
Granda delira a lo grande, y Cubadebate miente
- Cuba
- agosto 12, 2025
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La caída del turismo en Cuba es indetenible y, al parecer, irreversible. Ni rusos, ni chinos, ni turcos se han dejado morder dos veces por el reverso de una postal que promete sol, playa y sandungueo, mientras oculta una realidad de apagones, escasez, aburrimiento sin límite, malos tratos y ofertas gastronómicas de pobre calidad
LA HABANA.- Que Varadero está vacío y echándose a perder es una opinión compartida por nacionales y extranjeros. Basta llegarse hasta el famoso balneario para comprobar lo que va quedando: una ciudad muerta, hoteles derrumbándose sin perspectivas de mantenimiento a corto o mediano plazo, y resorts cinco estrellas cuya excelencia se ha encogido hasta la categoría de tres estrellas, con el aliciente –en algunos casos- de un personal de servicio que se esfuerza por mantener las instalaciones confortables y atractivas para los clientes.
La caída del turismo en Cuba es indetenible y, al parecer, irreversible. Ni rusos, ni chinos, ni turcos se han dejado morder dos veces por el reverso de una postal que promete sol, playa y sandungueo, mientras oculta una realidad de apagones, escasez, aburrimiento sin límite, malos tratos y ofertas gastronómicas de pobre calidad. Además de los cubanos que todavía arrastran el resentimiento de haber sido privados, durante muchos años, del derecho a disfrutar de los hoteles de su propio país, y toman Varadero por asalto dispuestos a arrasar con todo, la mayoría de los visitantes proviene de países latinoamericanos.
Por el acento es fácil reconocer a argentinos, uruguayos, mexicanos y colombianos, que se han dado un saltico hasta Cuba a modo de avanzada, porque si la estrategia que intenta desplegar el ministro de Turismo, Juan Carlos García Granda, surte efecto, se espera que lleguen más naturales de la región a intentar revivir el cadáver de lo que pudo ser, pero no fue, ni será -por lo menos bajo el dominio del PCC- “la locomotora de la economía cubana”.
En su reciente gira por países del área, el titular cubano, desesperado por revertir la situación, propuso desde crear una zona Schengen en América Latina, hasta incluir de alguna manera a Cuba en el itinerario de viaje de los potenciales asistentes al próximo Mundial de la FIFA, que se desarrollará entre México, Estados Unidos y Canadá. No dejó claro el modo de concretar sus propuestas porque, evidentemente, ni siquiera él mismo las ha considerado a profundidad. Granda fue a pescar, a delirar en público como mismo delira Díaz-Canel ante la Asamblea Nacional, dejando claro que no hay un plan para reposicionar a la isla como destino atractivo para los viajeros internacionales. Tanto es así que, pocos días después, el propio ministro reconoció que la cantidad de visitantes ha disminuido debido al desabastecimiento en el sector, un detalle que contradice la creencia popular de que para los turistas hay de todo.
No es posible ya culpar a la pandemia, ni a las sanciones de la administración Trump. En Cuba no hay comida porque nada se produce y resulta caro importarla para abastecer los hoteles, donde se hace cola para acceder a la mesa bufet no porque haya demasiada hambre, sino porque los alimentos se acaban rápido y los huéspedes prefieren asegurar.
La escasez ha llegado a los resorts de Varadero, denunciada por viajeros que se han sentido estafados por la mala elaboración de los alimentos y la ausencia de frutas tropicales, que es lo mínimo que se espera encontrar en un hotel de un país caribeño. Mientras tanto, Cubadebate publica, y borra tras la furibunda reacción ciudadana en la sección de comentarios, el dato –políticamente inconveniente- de que la caída del turismo ha dejado en la producción agrícola “excedentes que no encuentran mercado interno alternativo”.
Ya no logran ponerse de acuerdo ni para mentir. Esa clase de disparates revelan que nadie allá arriba está pensando, y donde nadie piensa es un riesgo poner dinero. No es de extrañar que aún estemos esperando que los rusos pongan la primera piedra de los “hoteles construidos por rusos” que Granda anunció en noviembre de 2024, luego de haber admitido que el objetivo de 200 mil turistas del gigante euroasiático no sería alcanzable ese año. Tampoco lo será, al parecer, en 2025.
Sobre aquellos proyectos el ministro no adelantó fechas ni emplazamientos. Estaban en fase de estudio, como todo lo relacionado con invertir en Cuba, porque son muchos los socios que han salido escaldados. La revitalización de una industria en la cual el Estado cubano ha gastado cientos de millones de dólares mientras la población se hunde en la peor crisis de su historia, depende de inversiones extranjeras, pero también de recuperar la credibilidad como destino rentable, seguro y placentero. Los frecuentes reportes de asaltos, robos y toda clase de insatisfacciones han provocado que los mercados emisores tradicionales persistan a la baja, y que los países “hermanos” no se dejen convencer. La experiencia les ha demostrado que no hay propaganda capaz de maquillar la debacle estructural del sistema cubano.
La nueva esperanza es el turismo latinoamericano, una apuesta que tal vez respalden los países gobernados por políticos afines a la continuidad castrista. Pero mientras Granda alucina y Cubadebate miente, el polo turístico más importante de la isla languidece ante los ojos de los pocos fieles que siguen regresando por sus bondades naturales. “Por lo menos la playa no la pueden destruir”, se consuela un cliente de la tercera edad que visita el Iberostar International cada año y que esta vez no pudo montar bicicleta acuática, pues les han retirado la escalerilla metálica que le permitía subir. El tiempo dirá si la hermosa playa de Varadero puede resistir la desidia del régimen y los efectos de la limitada cultura ambiental de los cubanos.
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