Más de 650 loras, cotorras, guacamayas y pericos han sido rescatados del cautiverio desde 2024 en el Valle de Aburrá

Más de 650 loras, cotorras, guacamayas y pericos han sido rescatados del cautiverio desde 2024 en el Valle de Aburrá

La lora frentiamarilla incautada hace días por las autoridades en Itagüí no sobrevivió, pese a los esfuerzos de los profesionales que la recibieron en el Centro de Atención, Valoración y Rehabilitación (Cavr) del Área Metropolitana del Valle de Aburrá (Amva). Ganaron las graves secuelas por 32 años de cautiverio a los que la sometieron, sin comer lo que debía; privada de volar, de limarse las uñas y el pico en los troncos de los árboles; condicionada a vocalizar sonidos que no son los de su especie; condenada al dolor y el maltrato evidenciados en el grave estado en el que llegó.

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El caso de esa frentiamarilla (Amazona ochrocephala) ejemplifica la dramática situación que viven loras, guacamayas, cotorras y pericos por culpa de personas que siguen creyendo que las pueden tener como mascotas. La compraron hace más de tres décadas en Medellín y la tuvieron lejos del hábitat natural del que no debió salir. Los resultados de la valoración de los profesionales son demoledores: tenía un pico desproporcionado de 10 centímetros y deformado, y las uñas con sobrecrecimiento exagerado, lo que le impedía comer sola, porque ni siquiera podía agarrar los alimentos.

La lora frentiamarilla tuvo un sobrecrecimiento en sus uñas, lo que le generó un apoyo inadecuado de las patas y por eso tiene una inflamación crónica muy dolorosa. FOTOS Cortesía Amva

La lora frentiamarilla tuvo un sobrecrecimiento en sus uñas, lo que le generó un apoyo inadecuado de las patas y por eso tiene una inflamación crónica muy dolorosa. FOTOS Cortesía Amva

Tenía dermatitis severa, el plumaje opaco e incompleto, un estado nutricional deficiente. No era para menos, no podía agarrarse a cortezas naturales ni apoyar bien las patas y por eso tuvo crecimiento aberrante de pico y uñas; la alimentaron a punta de semillas de girasol, galletas y aguapanela, tal vez de forma asistida. Un doloroso caso que no es aislado, aunque sí uno de los más graves que han tenido.

Tener loras en cautiverio es un delito

Andrés Gómez Higuita, zootecnista y coordinador de la red de tratamiento de fauna silvestre del Amva, señala que entre 2024 y mayo 30 de 2025 atendieron 1.545 psitácidos, como cotorras, guacamayas, pericos reales y distintos tipos de loras. De ese total, 484 han sido entregas voluntarias y 171 rescates en incautaciones, ambos casos relacionados con tráfico de fauna silvestre. Sigue siendo un reto sensibilizar a la gente, para que entienda que tener una de estas aves en casa es un delito que puede acarrear cárcel. Y el hecho de entregar de forma voluntaria al animal no exime de una sanción.

Después de las tortugas, los psitácidos son los animales que más recuperan en el Amva. Gómez Higuita explica que los otros 890 psitácidos atendidos desde 2024 son por emergencias: chocan contra un ventanal, son agredidos por personas o atacados por perros y gatos o son pichones que caen de los nidos.

Se trata de loras, guacamayas, pericos o cotorras que están libres por el Valle de Aburrá, aunque no sean nativos de este territorio. Décadas atrás, no se sabe cuándo con exactitud, muchas de ellas escaparon de casas o las personas que las tenían cautivas las liberaron de forma irresponsable y así empezaron a reproducirse y a colonizar el área metropolitana, por lo cual ahora es común verlas libres en grupos, en parques y barrios.

Una vez más, por cuenta del tráfico de fauna silvestre las introdujeron a esta región tras sacarlas de sus hábitats naturales en zonas como el Magdalena Medio, el Bajo Cauca o el Urabá antioqueños, el norte del país o la Amazonía. Ahora, no es posible controlar su crecimiento, pero el Amva tiene acciones para garantizar su protección en libertad.

Algunas aves nunca vuelven a volar tras el cautiverio

Sin duda, los casos más dolorosos que atienden son los asociados al tráfico de fauna silvestre. Han recibido aves de 15, 20 y hasta 40 años de cautiverio; que perdieron la capacidad de emitir sus sonidos naturales porque las sometieron a aprenderse un himno o a saludar como personas; una vez recibieron una lora que recitaba toda la misa porque al parecer se la hicieron escuchar una y otra vez por televisión. Hay otras que olvidaron como volar, que no saben reconocer a un depredador ni tienen la fuerza para escapar de él ni la capacidad de buscar un fruto.

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“En el egocentrismo humano se tienen como mascotas especies bonitas, carismáticas, coloridas como las loras, porque vocalizan, cantan el himno antioqueño o el nacional. El hombre tiene el poder de extraer esos animales silvestres para venderlos, para condenarlos a morir. Eso, sin contar el impacto que causan sobre el medioambiente y, peor aún, sin saber que son animales que nos pueden transmitir algunas enfermedades zoonóticas”, dice el experto.

Los efectos del cautiverio son prolongados. Algunos animales rescatados mueren en el proceso de rehabilitación y otros nunca vuelven a ser aptos liberarlos en hábitats naturales. Un 70% de loras a las que les abran la jaula sin un protocolo adecuado tras haber estado cautivas tiene alta probabilidad de morir la primera semana de “libertad”, indica el argentino Alejandro Rigatuso, quien lleva viviendo 10 años en Colombia y creó hace unos cuatro la Fundación Loros, ubicada en Villanueva, Bolívar.

Allí reciben psitácidos de todo el país que envían las corporaciones ambientales ya con un proceso previo de rehabilitación, que incluye recuperación física, de salud y parte del comportamiento. En el caso de Antioquia, la Fundación Loros ha recibido estas especies del Amva y las demás corporaciones, con el fin de promover su libertad en un espacio apto, proceso que dice Rigatuso que no es fácil lograr por completo, excepto en aquellos que están muy jóvenes, porque los que duran muchos años en cautiverio quedan con secuelas irreparables como para ser libres del todo.

Infográfico

Más de 650 loras, cotorras, guacamayas y pericos han sido rescatados del cautiverio desde 2024 en el Valle de Aburrá

De cualquier forma, en el espacio de la fundación las aves tienen una tasa de supervivencia altísima; están en el clima natural para su distribución: cerca de 30 grados; comen variedad de frutas, que es lo que deben comer; vuelan en bandadas como es usual porque son animales muy sociables; y tienen la posibilidad de escuchar sonidos que deben vocalizar, los que hacen para buscar comida, escapar del peligro o comunicarse, nada de himnos ni canciones ni misas ni saludos ni cacaos.

El reto es sensibilizar cada vez más a los ciudadanos, para que entiendan que tener una lora, una cotorra, una guacamaya o un perico no es normal, que aunque crean que les brindan amor y cuidado, solo los están condenando al sufrimiento; que además causan daños al medioambiente, porque estas aves tienen funciones ecológicas espectaculares, podan árboles, controlan plagas, dispersan semillas, van creando corredores ecológicos a su paso, funciones que siempre debe ser en libertad.

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