Laura Sarabia podría quedarse en el Gobierno: tiene una reunión clave hoy con el presidente Petro

Laura Sarabia podría quedarse en el Gobierno: tiene una reunión clave hoy con el presidente Petro

La carta de renuncia de la canciller Laura Sarabia está sobre el escritorio en el despacho del presidente Gustavo Petro en el tercer piso de la Casa de Nariño. Durante dos periodos distintos, primero como jefe de gabinete y luego como directora del Dapre, la joven funcionaria ocupó una oficina a pocos metros de la del presidente. Era ella el primer filtro y la encargada de notificar a ministros y directores de entidades que ya no seguirían trabajando en el Gobierno; a algunos, incluso, les ofrecía embajadas u otros puestos “por orden del señor presidente”.

A finales del año pasado, cuando aterrizó desde Roma el polémico exsenador y ahora ministro del Interior Armando Benedetti, Sarabia empezó a perder su influencia en Palacio. Fue nombrada el 29 de enero como ministra de relaciones exteriores —la más joven en la historia de Colombia con 30 años—, pero meses después estallaría una crisis que condujo a su salida: la fabricación de pasaportes.

Petro está empecinado en que la empresa Thomas Greg & Sons (TGAS) no debe seguir teniendo ese contrato. Su solución, sin embargo, ha sido improvisada y ya le ha costado la cabeza de su primer canciller, Álvaro Leyva, y ahora de Sarabia. El mandatario y su círculo de confianza actual, en cabeza del jefe de gabinete Alfredo Saade, insisten en que desde el 1 de septiembre de este año, cuando termina la extensión más reciente con TGAS, la Imprenta Nacional puede asumir esa tremenda labor a través de un acuerdo con la Casa de Moneda de Portugal. La Cancillería piensa lo contrario. Así se lo hizo saber a la Procuraduría en documento enviado el 25 de junio en el que describe que para que eso suceda se necesitan mínimo 35 semanas de empalme y capacitación, además de otros procesos.

Sarabia se lo dijo directamente a Saade, quien sigue órdenes del presidente sin cuestionar; agregó que, si ellos insistían en ese escenario y no en extender el contrato con TGAS por 11 meses bajo la figura contractual de urgencia manifiesta, ella renunciaría. Y así sucedió. “A ella sus asesores le dijeron que si firmaba ese contrato como le pedían, se iba a la cárcel, y por eso renunció”, dice una fuente del Gobierno bajo reserva.

¿Al fin Sarabia se va o no?

Desde Praga (República Checa), donde lideró la apertura de la embajada de Colombia en esa ciudad, la politóloga escribió una carta de una página en la que expresa que “en los últimos días se han tomado decisiones que no comparto y que, por coherencia personal y respeto institucional, no puedo acompañar”. Y agrega: “No se trata de diferencias menores ni de quién tenga la razón. Se trata de un rumbo que, con todo el afecto y respeto que le tengo, ya no me es posible ejecutar”. El documento también dice que “hay momentos en los que decir adiós también es una forma de cuidar”.

Sin embargo, existe la posibilidad de que no sea un adiós definitivo. EL COLOMBIANO conoció en primicia que la renuncia de la canciller no fue irrevocable y que, tras una conversación hoy domingo cuando ella aterrice al país, la decisión podría echarse para atrás, ya sea que siga siendo canciller o que ocupe algún cargo diplomático. Así se lo dijo a este diario una fuente de alto nivel en Presidencia, pero también fuentes del entorno de la canciller confirmaron la información.

Los términos del diálogo entre Petro y Sarabia están mediados por el cariño personal y el agradecimiento mutuo, pero también por razones prácticas: el país está viviendo un nuevo episodio de crisis en su relación con Estados Unidos y el presidente no quiere perder a una funcionaria “necesaria” —a quien, públicamente, en la despedida del jueves, llamó “una hormiguita trabajadora (sic)”— que además conoce todos los secretos de la campaña y el día a día del mandatario una vez asumió el poder.

“Ellos se estiman y respetan mucho. La diferencia es técnica, no política”, dice un funcionario de la Cancillería que trabajó en la Presidencia con Sarabia. Sin embargo, lo técnico es político y el jefe de Estado tendrá que sopesar si abandona, por ahora, la idea de insistir en no extender el contrato con TGAS y no dejar ir a su otrora mano derecha o igual asumir los riesgos jurídicos, políticos y personales de la decisión. No se trata solo de la salida de una funcionaria eficiente que “tiene una inteligencia que capta con rapidez”, como dijo Petro, pues es bien sabido que mandatario no termina bien con la mayoría de sus colaboradores.

Lo de Sarabia trascendió la esfera de poder política hasta el plano personal. Petro no ha tenido colaboradores igual de leales y con el mismo nivel de poder o escándalos. Su mano derecha histórica fue Augusto Rodríguez, director de la UNP y también exguerrillero del M-19, pero su mayor habilidad era asesorarlo para los debates parlamentarios y más recientemente estar al frente de su seguridad, que no es poco. Pero la joven politóloga, y menor medida Armando Benedetti hasta hace poco, se hicieron indispensables para el presidente.

Resulta curioso, sin embargo, que tanto en la despedida a la funcionaria este jueves como en una entrevista a un medio internacional hace algunos meses, Petro asocia a ella la codicia.

“Hay que poner el corazón en los mas pobres, en lo justo, nunca dejarse conquistar por la codicia. La codicia es la enemiga de la revolución y de la vida”, dijo hace algunos días en X.

En su momento, se acusó al hermano de Sarabia, Andrés, de ser un avezado lobista que llevó a amigos a empresarios para relacionarlos con directivos de entidades públicas. Aunque no ha habido pruebas incontrovertibles de corrupción, todo ese escándalo le costó a Sarabia el distanciamiento con su hermano al punto de tener que hablarse a través de sus abogados; aunque recientemente, según conoció este diario, la relación mejoró un poco.

Lea además: Gobierno Petro mantiene “canales diplomáticos” frente a detención ilegal de opositor Guanipa en Venezuela, pero no ha sido así con otros países

Y a finales de febrero de este año, un par de semanas después del recordado primer Consejo de Ministros televisado, el jefe de Estado le dijo a El País de España que “(Sarabia) es una buena organizadora y una mujer joven. Cuando se es joven hay que madurar y hay que saber por cuál mal camino no se madura. Ahora, en la Cancillería, tiene que saber cuál es la voz de Colombia en el mundo”. Eso último, precisamente, es uno de los puntos que preocupa en el país.

¿Qué va a pasar con Estados Unidos?

El panorama internacional para Colombia con su aliado histórico no es bueno. Lo más reciente esta semana, el llamado a consultas de sus embajadores en Washington y Bogotá, y la amenaza aún no confirmada del retiro de visas para algunos funcionarios colombianos, prende las alarmas. Aunque Sarabia, desde Praga, ha hecho gestiones con funcionarios norteamericanos para bajar la tensión, el resto del gabinete, empezando por el presidente, ha contribuido al distanciamiento.

Además, el congresista norteamericano, Carlos A. Gimenez, se refirió a Petro como “el matón narcoterrorista socialista que vive en Casa de Nariño” y los ministros cerraron filas en defensa del mandatario: “Con semejante lenguaje e ideas, uno podría pensar que apoyaría un golpe de Estado”, le respondió Benedetti al norteamericano.

Esa es la narrativa que vende el petrismo aunque el presidente, contradiciendo lo dicho por él mismo hace algunas semanas, dijo que no creía que el secretario de Estado, Marco Rubio, estuviera involucrado en un golpe de Estado en su contra. Lo hizo en la posesión reciente de Héctor Carvajal como magistrado de la Corte Constitucional.

En diálogo con este diario, el politólogo e internacionalista Manuel Camilo González, explica que “es muy riesgoso un país sin canciller. Quien funge en esta posición es el encargado operativo de las acciones diplomáticas del país, es quien traduce en acciones las prioridades del Gobierno. El presidente no puede hacerse cargo de fijar prioridades y convertirlas en acciones concretas. Y mucho más con EE. UU., quien tiene recursos amplios en la negociación de las posibles salidas a este conflicto diplomático”.

El experto también considera que “la salida de Sarabia es la demostración de la fragilidad organizacional del Pacto Histórico. Puede o no ser un elemento definitivo para mirar su fortaleza en 2026, pero definitivamente revela ese ‘darwinismo’ político que le hace mal a la cohesión del progresismo. Por ahora el único ‘pegante’ es Petro, ¿Qué pasará cuando no esté?”.

De cara al futuro, el politólogo cuestiona que si siguen esas luchas internas, “el progresismo podría sufrir mucho porque personajes como Sarabia representaban ese puente con el establecimiento económico y político y que ahora están desertando por las decisiones impulsivas y otras erráticas del presidentes”.

Como perder a su canciller y una de sus funcionarias más poderosas; y luego, si sucede, echar para atrás esa renuncia.

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