
Lo que no se dijo en Cuba sobre Máximo Gómez
- Cuba
- julio 10, 2025
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El pasado 17 de junio se homenajeó en Cuba a Máximo Gómez, pero se ocultaron facetas importantes de su pensamiento.
LA HABANA, Cuba. – La historia que se ha escrito en Cuba después de 1959 está construida en base a mitos para presentar un pasado que legitime el actual estado de cosas en la Isla. Así se ocultan hechos, se tergiversa el legado de nuestros próceres, o se exhibe una visión distorsionada de los acontecimientos. Todo con tal del avieso propósito de convertir en verdades episodios salidos de la malintencionada interpretación castrista de la historia.
Uno de esos mitos se refiere a la intervención militar de Estados Unidos en la gesta independentista de 1895, calificada por la historiografía castrista como un zarpazo imperialista que frustró la ya cercana victoria mambisa.
Durante el pasado mes de junio, en ocasión de cumplirse el 120 aniversario de la muerte del ilustre dominicano-cubano Máximo Gómez, general en jefe del Ejército Mambí, se le rindió homenaje a su figura, con flores del gobernante Miguel Díaz-Canel y otras figuras de la nomenclatura en su tumba en el Cementerio de Colón, y reseñas de la prensa oficial que destacaron sus grandes méritos militares. Pero, por supuesto, ni media palabra acerca de lo que a continuación se comenta.
Después de producirse la Declaración Conjunta del Congreso de Estados Unidos, y la consiguiente intervención de Washington en el conflicto, el entonces capitán general de España en Cuba, Ramón Blanco, le envió una carta a Gómez con el objetivo de que España y Cuba olvidaran sus pasadas diferencias y se unieran para enfrentar al invasor estadounidense. Todo tomando en cuenta que compartían una raza y una sangre en común. Y concluía el general Blanco proponiendo una alianza de ambos ejércitos en la ciudad de Santa Clara. “Los cubanos recibirán las armas del Ejército Español, y al grito de Viva España y Viva Cuba, rechazaremos al invasor y libraremos de un yugo extranjero a los descendientes de su mismo pueblo”. (Historia de la nación cubana, tomo VI, La Habana, 1952, pág. 426).
La respuesta de Máximo Gómez fue inmediata y contundente. Tras manifestar que el general Blanco representaba en este continente a una monarquía vieja y desacreditada, y que los cubanos combatían por un principio americano: el mismo de Bolívar y Washington, apuntó: “Hasta el presente solo he tenido motivos de admiración hacia los Estados Unidos. He escrito al presidente McKinley y al general Miles, dándoles gracias por la intervención americana en Cuba. No veo el peligro de nuestro exterminio por Estados Unidos. Por el presente solo tengo que repetirle que es muy tarde para su pretendida alianza”.
Vale decir que esa no era solamente la opinión del alto jefe mambí, sino que era también el punto de vista de la gran mayoría de los generales cubanos que combatieron contra los colonialistas españoles, quienes comprendían la importancia de la colaboración estadounidense para el rápido fin de las hostilidades contra las tropas de Madrid.
De lo anterior brota la siguiente interrogante: ¿qué derecho les asiste a los actuales funcionarios e historiadores cubanos, tras más de 100 años de aquellos acontecimientos, a interpretar los hechos de una manera diferente a como lo hicieron los protagonistas de esas jornadas? Realmente, ningún derecho. Lo que han hecho es, simplemente, cañonear la historia.
A la postre resulta preocupante que varias generaciones de cubanos se hayan formado a la sombra de esos mitos ―en verdad son muchos― fabricados por el castrismo. Es imperiosa la labor de historiadores, investigadores e intelectuales en pos de presentar la verdadera historia.
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