Noticiero ICAIC: una tortura en los cines que duró tres décadas

Noticiero ICAIC: una tortura en los cines que duró tres décadas

  • Cuba
  • junio 11, 2025
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LA HABANA, Cuba.- Este mes se cumplen 65 años de la creación en 1960 del Noticiero ICAIC Latinoamericano y los 35 años de la exhibición en 1990 del último de ellos.

Dirigidos por Santiago Álvarez, un cineasta con vocación periodística que decía informar de acontecimientos a partir de las ideas que tenía sobre esos acontecimientos, aquellos noticieros no dejaron de estrenarse uno cada semana durante los 30 años que duraron.  

Al llegar el Periodo Especial, como consecuencia del derrumbe del bloque soviético, el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográfico, que ya estaba en crisis –estuvieron a punto de fundirlo con el Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT) y los Estudios Fílmicos de las FAR–, fue de las primeras instituciones culturales en quedarse con su presupuesto reducido al límite. Gracias a eso, dejó de hacerse aquel espantoso teque cinematográfico que fue el Noticiero ICAIC.   

¿Se imaginan cómo sería si hoy, hambreados, cuando hay luz, si al asistir a los poquísimos cines que quedan, tuviéramos que soportar, antes de ver la película, aquella espantosa tortura a la que fuimos sometidos durante tres décadas?

Hay que reconocer el uso del montaje y de la música en aquellos noticieros, en los que se iniciaron algunos que luego se convertirían en importantes realizadores como Fernando Pérez, Rolando Díaz y Rebeca Chávez. 

No obstante, hoy, cuando vemos algunos de esos Noticieros ICAIC que ponen a veces en la TV, ridículos, rimbombantes, herederos directos del agitprop soviético de la era estalinista y de los NO-DO del franquismo, uno se pregunta cómo podíamos aguantarlos.

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Empujarse el Noticiero ICAIC era la condición sine qua non, el precio que tuvimos que pagar para poder ver las películas de Fantomas, Toshiro Mifune, el cieguito Ichi y otros samuráis, Alain Delon, Palomo Linares, Antonio Gades, Julio Iglesias o Massiel (hasta los años 70, de cine norteamericano ni hablar), o aprovechar los novios, si era una película rusa, para besarse, apretar y acariciarse a profundidad.

En los años 60 y todavía a inicios de los 70, había fidelistas empedernidos y masoquistas que se emocionaban con los Noticieros ICAIC y hasta echaban lagrimitas por el Che Guevara o Salvador Allende, y que aplaudían con ganas y miraban atravesado, con roña, a los que no aplaudían cuando aparecía en pantalla Fidel Castro. Porque en aquellos noticieros, el Máximo Líder era casi siempre el protagonista, con gorra o con boina, con espejuelos o sin ellos, siempre de verde olivo, pronunciando discursos, reprochando a los incapaces de entender sus orientaciones, inaugurando alguna obra construida, presidiendo algún congreso de cualquier cosa, en uno de sus recorridos por el país o abanderando a alguna delegación deportiva como si partiera rumbo a una guerra.

Hubo Noticieros ICAIC que, de tan ridículos, no tuvieron desperdicio, como aquel que trataba de la producción de compotas de plátano, o aquel otro de 1966 en que, desde algún lugar de la selva colombiana, se escuchaba una alocución del cabecilla rebelde Manuel Marulanda, alias Tirofijo, antes de mostrar imágenes de guerrilleros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), con la voz en off de Fidel Castro augurando “el ocaso del capitalismo cavernícola y brutal”.

Y hubo noticieros tan infames como aquellos de 1980, donde presentaban como delincuentes deshumanizados a los millares de personas que buscaron asilo en la embajada de Perú en La Habana y a los que posteriormente salieron de Cuba por el puerto de Mariel.   

Con aquellos noticieros de catecismo, para nada sutiles, pretendían adoctrinarnos e inculcarnos la visión que le convenía al castrismo. Y se suponía que como estábamos aislados del mundo exterior, sin otros referentes que no fueran los medios oficialistas, nos tragáramos todos aquellos embustes sin chistar y siempre aplaudiendo.

Los que dicen que Santiago Álvarez, el director de aquellos bodrios, era un gran documentalista, algo así como la versión masculina y castrista de la alemana Leni Riefenstaldt, la cineasta del Tercer Reich, tienen razón en un punto: ambos pusieron su talento en función de la propaganda de dictaduras totalitarias.  

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