
Jorge Fernández Era: «No es que vayamos hacia el caos: estamos en él»
- Cuba
- agosto 18, 2025
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Fernández Era repasa su camino desde el desencanto hasta la disidencia abierta, analiza la Cuba de hoy y reflexiona sobre lo que sería necesario para refundar la sociedad.
LA HABANA.- A sus 63 años, Jorge Fernández Era acumula una vida dedicada a las letras y al humor, pero también a la defensa de la verdad, aunque eso le haya costado golpes, arrestos y vigilancia constante. Graduado de periodismo en 1991 y formado en el corazón de una familia revolucionaria, fue durante décadas un hombre fiel al sistema. Sin embargo, la censura, la represión y la realidad de un país cada vez más empobrecido lo llevaron a convertirse en una voz crítica contra el régimen cubano.
Su nombre ha resonado no solo por su trabajo en medios y en el humor, sino también por su activismo pacífico y por ser víctima reciente de una violenta agresión policial. En esta conversación con CubaNet, Fernández Era repasa su camino desde el desencanto hasta la disidencia abierta, analiza la Cuba de hoy y reflexiona sobre lo que sería necesario para refundar la sociedad.
Escritor, humorista, periodista… ¿En qué momento y por qué empiezas a disentir públicamente con el discurso oficial?
Me gradué de periodismo en 1991, pero en los últimos años me he dedicado más a la edición de libros y revistas. También he colaborado en medios y, sobre todo, he escrito humor, que es mi fuerte. Fui un hombre totalmente entregado a la Revolución. Vengo de una familia muy revolucionaria: mi madre trabajaba como asesora en el Ministerio de Educación, casi todos eran profesores, y crecí en un ambiente en el que se respiraba fidelidad al sistema.
Comencé la carrera en 1986 y, en segundo año, ocurrió algo que marcó mi vida: una reunión de estudiantes de periodismo con Carlos Aldana y Fidel Castro, preocupados por el ambiente político de la facultad. Yo era vicepresidente de la FEU allí, muy activo; habíamos creado una galería, un mural de opiniones y hasta un periódico improvisado. La época estaba muy influenciada por publicaciones soviéticas como Sputnik o Novedades de Moscú, que estimulaban la discusión y el pensamiento crítico.
En aquella reunión expuse duramente las deficiencias en la construcción acelerada de 100 círculos infantiles en apenas dos meses. Llevaba semanas investigando para un reportaje y había visto de primera mano la chapucería. Mi intervención cayó muy mal y, después, llegaron las presiones para que me retractara, incluso poniendo en juego mi militancia. Aquello fue un viraje: no total, pero sí el inicio de un despertar que me llevó a escribir mis primeros textos humorísticos críticos con la realidad cubana.
El 18 de julio fuiste víctima de una golpiza a manos de oficiales de la policía. ¿Puedes narrarnos qué pasó ese día?
Desde marzo de 2023 me uní a las protestas pacíficas que inició mi amiga Alina Bárbara López en Matanzas, inspiradas en el centenario de la Protesta de los Trece. Nos sentábamos en un parque con demandas previas anunciadas en redes. Al principio hubo tolerancia: nos vigilaban, pero no intervenían. Luego, comenzaron las detenciones.
Ese 18 de julio, como en otras ocasiones, amaneció frente a mi casa un carro policial con agentes de la Seguridad del Estado para impedirme llegar al Parque Central de La Habana. Al intentar salir, me arrestaron sin orden judicial y me llevaron a la unidad de Zanja, sin informar a mi esposa a dónde iba.
En un pequeño cuarto, dos oficiales me dijeron cínicamente que estaba allí “por voluntad propia”. Les respondí que su proceder era fascista. Sin previo aviso, uno me golpeó mientras el otro me sujetaba. Fueron dos tandas de golpes, seguidas de amenazas de muerte. Después me retuvieron varias horas y más tarde publicaron un video manipulado donde, por supuesto, no se ve la agresión.
Aún existen cubanos que cuestionan a opositores o disidentes cuando denuncian violencia física y represalias contra sus familiares. Tú, que lo has vivido, ¿qué les dirías a quienes ponen en duda la represión?
Les diría que la incredulidad muchas veces nace del miedo y la sumisión inculcados durante décadas. Muchos prefieren pensar que la Revolución sigue siendo lo que soñaron, o que este no es un Estado totalitario. Pero lo es, y lo vivimos a diario.
En mi caso, soy un hombre de 63 años, con una vida ya hecha, y he sido libre de pensar y decir lo que pienso. Lo grave es que hay jóvenes cumpliendo largas condenas solo por protestar o por firmar una petición. Les han robado años de juventud amparándose en un sistema que se limpia las manos con los derechos que la propia Constitución reconoce.
Las agresiones contra ti han despertado solidaridad de artistas y ciudadanos, pero también se han alejado personas por miedo. ¿Cómo has vivido eso?
Es cierto. Muchos amigos y hasta familiares se han alejado para “no buscarse problemas”. Duele, pero no me sorprende: es parte del miedo que nos han inculcado. Aun así, he recibido mucha solidaridad, incluso de personas que siguen creyendo en la Revolución pero me aprecian y respetan. A veces me preocupa no poder agradecer cada mensaje, pero me conmueve profundamente que gente tan distinta coincida en apoyarme.
“Juan sin nada” es un material de hace unos años muy crítico con la pobreza en Cuba y que tú protagonizaste. ¿Cómo viven hoy los “Juan sin nada” de la Isla?
Ese corto llegó a mí gracias a Ricardo Figueredo, productor de los cortos de Nicanor, con quien colaboraba como asistente y actor ocasional. Usó fragmentos de un texto mío sobre los subsidios y me propuso protagonizarlo. Nunca me he considerado actor, pero acepté.
Si la ministra de Trabajo hubiera visto el material, quizás habría pensado antes de soltar tantas barbaridades en la Asamblea Nacional. Aunque hoy los precios que aparecen en el corto parecen un lujo comparados con los actuales, su mensaje sigue vigente: la pobreza se ha agudizado y la situación de los cubanos “sin nada” es mucho peor.
¿Jorge, hoy dirías que el país está peor que en julio de 2021? ¿Cuál crees que es el sentimiento predominante en las calles y casas cubanas?
Sin duda está peor. El país se hunde, la economía no produce ni exporta y no hay un plan real para cambiarlo. Ya no es que vayamos hacia el caos: estamos en él. El sentimiento predominante es de desesperanza. Los jóvenes emigran en masa, y quienes tenemos más de 60 años sabemos que ya no hay fuerza para reconstruir un país sin incentivos.
¿Qué podemos hacer para salvarnos como país?
Lo primero es eliminar la exclusión política. Sin eso, no hay esperanza de cambio. No se trata de derrocar un gobierno, sino de refundar una sociedad que está podrida, llámese como se llame el sistema. Mientras exista un partido único que solo permita hablar a quienes lo aplauden, no habrá armonía posible.
¿Dónde radica la esperanza de un cambio en Cuba?
Hoy soy pesimista, pero si algún día se entendiera que el país necesita inclusión, diálogo y respeto a todas las voces, habría una oportunidad.
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