Los “sin casa” de las FAR

Los “sin casa” de las FAR

  • Cuba
  • abril 29, 2025
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LA HABANA.-Quiere irse, pero una “fuerza mayor” se lo impide. No se trata de una convicción, ni de la lealtad jurada a los “jefes” militares, ni de la vocación que alguna vez tuvo y se esfumó al poco tiempo de servicio. Tampoco de la pobreza que, contrario a lo que pensaba cuando casi un niño se hizo cadete, no se fue con el uniforme.

Su “fuerza mayor” —como confiesa— es el apartamento que está a punto de obtener, ahora que, decepcionado por el rumbo caótico de Cuba y arrepentido de haberse hecho militar, lo ascenderán a capitán de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR).

Lleva más de una década esperando eso que lo ha mantenido ahí: soportando órdenes de “superiores” a los que detesta, arengas políticas en las que no cree, guardias inútiles y entrenamientos que sabe no servirán en caso de un enfrentamiento real. Todo por la casa que le prometieron al cumplir diez años de servicio, el tiempo mínimo establecido oficialmente desde 2011 para otorgar viviendas en las FAR.

Las viviendas viejas y las prioridades

“Por supuesto que hay excepciones, y descaro, como siempre”, dice, molesto consigo mismo por tener que aguantar en silencio. “Si protesto, me embarco. No voy a arruinar lo que ya he logrado”.

Sabe de decenas de oficiales en la misma situación, que llevan más de diez años esperando por una casa. Algunos, por “hablar de más”, “no caer bien” o no ser “hijos de papá”, tal vez nunca la verán. Seguirán agregados en casas de familiares, en cuarteles, o recibiendo viviendas viejas, abandonadas por oficiales premiados con un “cambio de vivienda”.

“A nosotros nos mandan a los edificios viejos, con filtraciones y problemas estructurales, en lugares alejados”, cuenta. Solo bajo la promesa de omitir detalles que lo expongan, se explaya sobre lo que ocurre hoy en las FAR: éxodo de oficiales, desmotivación, una drástica baja de ingresos en las academias y su decepción personal, compartida por una tropa cansada y sin incentivos.

“Muchos están como yo, esperando la casa para después buscar licenciamiento, por peritaje médico o traslado a un cargo civil en GAESA”, asegura. No oculta su deseo de emigrar o, al menos, de que ocurra un cambio: “Esto no es revolución, esto se jodió”, dice con resignación y enojo.

La nueva generación tiene menos privilegios

“Estamos embarcados”, comenta, refiriéndose a los más jóvenes: “Antes te daban casa a los dos o tres años de graduarte. Esa era la motivación: te daban muebles, electrodomésticos, comida, reservaciones en hoteles y casas de playa. Ahora tienes que esperar diez años mínimo, otros quince para que dejen de considerarla propiedad del ejército. Y ni hablar del camino para ser primer oficial o general, eso es casi infinito”.

Aun así, con entre 200 y 300 viviendas anuales en todo el país, las FAR se consideran mejor que el Ministerio del Interior (MININT), donde —según datos recabados por Cubanet— el plan de viviendas es inferior a 100 al año.

“Estamos mucho mejor que los del MININT, ahí sí te jubilas sin casa. Por eso no tienen policías, tienen que buscarlos en Oriente, y en cuanto llegan a La Habana se les van”, cuenta otro oficial bajo anonimato. “Además, del MININT es más fácil salir, en las FAR te puede costar la cárcel. Si pides la baja es indisciplina grave, vas preso. La gente está furiosa. Si ahora mismo dejaran irse a todos los que quieren, se vacían las unidades. Es que ni la casa vale tanto aguante”.

Corrupción en las altas esferas

Según testimonios recogidos, el descontento no solo es por la escasez de estímulos materiales, sino también por la corrupción de los altos mandos. Coroneles y generales se han autoasignado más de una vivienda, remodelan a su antojo, las regalan a amantes, familiares y allegados, a costa del inventario destinado a los subordinados.

Las últimas disposiciones de las FAR no solo castigan el contacto no autorizado con extranjeros o la solicitud anticipada de licenciamiento, sino que amenazan con expropiar bienes y viviendas a los indisciplinados. También se ha alargado la carrera militar, añadiendo grados intermedios para alcanzar los niveles de “primer oficial” y “general”, un título que apenas se otorga ya, porque —según fuentes— hay demasiados, todos exigiendo privilegios.

“Es un relajo. Ni cuando se hacían quinientas casas al año alcanzaban, porque se las daban al yerno, a la suegra, al chofer”, dice otro oficial. “Si no tienes suerte o no comes en la misma mesa, te quedas atrás. Y ahora GAESA prioriza a los suyos porque tienen dinero, materiales y son los que deciden”.

La otra Cuba: sin casa y sin esperanzas

Mientras tanto, del otro lado de la historia, millones de civiles sobreviven en condiciones precarias, rezando por no morir en un derrumbe y envidiando la esperanza de los “sin casa” de las FAR, a quienes al menos les queda la promesa —lejana y cada vez más incierta— de una vivienda tras una década de servicio.

Si la soldadesca se arrepiente de haber elegido ese destino, ¿qué esperar de los que nunca eligieron la realidad corrupta y militar en la que intentan sobrevivir?

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