Nuestra «moneda nacional» es un zombi

Nuestra «moneda nacional» es un zombi

  • Cuba
  • agosto 7, 2025
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El peso cubano no está vivo ni muerto, lo que lo convierte en una especie de zombi de la economía nacional.

LA HABANA, Cuba. – La MLC está en fase terminal. Las siglas MLC pueden confundir a los forasteros. No es una moneda ni mucho menos algo que pudiéramos “convertir libremente”. Fue el engendro abortado por el difunto CUC, y no es otra cosa que el dólar de las remesas que GAESA convierte en un bono, útil solo para comprar muy poco y en determinados comercios estatales controlados por los militares. 

Ahora la MLC, que se cotiza en la calle a la mitad de lo que el dólar y el euro, agoniza como alguna vez lo hiciera el CUC, y como lo hace el peso cubano que, en realidad, ni está vivo ni muerto, lo que lo convierte en una especie de zombi de la economía cubana.

Ahora que lo he mencionado, un zombi sería la imagen más adecuada para sustituir a la de José Martí en ese billete que nadie quiere en su bolsillo puesto que vale menos que un quilo prieto (al que aún se le encuentra utilidad en las brujerías).

Se pudiera interpretar lo anterior como una ofensa, pero condenar a Martí a sufrir en ese billete apestado por el propio banco que lo emite, así como a Maceo en el de cinco pesos y a Gómez en el de diez —que tampoco nadie los quiere— es más ofensivo que retirarlos hasta ver si, finalmente, los comunistas cumplen la promesa de “dignificar” la moneda, o al menos que los permuten de denominación a una mayor, o que les creen una nueva, a fin de cuentas hasta los billetes de 500 y 1.000, los más altos, son unos enanos frente a cualquier moneda extranjera. 

Ernesto Guevara y Camilo Cienfuegos están perfectos donde los pusieron. El primero, en el horrible billete fresa —como la sangre diluida de los asesinatos que ordenó—; y el segundo, plasmado en el azul, como evocación burlesca del océano donde se perdió (o donde lo perdieron).   

La novedad de la puesta en circulación de los de 500 y 1.000 los hizo ver como billetes grandes, de verdad (de eso se trataba, y porque ya sabían del desastre que estaban maquinando con la Tarea Ordenamiento), y hasta algunos los rechazaban, entre otras cosas, porque les hacía ver, con demasiada crudeza, el poco valor del salario que devengaban. No es nada estimulante trabajar un mes para recibir, al final, uno o dos billetes feos cuanto más. 

El impacto psicológico es demoledor, y el régimen lo sabe, quizás por eso ordena al banco pagar las extracciones en fajos de billetes de cinco y diez pesos, y mejor si estuvieran deteriorados y malolientes a sudor, a rastrojos del agromercado, al líquido baboso que suelta el picadillo de pollo, porque la gente confunde esa “peste” con “olor a dinero”, y el bulto que hace el churre incrustado en el papel nos da la sensación de “estar forraos”. 

Pero el peso cubano está a punto de no ser “dinero”. Posiblemente ya ni lo sea. Solo una o, cuanto más, dos condiciones —de las imprescindibles para denominar “dinero” a algo— se encargarían de mantenerle su función, apenas para que el trabajador piense que le pagan y, sobre todo, para que el mundo crea que en Cuba aún existe una moneda nacional.

Muy pocos confían en que pueden comprar o pagar con el peso cubano, o en que guardarlo en el banco o debajo del colchón sea una buena idea. Ya no mantiene un valor estable en el tiempo, tampoco resiste las transacciones de mano en mano. Es difícil de trasladar en el bolsillo (los altos precios nos obliga a llevarlo en carretillas), la cantidad en circulación no se ajusta a la que el país necesita, es muy fácil de falsificar porque están pésimamente impresos, y ya no los reemplazan cuando se deterioran. En fin, el peso cubano, de no ser la pesadilla que es, hasta pudiera ser una leyenda de nuestra fantasía criolla. Otro delirio de un régimen delirante, u otra mentira de una dictadura mentirosa.

Si la moneda nacional no resulta suficiente ni totalmente eficiente, y si para las transacciones cotidianas es obligatorio apelar a otros inventos (chavito, CUC, MLC, Clásica, FINCIMEX y tantas otras estafas superpuestas que ya por saturación ni recordamos) y a monedas foráneas (que ni siquiera tenemos licencia para usar), es la mejor señal para comprender que una economía se ha ido definitivamente a la m… (y que alguien nos está timando, y no solo en asuntos de finanzas).  

La representación en papel del peso cubano, el de 1 —que, con la imagen de José Martí, sería su concreción más perfecta— hace tiempo que nadie la lleva en su bolsillo y, sobre todo, que nadie desea llevarla, aunque añoren esos tiempos en que servía para comprar un café, una fritura, un cucurucho de maní, un durofrío. Hoy todas esas cosas han multiplicado su precio por 10 y hasta por 20, aunque su valor real ha disminuido en proporción con la calidad. Igual se han incrementado en cientos de miles los cubanos que, en comer esa pobrísima comida callejera, ven un lujo que no pueden darse todos los días, posiblemente jamás.

Aunque muy por debajo del valor del dólar en la calle, todavía la MLC conserva el aprecio de algunos. Se comenta, y es bien fuerte el rumor —tanto como para sospechar su rotunda veracidad—, que los trabajadores de las TRD y demás tiendas que aún aceptan la MLC, paradójicamente están comprándola en grandes cantidades antes de que, una disposición del Ministerio de Comercio Interior, la limite por estos días solo para la adquisición de determinados productos de “primera necesidad”, excluyendo así muebles, electrodomésticos y otros artículos que pasarán a venderse exclusivamente en dólares.

La estrategia de los empleados es hacerse con la mayor cantidad de estos productos excluidos, mediante la compra en sus propias tiendas para, una vez implementada la medida, venderlos en el mercado negro en un precio por debajo del oficial, pero aún así con las ganancias que se derivan de haber comprado en MLC (que se cotiza a poco más de 200 pesos por 1) para luego revender en USD (cotizado a casi 400 pesos por 1). No veo mejor ejemplo de “resistencia creativa” que este. 

Tampoco hay mejor ejemplo del desastre económico cubano que tales bandazos, experimentos y tarifazos. Todos en conjunto sirven para concluir que la moneda que solo por costumbre llamamos “nuestra” no es ni nacional ni es moneda, sino el reflejo de un relajo que le ha servido a los más bribones de la dictadura para dar los “paletazos” que dan, con los que han logrado acumular, para los antojos de una familia mafiosa y el fortalecimiento de su aparato represivo, muchísimo más que esos 18 mil millones que le han descubierto ahora a GAESA, y que bastarían para terminar con los apagones, alimentar a los millones de hambrientos y, de paso, devolver la vergüenza a ese peso cubano que han convertido en un zombi.

Si ahora que se declaran en crisis, con la soga al cuello y boqueando hasta las lágrimas por un poco de aire fresco (del Norte), les descubren miles de millones en reserva —por cierto, muy superior a la de otros países de la región— entonces pensemos a cuánto ascendía esa fortuna en los mejores momentos del “deshielo”. 

En esos días cuando los militares soñaban con crear un “circuito de lujo” alrededor del Capitolio y por todo el Paseo del Prado, cuando había “baros” para invitar a Madonna, a Beyonce, para crear un centenar de off-shore de envíos a Cuba en Panamá, Estados Unidos, Canadá y Reino Unido, para llamar a la Casa Blanca y hablar de tú a tú con Barack Obama, para pagar los viajes a Nueva York de la dinastía Castro, con pasaporte diplomáticos que, además, sirvieron a algunos para emigrar solapadamente y convertirse en ciudadanos del “imperio” que tanto decían odiar.

A oscuras y con hambre, poco les importa a muchos cubanos hacer cálculos e imaginar esa fortuna dilapidada de la que no supieron y, posiblemente, no sabrán jamás, pero que, a partir de la cifra revelada, ahora suponemos multiplicada por 10 o por 20.  

Así, a oscuras y con hambre ni siquiera se puede adivinar quién es el tipo dibujado en el billete de un peso cubano, ni en qué zombi pensaron cuando idearon la MLC, la Tarea Ordenamiento o la “resistencia creativa”.

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