
La muerte de Uribe Turbay y las perspectivas de Colombia
- Cuba
- agosto 12, 2025
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El desenlace fatal del atentado perpetrado hace un par de meses coloca a los colombianos ante nuevos dilemas.
LA HABANA, Cuba.- Este lunes, tras una estancia de más de dos meses en la Clínica Fundación Santa Fe de la ciudad de Bogotá, murió el senador y precandidato presidencial del partido Centro Democrático Miguel Uribe Turbay. El anuncio fue hecho en una emotiva nota por su esposa María Claudia Tarazona. El texto lo inicia la ahora viuda con estas palabras: “Siempre serás el amor de mi vida”.
El fatal desenlace se produjo a resultas del atentado a balazos que, por parte de un sicario menor de edad, sufrió el prominente político el pasado 7 de junio, mientras participaba en un mitin en un parque enclavado en la localidad de Fontibón, en el barrio de Modelia de la capital colombiana.
De los tres impactos de bala que recibió Uribe, dos lo alcanzaron en la parte posterior de su cabeza. Estas gravísimas lesiones obligaron a someterlo a varias intervenciones quirúrgicas. A pesar de discretas mejorías temporales, su estado se mantuvo crítico, con pronóstico reservado. Por lo demás, la misma índole de las afectaciones sufridas permitía anticipar que, aun si salía con vida del duro trance, sus condiciones psíquicas y motoras se verían muy afectadas.
Los más prestigiosos diarios del referido país (como El Espectador, La República, El Tiempo, El Colombiano) se hacen eco de la lamentable noticia. Como cabía esperar, el tono general de los señalamientos es el de deplorar y condenar el triste desenlace.

Pero tampoco faltan comentarios que llaman a mostrar cierto grado de mesura. Algunos impugnan la denominación de “magnicidio”. Estos subrayan que sí, Uribe Turbay era un político joven, apuesto y prometedor, que aspiraba a ocupar la primera magistratura del país, pero ni siquiera había adquirido la condición oficial de candidato para ese alto cargo. Estos argumentos son rebatidos por otros de carácter puramente jurídico: el uso de la calificación de “magnicidio” obedece solo a que el motivo de la muerte haya sido la relevancia política o social de la persona occisa.
Otros objetores alertan contra la tendencia (que parece fruto natural de la sensibilidad humana) de empezar a pintar a Uribe Turbay como una especie de mesías; como la persona predestinada para sacar a la atribulada Colombia de la espiral de violencia y sangre en la que ese país hermano ha estado sumido durante decenios. Los escépticos niegan que ese hipotético escenario promisorio haya tenido alguna vigencia real.
Con respecto a la carrera del occiso, podemos hacernos eco de lo que bien señala la Redacción Judicial de El Espectador: el político nació “en un hogar donde se respiraba periodismo y política: su madre, la periodista Diana Turbay, fue asesinada por Pablo Escobar en 1991; y su abuelo materno, Julio César Turbay, fue presidente de Colombia entre 1978 y 1982”. Se puntualiza que el hombre público ahora muerto estudió Derecho y cursó maestrías consagradas a la cosa pública.
Cabe señalar que la muerte de Uribe Turbay se produce a raíz de la seria recaída que sufrió hace unas 48 horas al sufrir una hemorragia en el sistema nervioso central. En tal situación, al polémico presidente izquierdista de Colombia, Gustavo Petro, se le ocurrió lanzar un tuit en el cual, sin mencionar a quién aludía, planteó que el paciente era un ser humano vivo, cuya dignidad no debía manipularse.
Según la colega Ana González, de La República, el tuit pretendió “llamar al respeto, pero sectores cercanos al senador lo vieron como oportunista”. La periodista comenta: “El choque entre un mensaje de respeto y la percepción política encendió la controversia pública”. En cualquier caso, mi colega Víctor Mosquera, abogado de Uribe Turbay le puso fin al incipiente debate con una sola palabra demoledora: “Miserable”. Se trata del mismo calificativo empleado por otro jurista que aspira a la Presidencia de la República, Abelardo de la Espriella, pero este, presumiendo una participación del actual mandatario en la perpetración del crimen, cierra la idea con una expresión dirigida a Petro: “Pagarás por todo…”.
Viene al caso destacar que, en el convulso país sudamericano, los asesinatos perpetrados contra figuras políticas de relieve han constituido una constante. Entre esos descuella el del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán, perpetrado el 9 de abril de 1948. El tremendo estallido de indignación popular que siguió al crimen y estremeció al país, pasó a la historia como “El Bogotazo”. En esos eventos, por cierto, tomó parte un jovencísimo Fidel Castro Ruz, quien se encontraba en la capital colombiana como partícipe en unas gestiones encaminadas a celebrar un congreso estudiantil latinoamericano que financiaría el dictador argentino de entonces Juan Domingo Perón.
Pero otro asesinato político de gran trascendencia (y mucho más reciente) fue el perpetrado en 1989 en la persona de otro político liberal, Luis Carlos Galán. Este, al igual que en su momento Gaitán, se perfilaba como el gran favorito para ganar la inminente elección presidencial. Se presume que su aniquilamiento fue decretado en respuesta a su duro discurso contra la infiltración de los narcotraficantes en la política.
El escenario social colombiano —pues— está signado ahora por la lamentable muerte de Uribe Turbay. Pero otro suceso reciente también lo enturbia: aludo a la reciente condena del gran presidente al cual (creo que con toda justicia) se le puede atribuir haber evitado que Colombia haya caído, como sí sucedió con otros de nuestra América, en la espiral antidemocrática de guerrillas, izquierdismo a ultranza y narcotráfico. Me refiero, claro, a Álvaro Uribe Vélez.
Quiera Dios que el único país sudamericano con costas en los océanos Atlántico y Pacífico pueda salir del actual impasse; que la injusta condena contra el ilustre expresidente no se haga firme; y que el proceso hacia las elecciones generales de 2026 pueda avanzar con normalidad y sin nuevos hechos de sangre.
De modo tal que esos comicios puedan culminar con el acceso al poder de un nuevo equipo de gobierno que, en lo interno, enfrente con decisión la subversión y el narcotráfico, y que, en lo externo, ponga fin a toda complicidad con la vecina dictadura de Nicolás Maduro y con otros regímenes marxistas de vocación totalitaria.
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