
La restauración, un trabajo inclusivo (II)
- Cuba
- marzo 23, 2025
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En el libro publicado por la Oficina del Historiador de La Habana y la Agencia Vasca de Cooperación para el Desarrollo, Ellas están donde deben estar… Mujeres en la restauración se incluyen 35 mujeres que, desde sus diversas profesiones, han contribuido a consolidar la labor de la Oficina. Diez de ellas son arquitectas. 14 ingenieras muestran el gran abanico de ciencias que involucra la restauración (civil, hidráulica, eléctrica, química, geofísica, etc.). También hay tres arqueólogas, una bióloga, una diseñadora, dos historiadoras, una historiadora del arte, y tres técnicos (en obra, materiales de construcción y electroenergética).
Faltan muchas con diversidad de profesiones (restauradoras, periodistas, sociólogas, ingenieras medioambientales, archiveras, etc.) y relevancia en su obra, como Magda Resik. No obstante, el libro constituye un acercamiento peculiar al trabajo diario en la Oficina y a algunas de sus colaboradoras imprescindibles. Lo interesante es que no solo las presenta, sino que también les da voz, y eso permite escuchar en primera persona algunos aspectos reseñables y entender la versatilidad que pueden alcanzar en sus funciones.
«Cada edificio o sitio a intervenir lleva un estudio histórico que implica la revisión amplia de documentos localizados en diferentes fondos y lugares, como el Archivo Nacional de Cuba, el Registro de la Propiedad, la Biblioteca Nacional o las propias instituciones de la Oficina del Historiador dedicadas a la gestión documental. Además de esclarecer sus propietarios, usos y transformaciones, se le agrega al expediente conformado, si es necesario, un levantamiento de los valores patrimoniales en aras de su salvaguarda. Pero el trabajo del historiador, en nuestro contexto, no se reduce solo a la mera pesquisa, pues es tan importante descubrir como socializar los resultados; de ahí que el equipo del cual formo parte realice recorridos especializados, se vincule al proyecto de verano Rutas y Andares, y comparezca en los diferentes medios de comunicación», afirma Yamira Rodríguez, historiadora del arte.
Un tema recurrente es la necesaria interdisciplinariedad para el correcto manejo y gestión del patrimonio, que condiciona el trabajo mancomunado, la retroalimentación constante entre colegas de distintas áreas y el efectivo crecimiento profesional.
La arquitecta Tatiana Fernández comenta: «Empecé como técnica a pie de obra y, a pesar de mi incipiente experiencia, aprendí de colegas arquitectos, de ingenieros con un camino andado, también de los obreros, que ejecutaban obras con pocos recursos. Formé parte de un equipo multidisciplinario que lograba lo que parecía imposible».
Mientras que la ingeniera hidráulica Ana Lourdes Castillo afirma: «En realidad la arquitectura es todo el eje del proyecto, organiza y centra el trabajo de todos los demás. Por suerte, he tenido la oportunidad de trabajar al lado de varios muy buenos, que me han enseñado a ver la obra como un todo y no solo mi especialidad, lo cual ha favorecido mi formación como proyectista».
Y la también ingeniera hidraúlica Ileana Beatriz Lamas sostiene: «Cada proyecto realizado me ha transmitido experiencia como proyectista, además de permitirme diseñar todas las instalaciones que contempla mi especialidad: hidráulica, sanitaria, red contra incendios, piscinas y drenaje pluvial. Ha sido necesario, conjuntamente con arquitectos e ingenieros, visitar y conocer las obras antes de iniciar el proyecto, así como tener en cuenta su valor histórico y grado de protección, por estar enclavadas en el Centro Histórico, lo que genera una gran responsabilidad y mayor rigor en las soluciones».
«Los trabajos de investigación a lo largo de estos años», afirma la historiadora Zenaida Iglesias, «nos han permitido desentrañar el pasado de emblemáticas construcciones, espacios públicos, calles y monumentos; conocer sobre las familias que habitaron cada edificio estudiado, sus usos y transformaciones, fundamental a la hora de ejecutar los proyectos de restauración, integrándonos, con estas pesquisas, al equipo multidisciplinario que lo ejecuta. […] Por todo lo anterior, tuve que aprender un poco de arquitectura, urbanismo, abarcando otras ramas del saber; me fui a pie de obra con mis colegas arquitectos a realizar levantamientos y esa fue la mejor manera de aprender».
Algunas memorias subrayan lo que ha sido un camino de toda la vida en la restauración, pues han tenido en la Oficina del Historiador el inicio de su actividad profesional y su desarrollo, moldeándose a una manera de trabajar que ha creado escuela. Asimismo, exponen el gran reto que supone la labor patrimonial y la consagración que exige.
«Éramos jóvenes con ansias de saber de todo», rememora la ingeniera hidraúlica Mariela Leoncia Mulet, «se disfrutaba mucho, no teníamos horario, estábamos en las obras hasta la hora que fuera necesario, no importaba si era sábado o domingo; realmente nunca sentí que trabajar fuera un castigo y se convirtió así en un estilo de trabajo».
Y la ingeniera industrial María Isabel Martínez reconoe: «Como mujer, llevar adelante el proceso inversionista en la Oficina del Historiador ha sido y es un reto enorme, también un gran sacrificio, pues conjugar el sentido de responsabilidad, el de pertenencia a esta institución y el papel de madre de tres hijos y esposa ha implicado dejar a un lado en muchos momentos, a lo largo de estos 25 años, las horas de descanso y de compartir en familia, para dedicarlas a la terminación de una obra o acudir a alguna reunión importante, porque se requiere la presencia del inversionista, casi de manera permanente, en esa fase de terminación y entrega del edificio».
Finalmente, está la satisfacción por las obras realizadas, por lo aprendido y contribuido desde la profesión al mejoramiento de la ciudad y la sociedad que la habita, y también por el espacio laboral de cooperación e inclusión.
«Luego de varias décadas de experiencia como profesional de la arqueología, puedo afirmar que no es el hallazgo en sí lo que me cautiva, es la relación de este con su contexto, es la interpretación que se puede hacer de esa materialidad en su conjunto y lo que esta puede aportar dentro de una obra de restauración, en un proyecto de investigación o en acciones comunitarias; eso es lo que le da sentido a mi trabajo», dice Sonia Menéndez, arqueóloga.
«Mis colaboradoras, decía [Eusebio] Leal, y uno se sentía parte de una especie de fraternidad formada mayoritariamente por mujeres que él defendía y trataba sin paños tibios. No sé si pensaba en sensibilidades o en la capacidad para hacer varias tareas al mismo tiempo, o en apostar por ternura cuando lo cotidiano se volvía turbulencia, o sencillamente como forma de hacernos crecer y valer», concluye la arquitecta Norma Pérez-Trujillo.