
Narishkin, o “nuestro hombre en La Habana”
- Cuba
- julio 6, 2025
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Serguéi Narishkin, jefe del Servicio de Inteligencia Exterior de Rusia y figura clave del círculo de poder de Putin, llegó a La Habana en medio de crecientes tensiones globales.
PUERTO PADRE, Cuba.- La política de mano dura de la administración Trump contra el régimen totalitario cubano, publicada el pasado 30 de junio, ha eclipsado una noticia no menos importante, también ocurrida el lunes de la pasada semana: la llegada a La Habana del director de espionaje del KGB, Serguéi Eugenevich Narishkin, jefe del Servicio de Inteligencia Exterior (SVR) de Rusia. Narishkin fue recibido personalmente por el gobernante Miguel Díaz-Canel, acompañado del ministro del Interior y de jefes superiores de la Dirección de Inteligencia.
Parafraseando la novela de Graham Greene, habría que decir que tenemos a “nuestro hombre en La Habana” precisamente ahora, cuando un aliado de Putin y del castrocomunismo, Irán, se ha visto en apuros, los que no dejan de ser momentos críticos para la paz mundial, por aquello de que el criminal peligroso, resulta una amenaza mayor cuando está herido, como ocurrió recientemente durante el conflicto armado protagonizado por Israel y EE. UU. contra la pretensión nuclear del régimen iraní, y, cuando su más alta dirigencia política y militar, fue entrampada en masa, por combinaciones operativas y medidas activas establecidas entre la inteligencia israelí y estadounidense, que produjeron la inesperada sacudida de ese régimen, por lo que habría que preguntarse: ¿Qué busca ahora el jefe de los espías del Kremlin en Cuba?
Narishkin es considerado un integrante del “Club Putin”, o círculo de Putin, que son personas allegadas al jerarca ruso por ser oriundas de Leningrado (San Petersburgo), ser condiscípulos de Putin en las academias militares o como él mismo, haber sido oficial del KGB. Narishkin fue nombrado y ocupó la jefatura del SVR entre septiembre y octubre de 2016, ha sido asiduo visitante de La Habana y mantiene estrechas relaciones con los jerarcas del régimen. Pero resulta obvio que aunque Díaz-Canel contactó con Putin en días recientes y tuvo a la mano a Narishkin durante su visita a Bielorrusia, no eran aquellos ni los momentos oportunos ni los canales reglamentarios para transmitir información operativa sensible que, aunque con la aprobación del mando superior —en este caso a nivel de jefes de Estados—, sólo se comparte, evalúa y se proponen las medidas a tomar entre especialistas, como estuvieron ahora en La Habana los jefes y oficiales operativos rusos y cubanos.
Luego, es útil preguntar: ¿Está Narishkin recibiendo información operativa de sus colegas cubanos? Y, si es así, ¿de qué región del mundo proviene, y dónde están establecidos los agentes o el agente que obtuvo tan importante señal? ¿O acaso Narishkin está pidiendo colaboración concreta para la obtención de información a través de agentes de inteligencia cubanos operando en Estados Unidos u otros lugares del mundo, sabiendo, como debe saber, las posibilidades operativas de La Habana? ¿O —sí, puede ser— está Serguéi Eugenevich estableciendo contacto directo con el oficial operativo de algún agente de alto perfil, como lo fueron Ana Belén Montes o Víctor Manuel Rocha? Y si fuera así, ¿fue para conocer información que sólo esos agentes pueden haber obtenido, pero que no se transmite sino personalmente…? Óiganme…, parecen muchas, demasiadas preguntas, pero en realidad son pocas, fragmentadas e hipotéticas, dado lo enzarzado del asunto y de muy vieja data, espinoso.
En febrero pasado Nicolai Patrushev, asesor de Putin y secretario del Consejo de Seguridad de Rusia, visitó Cuba, donde fue recibido por el general Raúl Castro, quien lo llamó “mi viejo amigo”; públicamente, y, no haciéndose pasar por ingenieros agrónomos o hidráulicos como habían hecho otros oficiales durante la preparación del teatro de operaciones que terminaría en la Crisis de los Misiles, esta vez a Patrushev lo acompañaron oficiales superiores del Servicio Federal de Seguridad y el Servicio de Inteligencia Exterior.
Pero no resulta raro que Raúl Castro en 2024 llamara “mi viejo amigo” a Nicolai Patrushev, pues, ya entre 1953 y 1956 el menor de los Castro había establecido relaciones con otro Nikolai, pero de apellido Leonov, por entonces “estudiante” de lenguas extranjeras en México, aunque también, oficialmente, ya adscrito al Servicio de Inteligencia Exterior del KGB en 1958, antes del triunfo del castrismo, y precisamente, por conocer Leonov personalmente a los hermanos Fidel y Raúl Castro, al primero en México, en 1956, y al segundo desde que fueran compañeros de viaje desde Génova hasta La Habana en el barco Andrea Gritti.
Véase cuan antiguos son los intereses operativos rusos en Cuba con miras hacia Estados Unidos, desde antes de la insurrección contra Fulgencio Batista, y sin detenerse cuando ya, en los primeros meses de 1959, y con fachada de periodista de la agencia Tass, se había establecido en La Habana el coronel del KGB Alexander Alexeev, quien en 1962, en la preparación de la instalación de los misiles, fue nombrado por Nikita Jruschov embajador porque, “usted lleva mucho tiempo trabajando en Cuba y tiene buenas relaciones con los dirigentes cubanos”, diría Jruschov, según relataría el mismo Alexeev.
Luego, si la información operativa vale dinero, constante y sonante o como pago en especies, ya sean barcos-tanques petroleros o mercantes cargados de harina de trigo o arroz, y ya sea información de investigación criminal, de contrainteligencia o de inteligencia, no resultará raro entonces que cualquier enemigo de Estados Unidos, tenga a Cuba, por su posición geográfica, como mercado de compra y venta y a decir de Graham Greene, envíe a sus espías a La Habana. Eso, es historia. Y el lunes de la semana pasada y desde Moscú llegó a La Habana Narishkin, y es noticia, aunque se haya mantenido en sombras.
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