La dura historia de vida de la senadora que antes le puso tatequieto a la reforma a la salud y ahora se lo puso a la laboral

La dura historia de vida de la senadora que antes le puso tatequieto a la reforma a la salud y ahora se lo puso a la laboral

Ocho de los 14 integrantes de la Comisión Séptima del Senado le dieron este martes la estocada final a la reforma laboral del gobierno de Gustavo Petro. Por mayoría, los congresistas respaldaron la ponencia negativa, por lo que la iniciativa está virtualmente hundida.

Detrás de ese respaldo se encuentra el mismo bloque parlamentario que justo hace un año hundió otro de los proyectos del corazón del petrismo: la reforma a la salud, que justamente nuevamente será debatida en esa célula legislativa. No obstante, del bloque se ausentó la senadora Norma Hurtado, del Partido de La U.

Son ocho votos que respaldan la ponencia de archivo: dos del Partido Conservador a través de Nadia Blel y Esperanza Andrade; dos votos del Centro Democrático, de Alirio y Honorio Henríquez; uno de Miguel Ángel Pinto, del Partido Liberal, quien es coordinador ponente, y los dos de Berenice Bedoya y Lorena Ríos. A este grupo se sumó también la senadora Ana Paola Agudelo, de MIRA.

Sor Berenice llega con un leve arrastre de su pierna derecha. Y no es propiamente por el paso de los años; apenas va a cumplir 52 y en su físico y su espíritu luce completamente joven. En algún momento de la charla explica que tuvo un tumor en la cabeza y la masa creció tanto que le dejó secuelas en su movilidad.

Los médicos le dijeron en ese entonces, hace 12 años, que podía quedar paralizada o perder la memoria. Le hablaron solo de un 1% de posibilidades de quedar bien. Ella, sin dudarlo un momento, dijo “yo me pego de ese 1%”. Y como en tantos otros episodios de su vida, Sor Berenice Bedoya se propuso vivir el milagro.

Esa misma actitud es la que parece ponerle a todo. Hace 25 años era una campesina como cualquier otra, vivía en una finca a dos horas en carro de la cabecera municipal de Yarumal, no había terminado el bachillerato, tenía dos hijos chiquitos y una mamá con cáncer que debía sostener.

Y hoy no solo es presidenta de un partido, de la ASI, uno de los más antiguos del país; también es senadora de la República, pero, sobre todo, la semana pasada se convirtió en una suerte de valiente heroína para una mayoría de colombianos que piden no aprobar la reforma del gobierno de Gustavo Petro que busca acabar con el sistema de salud. Algún petrista le preguntó: ¿Vas a enterrar la reforma? Y le dijo: “No, la voy a archivar para hacer una mejor, una que sea más incluyente y equitativa”.

“A mí la reforma no me dejaba dormir –recuerda Sor Berenice–. Cada día que leíamos y cada día que escuchábamos a la gente, le veía más objeciones. No dormía. Yo decía: Dios mío que yo pueda tomar la mejor decisión no para el Gobierno sino la mejor decisión para la gente que lo necesita”.

–Es una expresión o es literal lo de no dormir, le pregunto a la senadora.

“¡Es literal! yo dormía dos o tres horas y me despertaba pensando ¡Dios mío esto quedó mal! El tema del aval fiscal me preocupaba demasiado, también me preocupaba que la Adres fuera el único pagador y el auditor, a los pacientes de enfermedades huérfanas se tiran la pelota de uno a otro… tantas cosas, yo tenía más de 10 objeciones y nunca nadie nos daba una claridad con las objeciones que teníamos”, responde.

Sor Berenice es una ficha clave en la Comisión Séptima. Su partido había mostrado en otro momento simpatías con el gobierno Petro y la tenían en sus cuentas entre los votos que podían conquistar. Tal vez por eso la nombraron coordinadora de ponentes.

Pero Berenice estaba hecha un mar de preguntas. Y de repente todo se desató cuando los senadores del Pacto Histórico en la Comisión Séptima (Marta Peralta, Wilson Arias, Ferney Silva y Ómar Restrepo) empezaron a llamarla y a decirle que tenían afán de firmar la ponencia.

Y la senadora Bedoya recuerda que les respondió: “Compañeros, fírmenla ustedes porque la verdad yo no voy a firmar ese radicado. Porque habíamos quedado de hacer las audiencias, de escuchar, de hacer el debate entre nosotros para saber cómo se radicaba la ponencia. Pero adelante compañeros yo soy respetuosa, sigan el proceso, pero yo no firmo”.

Era viernes 8 de marzo, y de camino para Medellín, Berenice llegó con la convicción de que quería firmar una ponencia de archivo. Llegó a su casa, le comentó a su hija, y ella le dijo que la apoyaba, y le pidió a su asesor redactar la ponencia de archivo. Ese fin de semana recordó que en una charla de pasillo le había preguntado al liberal santandereano Miguel Ángel Pinto qué pensaba hacer y él en ese entonces le respondió: “Yo creo que voy a hacer una proposición de archivo. ¿Vos qué pensás, Bere?”.

Llamó entonces a Pinto ese mismo fin de semana del 8 de marzo y le preguntó si seguía en pie su idea de archivar, y él le dijo que sí. Cuando Berenice le contó que ella también, automáticamente cambió toda la ecuación de los votos.

De los 14 miembros de la Comisión Séptima del Senado lo único claro era que los 4 del Pacto Histórico estaban a favor de aprobar la reforma. A ellos se les uniría uno del Verde (Fabián Díaz). Y del otro lado estaban definitivamente en contra, dos del Centro Democrático (Honorio Henríquez y Alirio Barrera) y dos del Partido Conservador (Nadia Blel y José Alfredo Marín). Es decir, 5 contra 4. Y de resto, por decidir su voto, o anunciarlo, estaban cinco: del Mira (Ana Paola Agudelo), de Justa Libres (Lorena Ríos), del Liberal (Miguel Angel Pinto), de la U (Norma Hurtado) y de la ASÍ, (Berenice Bedoya).

La llamada de Berenice desató lo que parecía ser un sentimiento compartido de sus demás compañeros de comisión. No habían planeado nada. No tenían ni grupo de WhatsApp. El lunes, el día que iban a firmar, Alirio Barrerá del Centro Democrático llamó a Norma Hurtado de la U. Ella le respondió que no había tomado la decisión todavía. Cuando Alirio le explicó que ya tenían siete votos –Lorena Ríos, ya se había unido–, Hurtado se sorprendió y dijo que ella también se sumaba.

Por eso, aparecen las fotos de Norma Hurtado firmando la ponencia, ellos ya habían estampado su rúbrica y fueron hasta la oficina de la senadora de la U, a llevarle el documento, para que ella hiciera lo propio.Con ella, ya tenían 8 de 14 votos y más tarde, Ana Paola Agudelo, representante del Mira, dijo en algún medio que acompañaba el archivo, con lo cual solo quedaban Díaz del Verde y los cuatro del Pacto Histórico del otro lado.

‘Descolmillaba’ marranitos

Sor Berenice en sí misma es un símbolo de que el sistema de salud funciona. A ella, gracias a las EPS, no solo le hicieron una cirugía de alta complejidad sino que además la han acompañado en su recuperación sin que eso le haya significado tener que asumir costos estrambóticos.

Pero tal vez la historia de su mamá es más simbólica. A pesar de estar en el campo adentro, y de ser atendida por el Sisbén, logró que le extirparan su cáncer y le hicieran tratamientos de alto costo en el Hospital San Vicente, uno de los mejores del país. Un caso que derrumba cualquier discurso de que los pobres no tienen acceso.

“Mi historia es como la de muchas familias. Mi papá era carbonero en Yarumal, Antioquia. Mi mamá es campesina, ama de casa. Vivíamos en una finca y vivíamos de lo que sembrábamos y del ordeño de las vacas”, cuenta Sor Berenice al preguntarle por su historia.

Sor, como le dicen en su casa, era la menor de cuatro hermanas. Y su mamá se las llevó para el pueblo, para que la hermana mayor pudiera estudiar en el colegio normalista. La situación no era fácil, y para poder sostener los estudios de su hermana, a la mamá de Sor le tocaba lavar ropa en casas vecinas.

Berenice fue precoz en la política –empezó como personera del colegio y armó juventudes políticas a los 14– y también tuvo su primer hijo a los 17 años. Con su pareja decidió volver a la finca a sembrar maíz, frijol, tomate, cebollas, a ordeñar vacas, a engordar pollos y marranos.

“Yo tenía marranas de cría y las parteaba: les ayudaba a tener sus marranitos, los limpiaba y los descolmillaba. Hoy creo que no sería capaz de hacerlo”, dice la senadora y explica que los cerdos nacen con dos colmillos que toca quitarles recién nacidos.

En la finca, a dos horas en carro de la cabecera de Yarumal, vivió hasta cuando se separó, y a sus 25 años volvió al pueblo con la profunda convicción de que debía retomar sus estudios para sacar a sus hijos adelante.

Se echó al hombro su estudio, el cuidado, la educación y el sostenimiento de sus dos hijos, y la atención de su mamá que lidiaba con el cáncer. Su papá ya había fallecido. Consiguió trabajo en una empresa de servicios públicos de aseadora. Se levantaba a las cuatro de la mañana, dejaba todo listo en la casa para que sus hijos pudieran ir a estudiar, se iba a hacer el aseo en el trabajo, volvía a su casa, organizaba de nuevo todo para poder ir en la noche a estudiar en la nocturna. Y si le quedaba tiempo trabajaba como mesera.

Cuando terminó el bachillerato, tenía claro que debía seguir estudiando. Quería psicología o medicina, pero la plata no le alcanzaba y pasados los 30 años seguía como aseadora en Yarumal.

El destino hizo su trabajo y la institución Remington, de la nada, llegó a Yarumal ofreciendo dos carreras: contaduría pública y administración de empresas. A Sor Berenice no le gustaba ninguna, pero eso no importaba. Con la actitud que la caracteriza, hizo cálculos y decidió que como un administrador no puede ser contador, pero un contador sí puede ser administrador, entonces estudiaría contaduría.Ya sí no le alcanzaba el salario de aseadora, entonces tuvo que hacer empanadas los fines de semana y pidió préstamos en la Cooperativa de Yarumal para poder pagar el semestre.

Terminó entonces la carrera gracias a múltiples oficios: la venta de empanadas, el aseo en oficinas, engordando pollos y marranos, y hasta rifas hizo.

“Yo amo mi carrera porque fue muy sacrificada”, dice Berenice haciendo un particular énfasis. “Yo decía qué importa que esto me cueste tanto porque tanto más lo voy a valorar”. Lo mejor estaba por venir. Cuando terminó su carrera se convirtió en la gerente de esa empresa en la que había sido tantos años aseadora.

Lo cuenta sin aspavientos, pero con un sutil quiebre en su voz que revela un choque de sentimientos en la garganta entre el recuerdo de ese duro esfuerzo y la satisfacción de hoy.

En la medida en que avanzaba en sus estudios universitarios iba logrando pequeños ascensos: secretaria contable del Inder de Yarumal y auxiliar contable del hospital. Pero la vida como que no se la quería poner fácil, hace 12 años quedó paralizada y le diagnosticaron un tumor en el cerebro.

Los médicos le dijeron que el tumor estaba tan grande que si entraba a cirugía podía perder la memoria y quedar sin movilidad. Le dieron solo un 1% de posibilidades de quedar bien. “Yo dije: me voy a aferrar a ese 1%”. Le abrieron la cabeza de lado a lado, estuvo en el quirófano cerca de 18 horas entre la operación y los preparativos.

Luego estuvo dos días dormida en cuidados intensivos. Cuando se despertó lo primero que hizo fue pedir algo escrito para ver si podía leer. Tenía miedo de perder la memoria. Y cuando pudo leer pensó: “Si tengo memoria puedo recobrar mi movilidad”.Le tocó pasar por silla de ruedas, muletas, férula, bastón, volver a aprender a caminar, a coger una cuchara para comer, y cualquiera que hable hoy con ella verá que Sor Berenice superó la prueba.

Solo le quedó una secuela. El tumor, que era benigno, presionó de tal manera ciertas terminaciones que su pie izquierdo perdió el 70% de movilidad. Y otra vez, como parece ser su actitud frente a la vida, Sor Berenice explica que el tumor le sirvió mucho, se lo tomó como una enseñanza grandísima sobre las dificultades. “Yo soy una mujer de mucha fe. Sé que los médicos me ayudaron mucho pero fue la fe la que me ayudó a salir”. Fue un proceso de tres años y hoy pareciera no dejar de estar maravillada por el milagro ocurrido.

“Todos los días doy gracias a Dios cuando me encuentro en el camino un paisaje bonito, o cuando me encuentro gente buena en el camino. Digo gracias Dios por esta oportunidad que me están dando”. El 15 de febrero de 2012, llegó a posesionarse, apoyada en un bastón, como gerente de Aguas del Norte Antioqueño, la empresa en la cual había sido aseadora.

Así se craneó lista Decentes

“Yo crecí en una casa de una mamá súper liberal, le encantaba votar por los liberales, y mi papá, superconservador, al punto de que una vez mi mamá no pudo votar porque se le perdió la cédula y tiempo después nos dimos cuenta de que mi papá se la había escondido en un sótano”, cuenta.

En la esquina de la casa había una dentistería en la que se reunían los liberales, y mientras el papá estaba en la finca, la mamá llevaba a la pequeña Berenice a esas reuniones, de las que luego salió un movimiento que se llamaba “Amigos por Yarumal”.

Y ella a los 14 años, integró las juventudes del movimiento, y se identificó como liberal porque veía a los conservadores “muy chapados a la antigua (…) Con esas ganas que teníamos de tener alcalde liberal”, recuerda.

En 2002, buscando apoyos para hacer una lista en el Concejo para un candidato liberal a la alcaldía de Yarumal, Berenice asumió las riendas de la ASI en el municipio. Era un partido de centro izquierda, que nació gracias a la apertura que dio la Constitución de 1991 y en varias ocasiones sirvió para dar aval a candidatos que como Mockus o Sergio Fajardo no se sentían cómodos con los partidos tradicionales.

Desde ahí comenzó a hacer política en la región, armó equipos en Angostura, Campamento y Yarumal, y rápidamente en las elecciones departamentales quedó entre las directivas.

Y empezó a hacerse conocer en el país diciendo que no querían ser más el escampadero de otros que no se identificaban con el partido: “La ASI tiene que dejar de ser un comodín”, “tenemos que conseguir los purasangre de la ASI”, insistía.

Sor Berenice se vino a Medellín hace ocho años para que su hija estudiara derecho mientras su hijo se hizo administrador de empresas en Yarumal y ella trabajaba como contadora, auditora o revisora fiscal independiente para poder hacer la política que le gusta: “La política sabiéndola usar para lo que debe ser es muy bonita, aunque también trae decepciones”.

En 2017, en una convención en la que iban a elegir el directorio nacional, le pidieron que se metiera en una plancha alternativa como vicepresidente. Ella primero se negó porque no podía dejar su trabajo, le insistieron y dijo que sí pero que seguía en Antioquia.

Ganaron por tres votos y por una vuelta curiosa del destino el presidente elegido en su plancha estaba inhabilitado por temas de alimentos, y se desató una pelea fenomenal por el poder en la ASI.

“Yo no quería al principio, pero yo decía si esto nos lo ganamos a pulso cómo nos lo van a quitar. Fue un periodo muy duro, de peleas, de amenazas. Sentía que me estaban retando. Renuncié a todos los trabajos que tenía en Medellín. Y me fui a Bogotá para dar la pelea.

Como dice esa canción que se llama Resistiré: ‘Yo soy como el junco que se dobla pero siempre sigue en pie’”. No tenía ni donde dormir, se iba a un hotel, la sacaban de la oficina que tenía la ASI, hasta que el CNE le dio la razón.

Y luego el reto más difícil: ¿cómo hacer para que la ASI, que no tenía candidatos fuertes, pudiera lograr un resultado en las elecciones de 2018 suficiente para no perder la personería jurídica?

“Yo pensaba: el partido se va a acabar por culpa mía. Y en esas vi en televisión que el Verde o el Polo habían ganado una tutela para hacer coalición. Con ese dato me fui donde un abogado a que me explicara si eso también podía funcionar para la ASI. Me dijo que sí. Empecé a llamar a todos los partidos pequeños, y les decía ‘venga hagamos coalición para salvar personerías’. Y de ahí es de dónde sale la lista Decentes. Muchos dicen, la lista de Petro, y yo pienso, pero si Petro no quería estar ahí”.

Con esa lista, Berenice logró que la ASI no se acabara, gracias a que fue elegido el senador Johnatan Tamayo, y mantuvieron la personería; pero luego tuvo varios dolores de cabeza con el más conocido como senador Manguito, al que terminaron expulsando de la ASI. La empezaron a ver con respeto en el partido. Consiguió una sede nacional que antes no tenían y comenzó a armar estructuras en todo el país.

Para las elecciones de 2022, volvió a llamar a los de la anterior coalición pero nadie quería con la ASI, por lo que les había ocurrido con Manguito. Entonces buscó otra alianza, más hacia el centro, y su partido entró en la coalición Alianza Verde Centro Esperanza. Berenice había intentado hacerse elegir a la Asamblea de Antioquia en 2015.

El día de elecciones se acostó siendo diputada, y al día siguiente se levantó con la noticia de que ya otro le había ganado la curul. Pero así es el destino. Si hubiera sido diputada tal vez no sería hoy senadora: ganó la curul en 2022 con 42.000 votos repartidos por todo el país. Les ganó en su lista a personajes consentidos de los medios o que gozan del apoyo de casas políticas, como Antonio Sanguino, Catalina Ortiz, León Fredy Muñoz o Miguel Samper.

Este sábado 9 de marzo pensó que estaba muy sola para tomar esa la decisión de la ponencia de archivo de la reforma a la salud. Pero un amigo le dijo: “No, usted no está sola, usted tiene un pueblo que la está apoyando”. Eso me hizo pensar que yo he tomado tantas decisiones en mi vida asumiendo las consecuencias que pensé: ‘esta que sea una más’”. Esperaban poder discutir la ponencia de archivo antes de Semana Santa; sin embargo, en la comisión, presidida por la senadora Marta Isabel Peralta Epiayú, no la han agendado.

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