos de la música, otras veces los esfuerzos del personal de salud resultaban insuficientes.
Lastimosamente, esa premisa no aplica a un solo evento: Juan Esteban León, 22 años, falleció el 19 de abril de 2025 durante el Doom Festival, en Bogotá; Carlos David Molina, 22 años, falleció el 24 de mayo de 2024 durante el Baum Festival; Carlos Andrés Cardona Jaramillo, 28 años, sus últimos segundos de vida fueron en la mitad de la pista de baile en Afterlife, en Medellín, el 3 de febrero de 2024; en febrero de 2023, cinco personas salieron en ambulancia del bar Studio 64, en Bogotá, donde se celebraba la fiesta Fetish in wonderland. De esas cinco, dos nunca regresaron a casa: eran Miguel Rodríguez y Arles Ardila, ambos tenían 20 años. Además, en 2022, la Secretaría de Salud de Bogotá informó que atendió a 13 asistentes del Baum Festival de ese año. Una de ellas, una joven cuya identidad se mantuvo anónima, falleció.
La lista completa podría ocupar varios pliegos de papel y, aún así, el espacio quedaría pequeño. Pero, ¿qué tienen en común todos estos fallecimientos? Según los registros oficiales de las secretarías de Salud, las muertes de aquellos jóvenes estuvieron asociadas al consumo de sustancias psicoactivas (SPA).
Y mientras la industria del entretenimiento crece en el país, y Bogotá y Medellín se consolidan como dos ciudades atractivas para el ocio y la recreación, la pregunta es: ¿quién debe hacerse responsable de tantas pérdidas humanas?
Registros y estigmas
Julián Quintero es sociólogo, máster en ciencias sociales y director de la Corporación Acción Técnica Social, una organización sin ánimo de lucro compuesta por dos iniciativas: Échele Cabeza (que promueve programas de reducción de riesgos durante el consumo de SPA) y Cambio (orientado a la atención de consumidores de drogas inyectadas).
La primera ha estado presente en varios eventos del país, y Quintero asegura que el enfoque de la organización, el de la reducción de daños, es el camino para frenar las fatalidades que han entristecido tantas celebraciones en Colombia. La prohibición, asegura, sólo aumentaría la oferta en el mercado negro, el estigma y el miedo. Él no es el único que lo piensa: en 2023, Amnistía Internacional afirmó que “la aplicación durante decenios de leyes que castigan y estigmatizan a quienes consumen drogas se ha traducido en encarcelamientos masivos, enfermedades, sufrimiento y violencia”.
Pero, ¿cómo así que reducir los riesgos? Quintero le explicó a EL COLOMBIANO que se trata de una estrategia y un enfoque orientados a promover el autocuidado de los consumidores de SPA, dándoles agencia sobre sus decisiones de consumo para evitar que se conviertan en un problema. “Es una estrategia que no juzga, que no señala, que no busca la abstinencia como primer objetivo, que lo que busca es brindar información, pero también servicios para que la gente cuide su salud”, aseguró.
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Es decir, desde hace 15 años, Échele Cabeza ha establecido puntos de testeo de sustancias para que la gente pueda saber si están adulteradas o no; también han instaurado puntos de atención en los eventos, con psicólogos, médicos y enfermeros listos para atender a personas que estén teniendo un “mal viaje” por cuenta de consumo de SPA; y han identificado cuáles son las drogas que se comercializan y consumen en Colombia.
“En el Estéreo Picnic descubrimos una pastilla super peligrosa que se llama PMMA. Tiene forma de Audi, es rosada y ha matado gente. Ese día varias personas vieron la alerta que publicamos en redes, nos trajeron las pastillas y ocho personas dejaron de usarla. Salvamos esas vidas. Esas alertas también se las pasamos al gobierno”, explicó Quintero.
Aquella labor no es menor, teniendo en cuenta las estadísticas. Según el Observatorio de Drogas del Ministerio de Justicia, 3’154.000 personas en Colombia, entre los 12 y 65 años, han consumido drogas ilícitas al menos una vez. Eso representa el 10,3% de aquella población. Según el ministerio, la marihuana fue la sustancia ilícita de mayor uso en el 2023 (2,7% de la población, cerca de 640 mil personas), seguida por la cocaína (0,6%, cerca de 136 mil personas), éxtasis (0,2%, cerca de 37 mil personas), basuco (0,1%, cerca de 24 mil personas), y heroína (0,02%, cerca de 3.600 personas).
Sin embargo, los programas de “reducción de riesgos” no se enfocan únicamente en el consumo de sustancias ilegales. Échele Cabeza también brinda atención psicológica y médica durante los eventos a personas bajo los efectos del alcohol, que también es una sustancia psicoactiva, pero legal. Eso la hace ser la SPA con más registros oficiales asociadas a su consumo. Según MinJusticia, la edad promedio de consumo de alcohol en Colombia es de 13 años, y el 84% de la población total del país ha declarado que consumió alcohol por lo menos una vez en la vida. Pero legal no significa segura.
Según la entidad, desde 2013 hasta 2022 se registraron 51.405 muertes asociadas al consumo de SPA. De esas, 40.399 estuvieron relacionadas con el alcohol, 7.571 con la cocaína y 5.002 con la mariguana.
En cuanto a fiestas, Échele Cabeza se ha encargado de recoger los datos de consumo relacionados con sustancias ilegales. Esto no sólo ha facilitado las alertas tempranas, sino también caracterizaciones demográficas. En 2024, la organización analizó 6.666 muestras. Encontraron que las SPA que más se consumieron fueron el MDMA, también conocido como éxtasis, con 2.905 muestras en presentación de pastillas (43,58%) y 1.710 en forma de cristales (25,65%); también encontraron una amplia cantidad de muestras de Tusi, también conocido como cocaína rosa, con 848 muestras (12,72%); el LSD, con 643 muestras (9,63%) y la cocaína, con 306 muestras (4,59 muestras).
Las estadísticas del año pasado no son muy diferentes a las de 2023, año en el que pudieron analizar 12.200 muestras. Las drogas más analizadas fueron las mismas, en el mismo orden, aunque con variaciones porcentuales.
Lo preocupante, señala Quintero, es la reducción de muestras analizadas. Asegura que no es que el consumo en las fiestas haya disminuido, sino que ya no los llaman a tantos eventos y, a los que sí van, se encuentran con jóvenes inexpertos que no quieren analizar sus sustancias.
“Cuando los jóvenes salieron de la pandemia del 2022 salieron como locos a comerse el mundo y hubo muchos muertos. Esa generación ya creció, esa generación ya pagó los muertos, esa generación ya se intoxicó, esa generación está de salida. Pero en este momento está entrando una nueva generación, un nuevo quinquenio, están entrando a la fiesta, no tienen información. Nuestros mensajes llegan, pero no del todo, no están protegidos. Entonces, ahí hay que tener mucha precaución. Nosotros estamos en este momento rediseñando toda nuestra estrategia para el próximo año salir de nuevo a buscar los chinos de 18 años”, explicó Quintero.
El director de Échele Cabeza hizo énfasis en que la organización no cuenta con apoyo estatal. “Llevamos 2 años o más que no recibimos apoyo de las secretarías de Salud y tampoco del Gobierno Nacional. Lamentablemente, el apoyo de las instituciones depende de la voluntad política de los gobiernos de turno porque todavía no hay una ley”, aseguró y añadió que, al no haber una ley que obligue a implementar políticas de reducción de riesgos, no todos los eventos los llaman. “Nadie obliga un evento a que nosotros estemos, eso lo hacen por voluntad. ¿Nosotros sobrevivimos de qué? De la cooperación internacional, de los privados que pagan para que nosotros estemos en los eventos y de recursos propios”, señaló.
También le preocupa el estigma en torno al consumo. Asegura que eso también causa que las personas no se acerquen a los servicios de ayuda, porque tienen miedo de ser identificados o juzgados. “Eso es producto del enfoque de la prohibición, que nos hizo pensar que todas las personas que consumen son malas personas, que están degradadas, que son delincuentes o que están enfermas”, dijo, y explicó que “cuando usted consume escondido, guardado, siempre va a ser más peligroso, peligroso para la sobredosis, peligroso para el comportamiento, peligroso para la dependencia”.
Explicó que tales prejuicios no solo son nocivos, sino falsos. Según el informe demográfico de 2023 de Échele Cabeza, de los 12.200 usuarios de SPA en eventos, 1,589 eran profesionales empleados; 438 trabajaban y estudiaban al tiempo; 416 tenían especialización o maestría, y 15 tenían doctorado. Además, según aseguró Quintero, el 80% de los consumidores encuestados no presentaban signos o síntomas de adicción o consumos problemáticos. El peligro está en otro lado.
“Uno de los mayores problemas es que hay personas sin conocimiento de química, de toxicología, biología y medicina que están cocinando drogas. Eso es muy peligroso sobre todo cuando se mezcla con el alcohol, porque el alcohol es un depresor del sistema nervioso que, al encontrarse con otras sustancias, puede inducir un paro (…) también recibimos muchos casos de personas que vienen con muestras pensando que son una sustancia, pero al testearlas el resultado es diferente. Eso causa efectos distintos a los esperados y puede conducir a malviajes”, explicó.
Responsabilidad: ¿de quien?
En casos de consumo de SPA (tanto legales como ilegales), el primer llamado a responder es el Estado. En Colombia, las sustancias ilegales están penadas bajo la Ley 30 de 1986. Sin embargo, las instituciones gubernamentales aseguran que han puesto sus esfuerzos en castigar a los expendedores y traficantes, y ofrecer programas de reducción de riesgos para los consumidores.
En Bogotá, la Secretaría de Salud tiene varios protocolos, cuyo “objetivo es contribuir al disfrute del derecho a la salud y la calidad de vida, a través de intervenciones poblacionales, colectivas e individuales, basadas en la evidencia, con calidad y libre de cualquier práctica de estigma y discriminación”, según lo que le aseguró la entidad a EL COLOMBIANO, y precisaron que aquello está regulado por la Resolución 3100 de 2019 del Ministerio de Salud.
Además, explicaron que implementan la reducción de daños por medio de la estrategia de salud pública denominada “SPAcios de Bienestar”.Así, y de la mano con las Empresas Administradoras de Planes de Beneficios (EAPB), “se realizan valoraciones por equipo interdisciplinario, psicoterapia individual, familiar y grupal y otras actividades individuales y grupales que se realizan según el plan terapéutico, y las necesidades y características del paciente, cumpliendo así con la Ley 1566 de 2012”.
“Los SPAcios de Bienestar se configuran como una intervención que parte de la valoración del riesgo por consumo de sustancias psicoactivas y la construcción de planes de bienestar, orientados a la reducción, sustitución o abandono del consumo de SPA y otras prácticas que incrementan los riesgos o daños en los individuos. Adicionalmente, la estrategia busca el fortalecimiento de redes de apoyo familiares y comunitarias, promoviendo la inclusión social y el acceso a servicios de salud y sociales”, aseguró la secretaría.
EL COLOMBIANO también habló con la Alcaldía de Medellín, que aseguró que los planes de reducción de riesgos frente al consumo de SPA en la ciudad tienen un enfoque de cuidado psicológico, no sólo físico. El cubrimiento, dice el gobierno de la ciudad, está enfocado en todas las comunas.
“Lo anterior se realiza a través de la implementación de diferentes estrategias como lo son los escuchaderos, contando actualmente con 56 puntos en la ciudad dirigidos por psicólogos, los cuales realizan atenciones individuales y acciones educativas en el abordaje de salud mental. Por otro lado, los centros de escucha en salud mental también están orientados a la prevención, y reducción del daño en el consumo de sustancias psicoactivas. Y desde la Alcaldía se realizan intervenciones en contextos de ocio como festivales, conciertos y eventos masivos con acciones de educación para la salud, entrega de hidratación, prevención de intoxicaciones y socialización de activación de rutas e información asociada a la prevención de daños asociados al consumo de alcohol y otras drogas”, aseguraron.
Además, desde la Alcaldía han hecho un esfuerzo por llevar un registro del consumo. Según el informe entregado a este diario, los reportes y análisis realizados por parte de vigilancia epidemiológica de la Secretaría de Salud de Medellín revelaron que las sustancias psicoactivas más frecuentemente vinculadas a casos de intoxicación en la ciudad, en orden de prevalencia, son: Cannabis, Cocaína, Medicamentos psiquiátricos (principalmente benzodiacepinas) y Alcohol. La mayoría de los casos han sido registrados en personas de nacionalidad colombiana, seguidos por ciudadanos de Estados Unidos, Venezuela y República Dominicana.
Por el momento, el gobierno de la ciudad no ha identificado casos de intoxicaciones o consumo de fentanilo, pero las alertas por consumo de tusi están encendidas. “El Tusi, una mezcla potencialmente peligrosa que suele contener ketamina y benzodiacepinas, lo cual representa un alto riesgo de depresión respiratoria, pérdida de conciencia y otras complicaciones graves”, dijeron.
La vigilancia no solo ha estado puesta sobre las drogas ilegales. La Alcaldía de Medellín también ha identificado riesgos relacionados con el consumo de vapeadores, dispositivos que pueden contener nicotina y que aún no están regulados en Colombia.
“Estos dispositivos, que suelen percibirse erróneamente como inofensivos, pueden generar afectaciones respiratorias serias, como el EVALI (lesión pulmonar asociada al uso de vapeadores), una condición reconocida oficialmente desde 2020 que puede manifestarse con síntomas como tos persistente, dificultad para respirar y daño pulmonar severo”, explicó la entidad.
Para finalizar, hicieron énfasis en que la alcaldía está dispuesta a establecer canales de comunicación con otras organizaciones de reducción de daños, entre ellas, Échele Cabeza: “bajo el liderazgo de nuestro alcalde, la promoción de la salud mental y la prevención del consumo de sustancias psicoactivas se han consolidado como una línea estratégica prioritaria de ciudad”.
*Si la ciudadanía de Medellín requiere ayuda por problemas asociados al consumo puede acceder a la oferta de Centros de escucha en salud mental a través del siguiente correo: centrosdeescuchaspa.maite@gmail.com
Organizadores y asistentes: su grano de arena
La lupa no sólo está puesta sobre el Estado. Quintero también hizo énfasis en que los organizadores de eventos deberían tener como prioridad establecer un manejo y control de salud para los consumidores de SPA, incluído el alcohol.
“Las empresas deberían pensar mucho más en su público, deberían pensar en el bienestar de la gente. No solamente es poner música o buen sonido y vender. La gente va a esos espacios a disfrutar, a convivir, a tener una experiencia y definitivamente la reducción de riesgo y daño demuestra que las malas experiencias, que los accidentes, que las intoxicaciones reducen ese impacto”, afirmó.
Y es que, en varios de los casos mencionados al inicio de este texto, las organizadoras de eventos fueron señaladas de tener una gran responsabilidad en los fallecimientos de los jóvenes. Concretamente, debemos remontarnos a los casos de Studio 64 y Doom Festival, ambos eventos en Bogotá.
En el caso de la fiesta en Studio 64, las malas condiciones del recinto (como hacinamiento y poca ventilación) habrían propiciado la muerte de Miguel Rodríguez y Arles Ardila. La empresa que llevó a cabo el evento se llamaba Metamorphosis, que antes de la fiesta aquí mencionada ya habían hecho otra en la que también falleció un joven: fue la Red Room 2 Freakshow Fetish Party, en julio de 2022, en donde murió un joven de venezolano de 26 años llamado Ricardo Rojas.
En Fetish in Wonderland, realizada en Studio 64, la organizadora sobrepasó el límite de aforo del bar: el espacio estaba pensado para recibir a 700 asistentes, pero vendieron 1.200 entradas. Uno de los DJ’s invitados esa noche, Omaks (quien vino desde París), aseguró que pudo notar el hacinamiento.
“Planear fiestas en condiciones tan insoportables es peligroso e inaceptable (calor extremo, sin aire acondicionado, abarrotado y sin salida de emergencia, sin acceso gratuito al agua, botellas de agua caras, etc.)”,aseguró por medio de sus redes sociales y agregó que “el calor era insoportable tanto para los artistas como para el público. Quiero poner énfasis en estas condiciones inaceptables e irrespetuosas (…) Caían gotas de sudor sobre los equipos”.
La organizadora nunca se pronunció, pero sí deshabilitaron la posibilidad de dejar comentarios en sus redes sociales.
Otra de las muertes que desató indignación fue la del joven Juan Esteban León, durante el Doom Festival de este año. En esta ocasión, la organizadora sí se pronunció acerca de la muerte del chico. “Estamos colaborando plenamente con las autoridades, que en este momento se encuentran realizando las investigaciones correspondientes para esclarecer lo sucedido”, dijeron por medio de Instagram y agregaron: “Nuestras más sinceras condolencias a su familia, amistades y seres queridos. Pedimos el máximo respeto por su dolor y por la intimidad de quienes hoy enfrentan esta pérdida”.
Sin embargo, aquellas palabras no fueron suficientes para calmar las críticas. Según los asistentes al evento, no hubo mínimo vital de agua, no hubo acompañamiento de Échele Cabeza, e incluso algunos llegaron a afirmar que el evento no contaba con la presencia de la Secretaría de Salud de Bogotá.
EL COLOMBIANO se comunicó con Freddy Quiroga, organizador del festival, para establecer claridad sobre las quejas, pero al cierre de esta edición, no ha contestado las preguntas. Por otro lado, Échele Cabeza confirmó que no fueron llamados a participar en el evento.
La entidad que sí estuvo presente fue la secretaría de Salud de la Capital, que le detalló a EL COLOMBIANO los detalles de revisión y atención que realizaron en el sitio de la fiesta. “La Secretaría Distrital de Salud, a través de la Subdirección de Gestión del Riesgo en Emergencias y Desastres (SGRED), dispuso de un equipo técnico encargado de acompañar y verificar las condiciones en salud durante el evento, en cumplimiento de su función establecida en la normatividad vigente”, explicaron.
Este fue el protocolo: “Así las cosas, para el evento Doom Festival, que se llevó a cabo el día 19 de abril de 2025 a las 11:00 a. m.—hora en la que el equipo de la SGRED realiza las verificaciones físicas de los recursos instalados—se confirmó la presencia y operatividad de: tres Módulos de Estabilización y Clasificación (MEC); cinco ambulancias de mediana complejidad (TAM); dos médicos generales; un médico especialista en medicina de emergencias (recurso solicitado por SGRED como medida adicional preventiva, dada la complejidad y el riesgo del evento); 42 auxiliares de enfermería; y tres coordinadores en salud por parte de la IPS autorizada”. La secretaría hizo énfasis en que aquellas verificaciones constan en actas oficiales.
A pesar de que, para Quintero, las instituciones y organizadores son los mayores responsables, también hace un llamado de responsabilidad a los consumidores de SPA. Asegura que no importa si hay un puesto de Échele Cabeza, no importa si las secretarías de Salud hacen presencia o si los organizadores de eventos establecen rutas de acción. Si el consumidor no tiene en cuenta los riesgos de mezclar sustancias (ver gráfico) o consumir, un desenlace fatal podría ser inevitable.
”Toda la gente que asista a las fiestas debe por lo menos leer de qué es lo que va a consumir (…) Nosotros tenemos disponible en nuestra página web información sobre alcohol y otros SPA, sobre cuáles son las dosis, mezclas peligrosas, cómo se identifica una sobredosis o una intoxicación”, explicó.
Quintero también reconoció que, en algunos eventos en los que han estado presentes, han habido problemas que se les han salido de las manos. Todo tiene un alcance, y así las organizadoras, alcaldías y Échele Cabeza unan fuerzas, no todo puede ser controlado. Les pasó en el Baum Festival de 2024, donde murió Carlos David Molina.
“Lastimosamente estuvimos ahí y se presentó su fallecimiento. Pero eso no niega que los programas de reducción de riesgos sí ayudan”, aseguró, y dijo: “en el caso de Páramo (organizadores del Baum Festival), ellos tienen estrategias muy fuertes y bien montadas. Siempre nos llaman, tienen mínimo vital de agua, hacen anuncios en las pantallas de los eventos invitando a todos a que nos visiten y testeen, también hacen recomendaciones semanas antes del evento”, finalizó Quintero.
La siguiente edición del Baum Festival se acerca: queda un mes. Por lo que EL COLOMBIANO se contactó con Páramo Presenta, organizadora del evento, para hablar de los protocolos que se tendrán en cuenta para la nueva edición de esta gran fiesta. En este caso, la empresa aseguró que llevan varios meses trabajando en los protocolos de asistencia de salud para el evento.
“Se ha trabajado más allá de lo exigido por las autoridades para ofrecer todas las garantías para tener una fiesta segura para todos y todas: puntos de atención médico, ambulancias medicadas, expertos profesionales de la salud y de la atención de emergencias, mínimo vital de agua, espacios para la reducción de daños y riesgos, campañas informativas, talleres informativos previos, charlas abiertas, acompañamiento de las autoridades en todo momento e inclusive, para la edición 2025, un grupo de voluntarios capacitados en reducción de daños y cuidado en la pista de baile que estarán acompañando, informando y ayudando a los asistentes durante los dos días de Festival”, aseguró la organizadora.
Hicieron énfasis en que los enfoques no sólo serán en torno a los riesgos físicos y psicológicos del consumo de SPA, sino que también han trabajado en protocolos de atención con enfoque de género. “Baum Festival pertenece a la comunidad electrónica de Colombia, una que se ha mantenido unida desde hace décadas en diferentes ciudades del país. Una comunidad que se cuida a sí misma a través de la información, la empatía, la educación, el respeto y el amor. Que lo que ama es el baile. Algo tan nuestro, tan colombiano”, añadieron.
Además, reconocieron que la escena electrónica es una de las más observadas al momento de hacer control de consumo de sustancias. Páramo, al ser una promotora de eventos de todo tipo de música, ha mantenido las medidas de protección en otros eventos de reggaetón, pop y rock. La empresa asegura que está comprometida con la seguridad de los asistentes, y las estadísticas lo respaldan: en 2022, 13 personas fueron remitidas a hospitales. En 2024, ningún caso tuvo que ser remitido.
Sin embargo, la organizadora aún guarda luto y memoria de lo ocurrido con Molina, quien falleció luego de tirarse a uno de los tanques de agua que sostenía la tarima. Este año, para evitar otra tragedia, Páramo implementará un circuito de cámaras de seguridad más estricto, así como controles en las entradas y salidas de personal.
Seguimos siendo pioneros
A pesar de las complicaciones, Colombia es el país más adelantado en políticas de reducción de riesgos por consumo de SPA en Latinoamérica. De hecho, hoy, 27 de abril, comienza en Bogotá la Conferencia internacional sobre reducción de daños, un evento de talla mundial que se celebra cada dos años en una capital distinta. La capital colombiana es la primera de Latinoamérica en ser elegida para ser sede.
Hasta el 30 de abril, cerca de 1.400 personas de todo el mundo se reunirán a discutir avances en investigaciones sobre reducción de daños, consumo de sustancias psicoactivas y políticas estatales sobre drogas.
Serán 1.000 delegados y ponentes, entre los que se encuentran trabajadores de la salud de primera línea, académicos, investigadores, formuladores de políticas, políticos, representantes de la ONU, personas que consumen drogas, trabajadores sexuales y personas que trabajan en el sistema jurídico penal.
Las personas que quieran asistir pueden inscribirse en este enlace.
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3,1
millones de personas en Colombia, entre 12 y 65 años, ha consumido sustancias ilícitas alguna vez en la vida.
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