
«No me permiten salvar a mi hijo»: Jenny Taboada, madre del preso político Duannis León
- Cuba
- julio 28, 2025
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Desde hace casi una semana y media, el joven Duannis León Taboada, de 26 años, se encuentra en huelga de hambre. Su madre ofreció declaraciones a ‘CubaNet’.
LA HABANA, Cuba. – “Justicia y libertad, esto lo hago por todos”, fueron las últimas palabras que Jenny Taboada escuchó de su hijo, Duannis León Taboada, tras una breve conversación vía telefónica el pasado lunes, 21 de julio. Hacía tres días que el joven de 26 años se encontraba en huelga de hambre y sed. “Le imploré al menos que tomara agua y así lo hizo”, dijo a CubaNet la madre.
“No sé bien el motivo de su huelga de hambre, lo escuché muy débil y solo me dijo esas palabras, y que estaba cansado de todo, que ya no aguantaba más. Mi hijo ha sufrido mucho en prisión. Han sido cuatro años muy difíciles para toda la familia”, añadió.
León Taboada fue violentamente detenido por participar en las manifestaciones antigubernamentales del 11 de julio de 2021 (11J). Fue acusado del supuesto delito de “sedición” y condenado a 14 años de privación de libertad.
Desesperada al conocer que estaba en huelga de hambre, Jenny Taboada se ha trasladado diariamente hasta el Combinado del Este, la prisión donde cumple condena su hijo, y ha exigido verlo. Cada día ha llegado hasta allí con la esperanza de poder hacerlo, de saber cómo estaba, de abrazarlo y suplicarle que no muriera.

“Tengo sentimientos encontrados. Entiendo su agonía y las condiciones que lo pudieron llevar a iniciar una huelga, pero también pienso como madre, sufro por todo lo que le está pasando”, confesó.
El viernes 25, estando en las afueras de la prisión, autoridades del régimen cubano la montaron en una patrulla policial para, supuestamente, trasladarla al lugar donde Duannis se encontraba.
“Me engañaron para que me montara en la patrulla. Una vez dentro, el de la Seguridad del Estado le indicó al chofer que fuera para la estación policial de Guanabacoa, muy lejos de la prisión. Ya no podía hacer nada. Fue una especie de secuestro”, relató.
En una oficina de la estación policial de Guanabacoa, varios oficiales la interrogaron y amenazaron.
“Me decían que había un protocolo para este tipo de situaciones, es decir, para cuando un preso está en huelga de hambre. Yo les dije que a mí no me interesaba ese protocolo sino salvarle la vida a mi hijo. Ahí me dijeron hasta ‘mala madre’, y que ya no me considerarían como una madre de un prisionero sino como una contrarrevolucionaria”, narró.
Unas cinco horas más tarde, le dijeron que la acusarían de “instigación a delinquir”. Para cumplir la amenaza, le presentaron a uno de los guardias de la prisión, de apellido Quindelán, quien sería la parte acusadora. Jenny asegura que se negó a firmar cualquier documento.
Ese mismo día, al llegar a su casa, supo por mediación de un preso (que la llamó por teléfono) que a Duannis lo habían trasladado a un hospital.

Tras 10 días en huelga de hambre, Jenny aún no sabe nada de su hijo. Las autoridades le aseguraron que le permitirían verlo pronto, pero ella no confía en sus palabras. Asegura que seguirá insistiendo, cueste lo que cueste.
“Mi hijo es un muchacho bueno, trabajador, emprendedor; siempre ayudó a la familia, incluso aprobó las pruebas para ingresar en la universidad pero no pudo llegar a comenzar debido a la situación económica de nosotros. Él mismo me dijo que no quería ser una carga y por eso postergó sus estudios. Han acabado con sus sueños”, expresó la madre.
Durante los cuatro años que ha permanecido en prisión, León Taboada ha sido golpeado y torturado física y psicológicamente: “Le han vaciado frascos de gas pimienta en su rostro, ha estado en celdas de aislamiento hasta por seis meses, en celdas de castigo; se practicó con él uno de los métodos de tortura llamado ‘la carretilla’ con lo que le dislocaron un hombro, incluso le han inyectado calmantes”.
Pese al trato que ha recibido, el joven se ha negado a acatar el reglamento interno, el cual exige que los reos trabajen para acceder a beneficios penitenciarios así como que participen en los planes de re-educación (adoctrinamiento).
También la familia se ha visto afectada. A Jenny le han impedido salir de su vivienda en varias ocasiones de manera arbitraria o ha sido sometida a vigilancia policial; también ha sufrido varios arrestos, que ella considera “secuestros”. Una de sus hijas perdió el trabajo “misteriosamente”, y algunas personas han ido a su vivienda a ofenderla, en lo que se conocen como “actos de repudio” orquestados por el régimen.
“Como madre, vivo aferrada a Dios para que me siga dando las fuerzas y para no derrumbarme, y transmitírselas a mi hijo también. Pero estoy desesperada. (…) Mi mente grita y pide auxilio pero mi corazón sufre. Me siento atada de manos y pies. Cuando una madre no puede correr y salvar a su hijo, se siente impotente. Por instinto, las madres salvan a sus hijos. En Cuba no me lo permiten, no me permiten salvar a mi hijo. Eso te destruye, te rompe el alma. Ninguna madre debe vivir para enterrar a un hijo. Ese es el único miedo que tengo”, concluyó.
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