Palabras mayores, y al que le sirva el premio, que se lo pongan

Palabras mayores, y al que le sirva el premio, que se lo pongan

  • Cuba
  • octubre 18, 2025
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«Denuncio la volubilidad de quienes una vez fuera de Cuba, sirven, por convicción o connivencia con el régimen que arrasa con la cultura cubana».

FILADELFIA, Estados Unidos – “Pierdo mi tiempo”, me advierte un amigo muy sagaz, leída mi anterior denuncia de los premiecitos “El Cristo de la Habana”, que otorgan en Miami, el señor Baltasar Santiago Marín y la “Fundación Apogeo”, fundada por él en 2008, según afirma el propio sujeto en Facebook.

Pierdo mi tiempo y, además, le hago propaganda a un evento que a nadie interesa, como no sea el grupito de agraciados, y del que nadie se acordará muy pronto.

Por mi parte, le explico que no tengo nada contra este señor al que no conozco personalmente, sino, en primer lugar contra la insistencia suya o de cualquier otro de los exiliados, o instalados en Miami y otras partes, pero fuera de Cuba, de hacernos comulgar con ruedas de carreta: que si la cultura cubana es una sola, que si el premio se da a la calidad artística, en fin, excusas de a docena por dólar.

En segundo lugar, (el orden de los factores, ya se sabe…) denuncio la volubilidad de quienes una vez fuera de Cuba, sirven, por convicción o connivencia con el régimen que arrasa con la cultura cubana, empezando por su pueblo, presupuestos que buscan instaurar un falso equiparamiento entre el talento artístico y la dignidad del individuo, y entre los que apoyaron el castro-comunismo, poniendo a su disposición ese talento, y los que nos negamos a ser títeres y colaboradores del genocidio cubano.

Éstas son mis convicciones, y de aquí que no considere que pierdo mi tiempo con insistir en denunciar la relativización que quieren hacer el señor Marín y su fundación, entre otros del mismo signo, del verdadero sufrimiento cubano. ¿De qué modo colocar a la misma altura, de igual a igual, a quienes se beneficiaron del sistema, sólo porque pusieron su arte y su preparación técnica al servicio pleno del régimen homicida y anticubano, con aquellos que sufrieron bajo ese régimen por rehusarse a ser parte de esa maquinaria?

Se cuenta, naturalmente, con quienes en el exilio, ya viejitos y medio perdida la chaveta, o cansados del ninguneo del tiempo y otras causas, están dispuestos a colocar el cuello en la picota de la ignominia, con tal de que su cabeza sea alzada fugazmente en manos del verdugo (o los verdugos) junto a los cómplices que, también sufren una especie de ejecución ética que los coloca momentáneamente en la luz pública.

Hay también, debo reconocer, algunos elementos de la ecuación “Marín / Fundación Apogeo”, que siguen resultándome sospechosos, para decir lo menos. Dicho “Apogeo” (nombre que significa “glorificación” y “florecimiento” entre otras cosas) según declara el señor Marín en Facebook, es heredera de aquella otra fundada por él en La Habana en 1987. Habría que preguntarse:

  1. ¿Quién estaba autorizado en 1987, en Cuba, para fundar nada, mucho menos una organización encargada de premiar a artistas e instituciones, no habría que insistir, oficiales todos, pues los otros no estaban reconocidos ni autorizados a formar parte de nada?
  2. Entre los premiados que cita Marín en su lista de individuos e instituciones reconocidos por su fundación de entonces, no aparece un solo individuo o institución del exilio. A fin de cuentas, vemos que se trataba del mismo procedimiento de los contactos e intercambios entre las llamadas “dos orillas”, que siempre adolece de ir en una sola dirección, ya sabemos cuál.

En fin, que serán varios los premiados con este sayo ancho y largo con embozo, que todo lo tapa para que no se vean las canillitas y encubrir las canallitas. Recordaré aquí, unas palabras que me dijo la ínclita Lydia Cabrera, ya muy anciana, a quien conocí brevemente en Miami cuando estaba de paso por esa ciudad. Con su voz que era apenas un hilo a punto de quebrarse, pero la cabeza y el alma cubanísima muy claras y firmes, me respondió a una pregunta que le hice: “Antes de ser uno artista…, escritor… y… esas cosas, tú, lo primero es que hay que ser decente. No venderse al mejor postor. El creador que se vende a conciencia… no vale nada ¡Nada!”.

He ahí pues, en resumen, de lo que se trata. ¡Palabras mayores! A quienes les sirvan los premiecitos de marras, que se los pongan. Desde ya se les ven los parches y las manchas escarlata oscurecidas. ¿De qué serán?

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