
«Hasta el picadillo ya es un lujo»
- Cuba
- octubre 13, 2025
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La búsqueda de «algo para comer», muchas veces tan solo para mal alimentarse una vez al día, es la (pre)ocupación constante de los cubanos.
SANTA CLARA, Cuba. – Desde hace un buen tiempo la dieta cárnica del cubano se compone casi estrictamente de pollo, picadillo y salchichas, de los pocos “platos fuertes” que pueden encontrarse con relativa frecuencia en los puestos de ventas particulares. Sobre la base de esa ínfima variedad de alimentos —que suele combinarse con algo de arroz y, si acaso, ensalada— intentan sobrevivir las miles de familias que no cuentan con otra fuente de ingresos que no sean sus precarios salarios estatales.
La escalada casi semanal del dólar ha impactado de forma directa en el precio en moneda nacional de las escasas proteínas y embutidos criollos que comercializan las mipymes y los mercados particulares: si hace un mes el paquete de pollo de dos kilogramos se vendía con disimulo a 1.900 pesos ahora vale más de 2.000 y no resulta tan fácil hallarlo tras el tope establecido el año pasado con la Resolución 225, del Ministerio de Economía y Planificación (MEP).
En uno de los puestos de la llamada “Candonga” de Santa Clara, situada en la zona hospitalaria de la ciudad, y donde e encuentran desde zapatos hasta productos congelados, la dependiente prácticamente susurra a dos o tres clientes confiables que tiene pollo por libra. Tal y como le indicó el propietario del negocio, lo tiene oculto en una nevera en la trastienda, como ha debido proceder en otras muchas ocasiones cuando ha escaseado el demandado producto. La pequeña bolsa que entrega a una de las compradoras interesadas cuesta cerca de 1.500 CUP y contiene apenas ocho pequeños muslos. “No me queda de otra”, se consuela la mujer que dice tener a su esposo operado de la vesícula con restricción alimentaria. “Este pollo yo no lo pruebo, con la sustancia de los huesos hago croquetas para mí”, lamentó.

La búsqueda de “algo para comer”, muchas veces tan solo para mal alimentarse una vez al día, es la (pre)ocupación constante de los cubanos, ya sometidos a largos apagones, enfermedades y carencias de todo tipo.
En otro negocio similar de la Carretera a Sagua, donde el último año han proliferado las mipymes y los timbiriches de comida, un anciano que aparenta más de 80 años casi suplica al vendedor que intente pesarle solo una libra de picadillo, porque lo que trae encima no le alcanza para más. Resulta común que una pequeña fracción de ese producto congelado, previamente cortado en bloques rectangulares, supere estratégicamente el kilogramo, aunque al cocinarlo apenas rinde para unas pocas porciones. Aun así, el comprador paga más de 400 pesos por la escasa cantidad de picadillo congelado y confiesa: “Con uno de estos cuadritos en mi casa comemos dos veces”.

La carne mecánicamente deshuesada (MDM, por sus siglas en inglés) se ha convertido en la “estrella” del menú cotidiano de los cubanos, no por su sabor o valor nutricional, sino porque es de los productos que “más abunda”. A principios de este año, el diario Escambray anunció con bombos y platillos la inauguración de una planta en Sancti Spíritus para procesar, supuestamente, “MDM propio con materias primas que están dentro del territorio”, o sea, con ingredientes restantes procedentes del deshuese de cerdos, ganado y aves. La línea productiva, cuyo costo ascendió a unos 500.000 dólares, prometía diversificar la oferta cárnica del país, pero al menos en Villa Clara, solo los particulares son los que expenden este tipo de picadillo importado.
Un trabajador por cuenta propia, dueño de un negocio de ventas en Santa Clara, explica que las cajas de ese producto —especialmente las de la marca estadounidense Harrison Golden Goodness— las adquiere a más de 40 dólares mediante intermediarios, lo que, según sus cuentas, justifica el incremento constante de su precio en moneda nacional. “No es que me esté defendiendo, pero nosotros [los cuentapropistas] no tenemos culpa del desbarajuste que hay en este país”, afirma.
“Hasta el picadillo ya es un lujo, porque cuando vienes a ver, el salario no da ni para 10 libras, fíjate”, se lamenta Sonia León, una santaclareña que dice sobrevivir mejor que otros gracias a que un familiar la provee de arroz sobrante previamente cocinado de un círculo infantil. “Antes, por lo menos uno iba tirando con lo poco que vendían en la casilla, pero por lo visto ya no va venir más nada. Por día nos van quedando menos opciones para mal comer”.
Para colmo, además de los cárnicos, también ha subido el precio del arroz importado que ya oscila entre los 270 y 280 pesos por libra. En Villa Clara no llega a las bodegas desde hace un par de meses atrás, cuando se vendieron solo cinco libras por persona que correspondían al mes de junio. Tradicionalmente, este es ha sido el alimento básico de la dieta cubana y una familia de cuatro integrantes consume como promedio más de un kilogramo diario, por lo que, si acaso se repartieran en porciones pequeñas para cada comensal, equivaldría a invertir tan solo en arroz más de 15.000 pesos mensuales.
De hecho, un informe presentado por la ONG Food Monitor Program en mayo pasado arrojó, tras aplicar una encuesta, que el 42% de los hogares debe destinar sus ingresos íntegros tan solo para la compra de víveres.

Casi todos los fines de semana, la página en Facebook del Gobierno municipal de Santa Clara publica una serie de fotos con la presunta intención de demostrar la amplia afluencia de personas a las inmediaciones del estadio Sandino, el punto más céntrico habilitado para las ventas agropecuarias dominicales. Más allá de los dos o tres perfiles encargados de respaldar con entusiasmo esas publicaciones laudatorias, decenas de comentarios al pie manifiestan la imposibilidad de cualquier cubano para adquirir siquiera dos o tres de los productos que llevan a vender los campesinos, intermediarios y cuentapropistas.
Hace dos semanas, el tema de conversación en la “feria” eran los altos precios del arroz: “Yo gasté más de 4.000 pesos y no traje nada. Había que llevar tres sacos de dinero”, escribió debajo de las referidas imágenes un usuario identificado como Danelsy Pacheco. Otra mujer, Isabel Gómez, les cuestionó: “No llamen Feria a la explotación, Feria es algo que se hace para que las personas tengan un alivio y en Cuba como todo, es un verdadero calvario”.
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