
‘Mamá, yo quiero saber’: Los 100 años de Matamoros y la historia de su son más famoso
- Cuba
- mayo 8, 2025
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SANTA CLARA, Cuba. – Miguel Matamoros jamás hubiera podido olvidar la fecha exacta de la fundación de su trío, el más célebre de la música cubana, porque coincidió, sin habérselo propuesto, con el mismo día de su cumpleaños. No por casualidad el 8 de mayo fue elegido hace apenas cinco años como Día de Son cubano a propuesta del fallecido compositor y sonero Adalberto Álvarez.
Mucho antes de que el Trío Matamoros grabara su primer disco en Estados Unidos y fuera luego aclamado en su propio país, el son había peregrinado hasta el Occidente de Cuba desde las lomas santiagueras y había irrumpido en los bailes encopetados de la clase alta habanera, no sin levantar recelo entre las parejas habituadas a moverse con la cadencia más medida de contradanzas y danzones. Era aquel un fenómeno criollo, popular y auténticamente cubano, mucho más atrevido en forma y estructura armónica, con patrones rítmicos percutivos africanos antes relegados a barrios, barracones y cuarterías; y que se mezclaban con la cuerda pulsada de la herencia hispana.
Aunque se afirma que el son arribó por primera vez a la capital a principios del siglo XX con el traslado del Ejército durante la administración de José Miguel Gómez, en realidad su expansión se debió a la búsqueda de trabajo mejor remunerado de aquellos pequeños conjuntos orientales. En muy poco tiempo el ritmo pudo rebasar la clandestinidad de la periferia habanera para convertirse en el preferido de clubes y tertulias con un formato ya enriquecido en el que se sustituyeron instrumentos primigenios del son montuno como la botija o marímbula por el contrabajo, y se añadieron otros como la clave y la trompeta.
Ya para la segunda y tercera década del siglo, temas clásicos como Échale salsita o Suavecito habían conquistado definitivamente los escenarios bailables de La Habana y Nueva York con nuevos estándares melódicos en la manera de interpretar el ritmo oriental que devino en el género por excelencia de la música cubana. Justo en este contexto surge el legendario Trío Matamoros, el 8 de mayo de 1925, en los propios festejos del cumpleaños 31 de quien fuera su principal compositor y guitarrista líder y tras el encuentro fortuito con los también santiagueros Ciro Rodríguez y Rafael Cueto.
Casi de inmediato, el trío despertó el interés de la firma discográfica RCA Víctor. El nombre por el que serían conocidos surgió precisamente tras la visita a Nueva Jersey para grabar su primer fonograma con esta compañía y fue un técnico de la productora quien propuso el apellido de Matamoros para lanzar al trío al mercado musical. Aquel primer disco vendió en Cuba más de 64.000 copias. El éxito alcanzado dentro y fuera del país fue tal que llegaron a presentarse hasta en cinco teatros y cines en un mismo día y en grandes escenarios de Europa y América Latina.
Sin lugar a dudas, el tema Son de la loma es uno de los más internacionalizados del trío e incluso del género. A pesar de que la canción se popularizó con ese nombre debido a su estribillo, el propio Matamoros contó al musicógrafo Lino Betancourt que el título original era Mamá, son de la loma y que lo había compuesto en 1922. “Fue una noche que yo estaba dando una serenata en Trocha y San Pedro”, contó el músico. “Entonces, de una casa cercana salió una señora con su hija pequeñita y dijo así: ‘Señor, mi hija quiere saber de dónde son los cantantes, que los quiere conocer’. Me inspiré en esa pregunta y esa misma noche hice el resto. ‘Son de la loma’ quiere decir que son de Santiago y cantan en llano, o sea, en La Habana”.
En ese mismo encuentro con Betancourt, Miguel Matamoros refirió que otro de sus boleros-son más conocidos, Lágrimas negras, no fue derivado de una experiencia personal sino de la de una vecina que siempre visitaba su casa “lamentándose de que el marido la había abandonado, según ella, sin razón”.
Los sones del Trío Matamoros se convertirían en los más versionados de la historia del género. Con más de 200 títulos entre sus más famosas composiciones destacan La mujer de Antonio, El que siembra su maíz, El paralítico, Hueso na’má y algunos con nombres tan curiosos y adelantados para su época como El nudismo en Cuba o La cocainómana.
La historia del Trío Matamoros está repleta de anécdotas insólitas, como aquella que cuenta que sus integrantes fueron sorprendidos por un incendio en un hotel de Nueva York mientras se hallaban de gira por Estados Unidos. Miguel, que se había quedado dormido en su habitación sin percatarse de la situación, fue el único huésped rescatado por los bomberos con extrema dificultad pues descendió por la escalera de emergencia al revés, de frente al auditorio que lo aclamaba desde la calle.
En otra de sus presentaciones fuera de Cuba, específicamente en Santo Domingo, casi pierden la vida por el paso imprevisto del ciclón San Zenón, uno de los más catastróficos del siglo pasado. De hecho, en Santiago se corrió el rumor de que en efecto habían muerto, hasta que fueron retornados a la Isla en un avión militar. La sorpresa de su fanaticada fue tal que algunos creyentes le adjudicaron al Trío Matamoros la virtud de la inmortalidad.