
Los viáticos, la herramienta auxiliar del pasaporte cubano retenido
- Cuba
- abril 22, 2025
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LA HABANA, Cuba. – Retienen los pasaportes “para que no se pierdan” y, aunque los salarios los pagan en pesos cubanos, venden los alimentos en dólares “por nuestro bien”, y reprimen las manifestaciones pacíficas “para proteger al pueblo” y así, el listado de “buenas acciones” del régimen superprotector engorda cada día tanto o más que unas barrigas voluminosas por el estrés que causa cuidarnos tanto, y no por la abundancia que resulta de esclavizar a millones de personas.
Porque lo de retirar los pasaportes a los médicos es parte del modus operandi de una fuerza laboral sometida que no se reduce a las brigadas médicas comercializadas. Deportistas, maestros, científicos, artistas y hasta los mismísimos funcionarios de la dictadura saben muy bien de esa “clásica” maniobra de retener no solo los documentos sino además los salarios, incluso las llamadas “dietas” o viáticos de viaje, a lo que habría que agregar la retención (el secuestro) de las familias en Cuba para usarlas como rehenes contra esa persona que, de abandonar la “misión” (ya sea, digamos, una brigada médica, una gestión oficial, una competición deportiva, una gira artística, un evento científico o una tripulación) es castigada como desertora, como “traidora a la patria”.
Los médicos son la punta del iceberg, y es mucho más siniestro lo que ahora con el escándalo de los pasaportes comienza a salir a luz. Las historias y denuncias de ese sometimiento, de ese abuso convertido en práctica habitual, y por tanto normalizada, por el régimen cubano, pueden ser cosechadas fácilmente en los comentarios a las publicaciones que medios y periodistas independientes han subido a las redes en los últimos días, y no contra un gremio de trabajadores explotados —como tergiversan los voceros de la dictadura para intentar “virar la tortilla” frente a la opinión pública— sino precisamente en su defensa. Porque sí, es un ataque, nadie lo niega, pero un ataque a una práctica criminal que involucra a más de un gobierno, incluso a organizaciones internacionales como la OIT, la OPS y la OMS.
Las historias comienzan a salir, narradas en primera persona y no desde perfiles falsos ni con consignas ni groserías —como suelen responder a las denuncias los “ciberdefensores” del régimen siempre que los argumentos escasean—, sino a cara descubierta, yendo al grano, ofreciendo nombres, lugares y fechas, brindándose a testificar frente a quien sea, como para no dejar dudas de que los médicos esclavizados son apenas un breve capítulo de una historia de terror mucho más extensa e intensa.
Que no fue una práctica del pasado sino que continúa. Y de eso pueden dar fe las brigadas de maestros, los equipos de científicos, los constructores en algunos países de África y del Caribe que ni siquiera cobran salario de manera directa, que duermen hacinados en campamentos rigurosamente vigilados y que, para traer algo para sus familias, no solo dejan de comer por ahorrar los viáticos sino que se se fugan a hacer compras a escondidas de los jefes. Más de uno ha sido retornado a Cuba por tales “indisciplinas”.
Lo de los viáticos es una extensión del chantaje de los pasaportes. Es como la herramienta de refuerzo: “Te dejo sin documentos y sin medios para sobrevivir, para fugarte”. Esa es la idea.
Experiencias similares a la de los maestros y demás profesionales las hemos vivido casi todos los cubanos y cubanas en carne propia, y además las hemos escuchado, algunas personalmente, de amigos. De marineros enrolados en tripulaciones extranjeras bajo contrato de estas con entidades cubanas, de pilotos y azafatas, de deportistas que han llegado a prostituirse allá a donde han ido a competir por tal de ganar algo más que el escasísimo dinero de bolsillo que les daba el INDER, porque los dólares recibidos como premios u honorarios jamás pasaron por sus manos, y hoy ya retirados del deporte venden medallas y trofeos para sobrevivir.
En las embajadas y consulados cubanos, así como en las representaciones comerciales en el exterior, donde supuestamente labora ese personal más fiel entre los fieles, estrictamente seleccionado e investigado por la policía política, las “deserciones” y fugas no son excepción, más por estos días en que la vieja chalupa del castrismo vuelve a hacer aguas, y por tanto las medidas de control se han traducido en el reforzamiento del encierro que, en algunos casos, roza el aislamiento total de aquellos funcionarios a los que les han permitido viajar con sus familias.
No pueden sacar a los hijos a pasear (no por “seguridad”, sino para asegurarse, con el breve secuestro, de que retornarán); a los matrimonios no los dejan salir juntos sino siempre acompañados de algún oficial, y luego de haber descrito exhaustivamente, días antes, el itinerario y los objetivos de la salida, así como los posibles “contactos” que harán, incluidos los choferes de taxi y vendedores ambulantes, en fin, un control excesivo que roza la paranoia y que no deja dudas de que trabajan para un gobierno enfermizo, excesivamente temeroso de las “traiciones”, pero sobre todo celoso del dinero que con estas se les escapa.
Hace poco más de 20 años, una vez que Hugo Chávez comenzó a regalar dinero a manos llenas, el régimen cubano, siempre hábil metiendo la mano en los bolsillos ajenos, logró sacarle uno de tantos “acuerdos de cooperación” loquísimos, en el cual Venezuela asumía los gastos de viáticos de las delegaciones cubanas a eventos internacionales, sobre todo en los países que integraban la llamada Alianza Bolivariana para las Américas (ALBA).
Sin que le temblara la mano, el poderoso nuevo amigo aprobó el pago mínimo y directo en mano de poco más de 100 dólares a cada persona por día de viaje, lo que enseguida se tradujo en un zafarrancho de funcionarios paseando y gastando dólares por el mundo e, igualmente, en una terrible pesadilla para Fidel Castro que veía no solo cómo los “viáticos” de un solo día doblaban cinco y seis veces el salario de varios meses de sus funcionarios y trabajadores sino que, por demás, se le escurrían los verdes entre los dedos, así como se les escapó más de un “revolucionario fiel”, ayudado por la “bondad” de Chávez.
Eso, por supuesto, duró muy poco. Apenas unos meses, que fueron los suficientes para obligar al “sugar daddy” a eliminar al funcionario venezolano que viajaba con las delegaciones cubanas para fiscalizar la entrega del dinero, sino para, además, transferir la totalidad de esos miles de dólares a los ministerios, que luego se encargarían de entregar a las empresas solo aquella cantidad mínima que se ajustaba a las viejas normas sobre viáticos (quizás redactadas en la era soviética), muy inferiores a lo establecido en el acuerdo inicial con Caracas.
Lo que pasó luego con el resto del dinero que no llegaba a manos de los funcionarios, artistas y demás “viajeros oficiales” pocos lo saben en verdad, a qué oscuro rincón fue a parar, que quizás sea el mismo agujero negro de la economía cubana por donde se han ido los dólares arrebatados a los “colaboradores” de las misiones médicas, a los deportistas, artistas, científicos y a todos aquellos que los comunistas cubanos incluyan en su inmensa dotación, de la que no escapan ni siquiera los llamados “grupos de solidaridad con Cuba”, ni los “puentes de amor”, ni los “pastores por la paz”, y muchísimo menos esos inversionistas extranjeros y “emprendedores privados” a los que a cada rato congelan cuentas, decomisan mercancías, cierran negocios, multan y procesan judicialmente cuando se ponen demasiado “exigentes”.