“No hubo interés por salvarle la vida: familia denuncia muerte de niño por negligencia médica en La Habana

“No hubo interés por salvarle la vida: familia denuncia muerte de niño por negligencia médica en La Habana

  • Cuba
  • junio 26, 2025
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Luis Fabián Rojas tenía 11 años cuando murió tras 46 días de complicaciones médicas y errores en el Hospital Pediátrico de Centro Habana

SANTIAGO DE CUBA, Cuba.- Luis Fabián Rojas Rodríguez tenía 11 años y todo un futuro por delante. Vivía con su familia en Campo Florido, en el municipio Habana del Este, y era, según quienes lo conocieron, “un niño bueno, laborioso, sano, lleno de vida”. Pero esa vida se extinguió el 7 de octubre de 2024 en el Hospital Pediátrico Centro Habana, tras 46 días de sufrimiento y una cadena de errores médicos que su familia no ha dejado de denunciar.

Un diagnóstico tardío

Todo comenzó el 20 de agosto. Llevaron a Fabián al médico por un dolor abdominal que apuntaba a una apendicitis. Sin embargo, galenos recién graduados le diagnosticaron un cuadro viral compatible con el virus Oropouche y lo enviaron a casa con una dieta blanda. No hubo análisis. No hubo exámenes. Solo esa prescripción equivocada.

En las horas siguientes, el cuadro del niño empeoró, como era de esperarse. No podía comer ni beber agua y el dolor se tornó insoportable. El día 22, sus padres lo llevaron de urgencia al Hospital Pediátrico y allí se confirmó lo que en realidad tenía: una apendicitis, a esas alturas, perforada. Ingresó a las 8:00 de la mañana, pero no fue operado hasta doce horas después.

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Una recuperación momentánea

Tras la operación, Fabián parecía mejorar. Caminaba, comía, conversaba y hacía sus necesidades fisiológicas con normalidad. Pero pronto comenzaron las fiebres. Era la señal más evidente de una infección persistente, algo común en un cuadro de apendicitis complicada. Sin embargo, los médicos no dudaron en trasladarlo de la terapia intensiva a terapia intermedia, y luego a la sala de cirugía ordinaria, sin realizarle chequeos, estudios postoperatorios ni análisis de cultivo.

A su madre, Mailyn Rodríguez Hechavarría, que estuvo día y noche a su lado, la doctora cirujana solo le indicó que anotara las temperaturas en un papel, cada vez que el niño hiciera fiebre, y se las entregara a la enfermera. La familia no entendía por qué, si Fabián recibía antibióticos, empeoraba en lugar de mejorar. La conclusión fue que no eran las medicinas adecuadas.

El colapso

El 2 de septiembre el pequeño fue sometido a una nueva intervención. A pesar de las fiebres recurrentes, los médicos esperaron once días para volver a operarlo, hecho que, de acuerdo con su padre, agravó mucho el estado de su hijo. En ese momento, ya tenía una sepsis generalizada. Le extrajeron líquido acumulado en el abdomen y descubrieron hematomas internos, resultado de la primera cirugía. Desde entonces, su salud se deterioró sin freno: paulatinamente, sufrió hipoglucemias, neumotórax, fallos renales, paros respiratorios.

Durante el proceso de intubación sufrió una perforación esofágica. Posteriormente, en un proceso de abordaje profundo, le perforaron un pulmón al insertarle la sonda nasogástrica. Estuvo trece días conectado al ventilador sin que se le practicara una traqueotomía, decisión que lo llevó a un estado de desnutrición severa.

Sus padres, angustiados, apenas recibían información clara sobre el estado real de su hijo, aunque presenciaban su involución. Ni siquiera fueron notificados antes de realizarle procedimientos invasivos, como la laparotomía exploratoria que le practicaron, para observar el interior del abdomen. La madre cuenta que dos días antes de morir, Fabián ya estaba técnicamente muerto (vivo gracias al soporte vital), pero nadie se lo dijo hasta después del fallecimiento.

“Venían con jeringas cargadas de agua”

En medio de la gravedad, denuncia Mailyn, su hijo fue atendido muchas veces por estudiantes de enfermería y medicina, sin supervisión médica real. Incluso eran ellos quienes mayormente le administraban los medicamentos. Pero algo no cuadraba. Las enfermeras cargaban las jeringas a espaldas de los familiares y nunca delante de ellos.

“Venían con la jeringuilla cargada de agua, en lugar del antibiótico. Esa es la única explicación para que Fabián no rebasara la infección”, aseguró su hermana, Melissa Rojas. También se preguntan cómo circulan en el mercado negro medicamentos de exclusivo uso intrahospitalario. “Eso se hace en Cuba. No es un secreto para nadie”, dijo.

La queja, el silencio y el duelo

Finalmente, el niño perdió la batalla. El padre aún se cuestiona, ¿por qué se demoraron tanto entre la primera y la segunda operación? ¿Por qué no le realizaron una limpieza en la cavidad?

Motivados por todas esas iatrogenias, la familia decidió presentar una denuncia ante el Ministerio de Salud Pública, en aras de buscar justicia. En respuesta, se creó una comisión con funcionarios pediátricos de la provincia y específicamente del Hospital Pediátrico de Centro Habana, para analizar la denuncia en el ámbito administrativo. El equipo estuvo presidido por la Dra. Katherine Chivás Pérez, jefa del Departamento Materno Infantil.

No obstante, en la reunión con los familiares solo participaron dos doctoras, entre ellas la Dra. Milagros, quien, lejos de asumir responsabilidades, intentó justificar los hechos. Dicho encuentro fue grabado y compartido en audio con CubaNet.

Los argumentos de la doctora Milagros estuvieron fundados solamente en la historia clínica del niño. Un documento que es redactado por el propio personal médico, al que los pacientes no tienen el menor acceso y donde “todo aparece justificado”. En tal sentido, este registro suele alterarse, encubrirse, en favor de los médicos y la institución.

A pesar de esto, la Dra. Milagros reconoció que sí hubo “accidentes” durante la intubación y el abordaje quirúrgico. También admitió que los niveles de eritrosedimentación –indicadores claros de infección– pasaron de 55 a 105 entre el 29 de agosto y el 6 de septiembre. Pero insistió en que no hubo tal negligencia, sino “falta de comunicación” por parte del personal con la familia.  

Para los padres, esa respuesta fue inadmisible. Firmaron su desacuerdo y quedaron en escalar la denuncia ante la Comisión Médico-Penal. Hasta hoy, ocho meses después, no han recibido ninguna respuesta.

Una pérdida irreparable

Desde la muerte de Fabián, la vida de su familia cambió para siempre. Su padre tardó en volver a trabajar en la finca porque era su pequeño quien lo acompañaba siempre. “Me quitaron mi felicidad”, lamenta el hombre, que ya había perdido a otro hijo en un accidente hacía 22 años. “No hubo ningún interés por salvar la vida de mi hijo”, concluye. 

Por su parte, su otra hermana, lo resume con la voz quebrada: “Tiene que haber una consecuencia, tiene que haber una reparación para nosotros, los familiares. Por la vida de nuestro niño que se perdió”.

Luis Fabián recibió 32 puntos en el abdomen, en vano. En un momento, su deterioro físico era tal que, al no encontrar una cánula adecuada, usaron la tapa de un pomo para ajustarla. “Una total falta de respeto”, dijo su hermana.

Pero nada duele más que la ausencia. “Fabián era la luz de su casa”. Un niño cuya vida fue truncada por la mediocridad y la falta de humanidad que hoy caracteriza la salud pública cubana. Su caso no es aislado.

El pasado 5 de abril, el niño Geobel Damir Ortiz Ramírez murió a los 10 años, en Estados Unidos, donde fue trasladado de urgencia, tras haber sido mal diagnosticado en la isla con linfoma de Burkitt. En realidad, Damir padecía neurofibromatosis tipo 1, pero recibió quimioterapia sin confirmación, mientras su condición real era ignorada. Cuando al fin logró salir del país, ya era demasiado tarde: en Miami se descubrió no solo el error del diagnóstico, sino también infecciones bacterianas severas que había contraído en hospitales cubanos y que nunca fueron detectadas en territorio nacional.

La causa final de su muerte fue la misma que la de Fabián: una sepsis fulminante que derivó en shock séptico.

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