Las «amistades peligrosas» de Fidel Castro

Las «amistades peligrosas» de Fidel Castro

  • Cuba
  • agosto 12, 2025
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El dinero, como garantía de consolidación en el poder de una dictadura mafiosa, siempre estuvo en el centro de las relaciones «amistosas» de Fidel Castro.

LA HABANA, Cuba. – Fidel Castro aparece junto a Jeffrey Epstein en una fotografía recién revelada. Se sorprenden quienes desconocen o prefieren olvidar otras muchísimas imágenes similares del dictador, al que solo se acercaban de ese modo tan festinado quienes compartían con él no tanto la ideología de ultraizquierda que se inventó para alimentar su rebaño de tontos útiles, sino la podredumbre moral que desbordaban, pero que ninguno supo aprovechar tanto como los Castro, que deben su permanencia en el poder precisamente a ese coqueteo con lo más sórdido de la especie humana.

Jeffrey Epstein es apenas otro más, en una lista donde los pedófilos Diego Armando Maradona y Edmundo García, o el hipócrita Frei Betto (que por mucho superaría al futbolista argentino si la casa de Tarará donde residió durante sus primeras estancias en Cuba revelara los secretos “húmedos” que guarda) son apenas las mascotas de una amplia colección de criaturas donde hay desde dictadores como Muamuar el Gadafi, Sadam Husein y Francisco Franco hasta narcotraficantes, mafiosos y multimillonarios.

Entre estos últimos destacan nombres como los de David Rockefeller, Carlos Slim y Ted Turner, fundador de CNN, y quien atribuyó la creación de la importante cadena precisamente a una idea surgida luego de un encuentro con Fidel Castro. 

Del primero de ellos, se sabe de su entusiasmo por el dictador desde mucho antes de enero de 1959, de cuánto lo apoyó con su aventura política contra Batista, al punto de que, ya en el poder, lo tuvo como invitado especial en su mansión de Westchester, y fue el encargado de conectarlo con otras figuras de las finanzas y el poder en Estados Unidos.

Fue, la de Rockefeller, una amistad casi en las sombras, pero que sirvió a los intereses mutuos. En la década de los 70, las tropas cubanas en Angola, por el pago de 1 millón de dólares diarios, se encargarían de proteger los pozos petroleros de la Standard Oil —propiedad del magnate estadounidense— de los efectos de la guerra. 

Por similar acuerdo, custodiarían los intereses madereros de otra familia, pero de Lisboa, la fundada por Américo Amorim, gran amigo de Fidel Castro y de su hermano Raúl, a tal punto que, Paolo Titolo, representante del Grupo Amorim en Cuba, terminaría casándose con Mariela Castro, como muestra de una relación de negocios consolidada que se mantiene en la actualidad, articulada con la fortuna de Isabel dos Santos, la mujer más rica (y más corrupta) de África, hija del exmandatario angoleño y gran amigo del régimen cubano José Eduardo dos Santos.   

Pero, volviendo a Rockefeller, tanta fue la admiración que sintió por Castro, y tan convencido resultó por la propaganda de la Isla como “potencia médica” mundial, que en la década de los 80 hasta envió, bajo un pseudónimo, a una de sus nietas a estudiar Medicina en Cuba.   

El último encuentro personal entre ambos fue en 2001, cuando visitó Cuba acompañado de una delegación compuesta por una veintena de importantes personalidades financieras de Estados Unidos. David Rockefeller falleció a los 101 años, en 2017.

No por casualidad Francisco Franco, que mucho lo ayudó materialmente, en sus memorias, describe a Fidel Castro como “un hombre alegre”, “con una inteligencia fuera de lo normal”. 

Franco medía al “joven revolucionario” a partir de su propia experiencia en la política. Por tanto se refiere a la astucia de la cual se valía Castro para engatusar a todo el que le sirviera en sus propósitos de gobernar hasta el fin de sus días. Por eso despertaba en el Caudillo tantas simpatías, así como en otro franquista como el gallego Manuel Fraga Iribarne, a cuya amistad debe en buena medida el convencimiento de que muchos empresarios españoles viajaran a Cuba en los años 90, entre ellos los grupos Meliá y Vima, quizás los más incondicionales de todos.

Iguales “simpatías” unieron a Fidel Castro con Videla, en Argentina, lo que resultó en un fluido intercambio comercial y en un apoyo total cuando el episodio de la Guerra de las Malvinas, tan importante fue esa relación como para que las izquierdas latinoamericanas hoy olviden o nieguen tales “empatías” entre dictadores.  

Otros instrumentos utilitarios, “mediadores” y “limpiadores de imagen” entran en la lista de “amigos”, unos más despreciables que otros: desde Gabriel García Márquez (intermediario entre Castro y Bill Clinton) hasta actores y directores cinematográficos como Sean Penn —que aseguró que estaba criando sus hijos como “socialistas revolucionarios”—, Jack Nicholson, Danny Glover, Harry Belafonte, Leonardo DiCaprio, Kevin Costner, Robert Redford, Oliver Stone y Steven Spilberg.

En el listado más amplio, por supuesto, no pueden faltar nombres como los de Hugo Chávez, los corruptos Rafael Correa y Daniel Ortega y el bandido panameño Manuel Antonio Noriega, más todo el círculo de relaciones tanto en Cuba como en Colombia que lo enlazaron con Pablo Escobar, una amistad que saludablemente sabía mantener a distancia, y de la que desentendió como igual lo hizo con los testaferros una vez que sus cercanías se tornaron demasiado peligrosas.

Hoy, a los “contactos” del castrismo hay que agregar nombres como los de Nicolás Maduro, Vladímir Putin y Alexander Lukashenko, con quienes sin dudas están tramando algo más que una simple “relación” amistosa. Más cuando el jefe de Estado Mayor del Ejército de Bielorrusia viajó a Cuba apenas unos días después que Moscú y Minsk anunciaran la producción masiva de misiles hipersónicos Oreshnik. (El Kremlin no ha negado la posibilidad de instalar misiles nucleares en la Isla).

El dinero, poderoso y abundante, como garantía de consolidación en el poder de una dictadura mafiosa, siempre ha estado en el centro de todas las relaciones “amistosas” tanto de Fidel Castro como de su heredero Raúl. No importan los medios y recursos a los que tengan que acudir para lograrlo ni los sujetos a los deban aproximarse o dejar que se les acerquen hasta dejarlos entrar en su círculo más íntimo.

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