Mario Echevarría, el cubanoamericano que reclamó Cayo Coco

Mario Echevarría, el cubanoamericano que reclamó Cayo Coco

  • Cuba
  • abril 21, 2025
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MIAMI, Estados Unidos. – Mario Echevarría, empresario cubanoamericano afincado en Miami, lleva consigo no solo el recuerdo de una Cuba que dejó atrás en 1967, sino también el peso simbólico y jurídico de una historia familiar marcada por el despojo. Su nombre ha ganado notoriedad tras el fallo de una corte federal en Estados Unidos que le otorgó casi 30 millones de dólares como compensación por el uso no autorizado de terrenos que, según documentos en su poder, pertenecieron a su familia y hoy conforman parte del polo turístico de Cayo Coco. Pero detrás del litigio hay una historia que comienza en la región de Morón, Camagüey, donde nació.

Echevarría es descendiente directo de los antiguos propietarios de Cayo Coco, una extensa porción de tierra —2.403 caballerías— expropiada tras la aplicación de la Ley de Reforma Agraria en 1959. Según relató en una entrevista con UniVista TV, el islote pertenecía a su bisabuelo, y la administración de la propiedad recayó durante años en Carmen Cuevas, su tía abuela, una mujer soltera que, pese a contar con tres empleados domésticos, cocinaba personalmente para sus nietos. “Ella adoraba a sus nietos. Todo lo que era la comida de los nietos lo hacía ella”, recordó Echevarría.

La familia Cuevas-Angulo, de origen camagüeyano, vivió una historia singular: seis hijos, de los cuales tres eran sordomudos y nunca se casaron. La línea que continuó con descendencia fue la de la abuela de Mario, quien se unió en matrimonio a un vizcaíno, de ahí el apellido Echevarría. Durante décadas, la familia mantuvo la propiedad sobre Cayo Coco, hasta que Fidel Castro declaró ilegal la gran propiedad rural, lo que marcó el inicio del exilio y el desarraigo.

En 1959, mientras cursaba estudios de Ingeniería Eléctrica en la Universidad Estatal de Luisiana (LSU, por sus siglas en inglés), Echevarría decidió regresar a Cuba motivado por el entusiasmo que despertó el triunfo revolucionario. “Yo pensaba que al triunfo de la Revolución lo que venía era la democracia de Cuba. Yo no sabía quién era Fidel Castro”, afirmó. 

Sin embargo, su desencanto llegó pronto: el 1 de mayo de 1959, durante un acto oficial en La Habana, fue testigo de cómo se insultaba públicamente al expresidente costarricense Pepe Figueres, un referente para muchos estudiantes latinoamericanos. “Ahí dije: ‘Esto anda mal’”.

De regreso a Cuba, cambió su rumbo académico y se graduó de Ciencias Comerciales en la Universidad de La Habana. Se casó con la doctora Roselia Romero, con quien compartió 55 años de vida, y trabajó como jefe de contabilidad en la empresa Reynolds. Alcanzó el cargo de supervisor del Ministerio de Industrias, pero su posición política le valió la marginación. “Nunca hice guardia ni corté caña. Mi abuela me decía: ‘Estudia, que el que no estudia corta caña’. Y yo estudié para no cortar caña”, rememoró.

La familia Echevarría sufrió el embargo de sus bienes en 1961: les fueron confiscadas cuentas bancarias y propiedades, y Mario, desde el exterior, debió enviar medicinas a sus parientes en la Isla. Tras abandonar Cuba definitivamente, su vida profesional continuó en España, donde trabajó para General Electric como jefe administrativo de ventas en Madrid y luego como director financiero en Bilbao. Posteriormente se trasladó a Estados Unidos, donde continuó su carrera en Nueva York y Connecticut.

Ya en Miami, se convirtió en una figura activa de la comunidad cubana en el exilio. Fue presidente de los Municipios de Cuba en el exilio, gobernador del distrito 35N del Club de Leones en Florida, y promotor del premio Ramiro Collazo, que entrega anualmente a personalidades hispanas destacadas. Actualmente, dirige la Peña del Versailles, un espacio de encuentro para cubanos donde se comparte historia, cultura y política.

Para Echevarría, Cayo Coco es más que un terreno: es un símbolo de su vínculo con Cuba, de su herencia familiar y de su lucha por la justicia. Con orgullo sostiene que posee la documentación que acredita su propiedad sobre esos terrenos. “Sabemos que quisiera desarrollar allí un complejo turístico en una Cuba libre”, escribió en 2019 Benjamín de Yurre y Fals, autor de un perfil publicado en la revista Bencomo.

Más allá de la indemnización económica que supone el reciente fallo judicial, Mario Echevarría representa a una generación de cubanos que no ha dejado de luchar, en el exilio, por recuperar lo que consideran suyo, que no es solo la tierra, sino también la memoria.

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