
¿Por qué Oscar Pérez-Oliva Fraga puede ser el próximo puesto a dedo?
- Cuba
- octubre 22, 2025
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Su misión no es otra que la misma que le dieron hace años en Maquimport y en el Mariel, o como segundo de Cabrisas: asegurarse de que los Castro gobiernen para siempre.
LA HABANA.- Si tres ascensos en menos de dos años no son suficientes para darnos cuenta de que Oscar Pérez-Oliva Fraga se acerca cada día más a convertirse en presidente de Cuba, retomando para su familia un cargo que —de acuerdo con el pensamiento de los castristas más obstinados— jamás debió pasar a manos de un advenedizo. Habrá que esperar a que en los próximos meses la Asamblea Nacional lo designe diputado para que así tenga todas las papeletas necesarias para ser nombrado (que no “elegido”).
Los comunistas cubanos, como lo demostraron hace unos días con la reactivación de Raúl Castro al frente del Consejo de Defensa Nacional, se saltan la Constitución cuando les apetece, y si mañana quisieran sustituir a Miguel Díaz-Canel incluso por Sandro Castro, lo harían sin necesidad de consultar a un “Parlamento” que apenas sirve para votar por unanimidad.
Pero, en asuntos tan delicados como esos, donde es preciso guardar la forma constitucional para no hacer tan evidente la ausencia de democracia, seguro irán paso a paso aunque de modo tan acelerado que no solo se les nota la desesperación por encontrar, antes de 2028, un nuevo administrador “disciplinado y fiel”, sino que dejan ver el enojo con esa “reserva de cuadros” tan decepcionante (por ambiciosa de poder y corrupta) que desmonta el principal argumento de la dictadura (la unidad) cuando habla de su “fortaleza”.
Hay tantas y tan profundas divisiones al interior del régimen cubano, hay tanta desconfianza en la capacidad que tienen los “dirigentes” para evitar una explosión social, que el castrismo se ha visto obligado a hacer visible ese poder que jamás salió del control “familiar” pero que pretendía simular una democratización a la vista del mundo; pero, sobre todo, darle al populacho un punching bag sobre el que descargar la ira.
Es por esa desconfianza que los corroe que Raúl Castro reaparece como jefe del Consejo de Defensa (cuando las condiciones para un estallido social se tornan propicias) y no Miguel Díaz-Canel. Y es quizás tan bien por esa estrategia de “recuperación” del control total que Oscar Pérez-Oliva Fraga emerge en un papel protagónico que estaba reservado para Luis Alberto Rodríguez López-Calleja.
¿Por qué un sobrino y no el hijo?
López-Calleja, que se alistaba para reemplazar a Ricardo Cabrisas no solo en el Ministerio de Comercio Exterior sino, además, como Viceprimer ministro, murió repentinamente en julio de 2022, habiendo acumulado los requisitos necesarios para que el Parlamento lo designara como Presidente una vez que Díaz-Canel cumpliera su función “decorativa” pero sobre todo de “aguanta golpes”. En definitiva fue colocado en ese puesto con total mala intención, en medio del paquetazo de medidas impopulares de la Tarea Ordenamiento.
Tanto Marino Murillo como Miguel Díaz-Canel fueron el parapeto usado por Raúl Castro para, en lo posible, salvarse de ser el blanco principal de las críticas a una pésima gestión de gobierno de la cual es responsable. Recordemos que dio prioridad al fortalecimiento de GAESA y la élite militar que gira entorno, sacrificando en su objetivo de enriquecimiento personal las condiciones de vida de millones de cubanos y cubanas.
Por tal motivo, ningún miembro de la familia Castro podía hacerse demasiado visible como para ser aborrecido por inútil como lo es hoy Miguel Díaz-Canel, que no se salva de la culpa. Era y es consciente de la “misión” encomendada, mas cuando conocía del papel reservado para él una vez que, entre 2004 y 2008, habían inventado para el coronel Alejandro Castro Espín una entidad autónoma que se alzaba con poder supremo por sobre los Ministerios del Interior y de las Fuerzas Armadas: la Comisión de Defensa y Seguridad Nacional (CDSN), de la cual es su máximo jefe.
El papel protagónico desempeñado por Castro Espín en las conversaciones con el gobierno de Barack Obama; su gira por Europa con la intención de un cambio de imagen, ofreciendo entrevistas bajo las fachadas de autor de libros y politólogo; su presencia al lado de su padre en giras internacionales y reuniones de alto nivel, hicieron pensar a muchos que Raúl Castro se preparaba para traspasarle el poder. Sin embargo, esto hubiese sido una“formalidad innecesaria”, más cuando en ese momento ya el coronel Alejandro, al frente de la CDSN, era el hombre más importante del régimen castrista, con la capacidad de decidir quién asciende o desciende del poder, quién vive o muere en la finca de su propiedad.
Recordemos que la desarticulación en 2009 de todo el llamado “equipo de apoyo del Comandante en Jefe” y su grupo de “favoritos”, aún estando este en el poder, fue obra de Raúl Castro, que en su momento encargó a su hijo el despliegue de un exhaustivo sistema de vigilancia contra sus objetivos a destruir. Toda esa operación se hizo secretamente, a espaldas de los servicios de inteligencia y contrainteligencia del Ministerio del Interior, en manos de Fidel Castro. Hoy todo ese aparato responde a las órdenes de Alejandro Castro Espín.
Entre este (con pleno dominio de las fuerzas represivas) y Luis Alberto Rodríguez López-Calleja (con total conocimiento de cada uno de los hilos que mueven la economía de la dictadura) gobernarían la Isla, aunque solo una vez que las condiciones estuvieran creadas para emerger públicamente como figuras que responden al “reclamo popular” de arreglar lo que supuestamente el “puesto a dedos” descompuso. Y de ese modo reafirmar el mito por ellos mismos cultivado de que Cuba solo puede ser gobernada por los Castro.
(Una idea que, aunque absurda, cuenta con un número importante de seguidores dentro y fuera de Cuba, y por tanto debe ser tenida en cuenta en los análisis sobre los posibles escenarios de cambio político).
No por casualidad el exagerado culto a Fidel Castro promovido por el PCC, y tampoco por casualidad la tormenta de publicaciones y denuncias en redes sociales, de supuestos revolucionarios desencantados del “canelismo”, que comienzan y terminan sus quejas lamentando la muerte del que “no dejaría que estas cosas pasaran”.
Que Raúl Castro ocupara el puesto donde debió estar Miguel Díaz-Canel frente al Consejo de Defensa Nacional no es simple “curiosidad”, es un avance de lo que sucederá en los próximos meses, cuando al actual administrador lo vayan eclipsando hasta devolverlo en un par de años al lugar que le corresponde como pieza accesoria. O a reactivarlo en otro mandato extendido por la Asamblea Nacional, una vez que estén convencidos de que aún no es el momento idóneo para reemplazarlo por el Castro que hoy preparan para heredar, en sustitución del difunto López-Calleja.
Oscar Pérez-Oliva Fraga, un heredero sustituto
Cuando en julio de 2013, en medio de las “reformas raulistas”, se decide separar la gestión empresarial del Ministerio de Comercio Exterior, Oscar Pérez-Oliva Fraga ya era una pieza importante de GAESA en el MINCEX, y es por eso que la decisión lo beneficia enormemente al ser colocado al frente de una empresa como Maquimport, una de las 12 que conformaron ese año el Grupo Empresarial de Comercio Exterior, pero quizás la más importante, porque era el intermediario obligatorio para la importación de maquinarias y equipos tanto para el sector estatal como el no estatal.
Lo anterior quiere decir que Maquimport habría de convertirse en el receptor de esas grandes cantidades de dólares que el régimen pretendía absorber sobre todo de los emprendimientos privados y empresarios extranjeros que, bajo las bonanzas del deshielo con los Estados Unidos, decidieran comenzar a invertir en Cuba, como fue el caso de la compañía norteamericana John Deere Financial, que en noviembre de 2017 llegó a firmar un acuerdo con Maquimport para la venta de maquinaria agrícola a la Isla.
Hasta ese momento, la función de Oscar Pérez-Oliva Fraga era manejar esos acuerdos en beneficio de GAESA, quizás hasta continuar ascendiendo (como pasó al ser nombrado director de Negocios de la Zona Especial de Desarrollo de Mariel) con la perspectiva de sustituir en algún momento a Luis Alberto Rodríguez López-Calleja pero solo hasta ahí, y sin mucha seguridad de que tal cosa sucedería.
La muerte de López-Calleja cambió su suerte, y fue entonces cuando comenzó su meteórico ascenso. Sin perfil político ni historial militar, las oportunidades de llegar a donde hoy está, a pesar de su condición de sobrino-nieto, eran casi nulas antes de 2022, mucho menos pensar en la posibilidad de ser tenido en cuenta para sustituir a Miguel Díaz-Canel en su puesto como administrador. Sin embargo como en 2018, Raúl Castro una vez más se encuentra con la dificultad de hallar un reemplazo por no tener mucho (y de confianza) donde escoger.
Oscar Pérez-Oliva Fraga es un Castro sin el apellido pero, a pesar de ese detalle, no es precisamente la sangre la que lo hace idóneo sino su condición de ejemplar único en una familia que en su mayoría se encuentra sobrada de inútiles y vagos o dispersa por el mundo, tal vez poniéndose a salvo de lo que sucederá una vez que el mal infligido a millones de personas inocentes se les revierta.
Su misión no es otra que la misma que le dieron hace años en Maquimport y en el Mariel, o como segundo de Cabrisas: asegurarse de que los Castro gobiernen para siempre, y hacer que las inversiones, los acuerdos, las ayudas externas y cuanto logren atraer bajo el pretexto del desarrollo próspero y sostenible se ponga en función de una sola familia.
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