¿En dónde están?: 10.839 menores de edad siguen desaparecidos

¿En dónde están?: 10.839 menores de edad siguen desaparecidos

  • Colombia
  • septiembre 7, 2025
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En Bogotá, Valentina y Claudia Páez llevan casi un mes esperando que Ayelén Sofía Páez Olivares —de 16 años— vuelva a casa. En Cali, Diangely Lozano lleva más de dos meses esperando a su hija Laura Nataly Lozano —también de 16 años—, y en Bello, el que espera es Mario Cano. Hace más de treinta años que no sabe nada de su sobrino Carlos Alberto Cano. “No desapareció, lo desaparecieron. Tenía 14 añitos”, dice.

Las esperas de estas familias no constituyen casos aislados: desde 2015 hasta 2025 se han reportado como desaparecidos a 24.953 menores de edad, según Datos Abiertos. De ellos, 13.889 han regresado vivos a casa, 225 fueron encontrados sin vida y 10.839 parecen haberse esfumado: no hay pistas sobre su paradero, no se volvieron a comunicar con sus familias y nadie los volvió a ver. La larga espera de Cano tampoco es aislada: junto a la denuncia de desaparición de su sobrino reposan otros 122 expedientes de 1991, de los cuales 119 siguen buscando hasta hoy.

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El mismo reporte de Datos Abiertos revela que el 69% de los menores de edad desaparecidos en la última década son niñas. Y la edad más vulnerable es de 14 a 17 años, con 12.085 casos. Los departamentos con más casos son: Bogotá (11.621), Valle del Cauca (2.149), Cundinamarca (1.576), Antioquia (1.377) y Caldas (1.228). La tendencia no ha cambiado con los años. Solo en 2025 la cifra de menores de edad desaparecidos ya va en 991. De ellos, 566 siguen sin llegar a casa y 668 (el 73%) son niñas.

Según las autoridades, la mayoría de menores de edad que desaparecen son víctimas de secuestro, reclutamiento forzado, robo de órganos, indigencia, venta de droga, venta de niños para ser enviados al extranjero y delitos sexuales. Mientras que un análisis de la situación, hecho por la Universidad Manuela Beltrán (UMB), identificó que en zonas rurales la desaparición se asocia con la presencia de grupos armados ilegales y el reclutamiento forzado; y en áreas urbanas prevalecen circunstancias ligadas al trabajo infantil, la trata y la mendicidad.

¿Qué pasó?

Cuando Ayelén Sofía salió de su casa ubicada en la localidad de Chapinero, en Bogotá, lo hizo con su maleta negra a la espalda; allí cargaba su celular. Se supone que no tardaría en volver, solo iría a la tienda. Sin embargo, nunca regresó. Valentina Páez, su hermana, la describe como una niña “juiciosa, aplicada y amorosa”, y en conversación con este diario, aseguró que la mayor fijación de la menor en esos días era la Prueba Saber 11.

En la madrugada después de la tarde en la que desapareció, la vieron caminando frente a la sede de Caracol Radio, en Chapinero, muy cerca a su casa. Su celular sigue marcando que está en la localidad, pero cámaras han captado a Ayelén caminando —muy desorientada— en Bosa y en Engativá. Sin embargo, las dudas son muchas: si se supone que está bien, ¿por qué no ha llamado? ¿por qué no ha vuelto a casa? Para Valentina, alguien la tiene retenida: “Ella era muy unida a mí, a mi mamá”.

En Cali, Diangely despidió a su hija el 29 de junio, cuando su pequeña salió para participar en la marcha del orgullo LGBT. La última vez que la vieron estaba en la plazoleta Jaime Varela, el punto de inicio de la concentración. Al contrario que con Ayelén, de Laura no se sabe nada, porque la investigación no está en curso. Lo único que ha recibido su madre son llamadas extorsivas. “Cuando les digo que le voy a decir a la Policía que escuche sus testimonios, me dicen que así no me dicen nada. Yo les digo: pues no lo hagan”, reveló.

”Ella no se escapó de casa, no tiene sentido. Si se iba a escapar, ¿por qué dejó sus ahorros en su cuarto? eran $300.000. ¿Quién no necesita ese dinero si se iba a ir de la casa?”, le dijo Diangely a EL COLOMBIANO. Además, añadió que la desesperación ha crecido con el tiempo, porque las autoridades le dijeron que puede pasar a preguntar por su hija de lunes a viernes en horario de oficina. Para ella eso es imposible, ella trabaja y no le dan permisos.

En Bello, Cano aún habla de su sobrino. Un día salió de casa para trabajar y no volvió. “Él era un pelado avispado, le gustaba hacer arte con madera. Estaba en segundo de bachillerato cuando empezaron a rondar los narcos, ellos adiestraban pelados y los hacían hacer cosas horribles contra la Policía. Carlos no era así, pero aquí cualquier jovencito estaba entre ojos”, narró, añadiendo que en su caso, la desaparición de su sobrino abrió una herida de desconfianza con las autoridades: “Nadie me ha dicho dónde está, pero sabemos que acá mataban muchachitos”.

Impunidad y silencio

Aunque la pregunta es la misma —”¿dónde están?”—, no todas las familias afrontan la ausencia de la misma manera. Para las Olivares, el acompañamiento de la Policía, el CTI, la Fiscalía y los investigadores privados ha sido completa y crucial. Incluso la Interpol ya emitió una alerta amarilla.

En conversación con este diario, Valentina aseguró: “Sabemos que no somos los únicos en esta situación, estamos agradecidos por el apoyo”. Sin embargo, cuando EL COLOMBIANO habló con Diangely, su voz se quebró. Asegura que nadie le ha puesto atención.

“Casi no me reciben la denuncia, me preguntaron que si ella consumía drogas, como dando a entender que era su culpa o se había escapado. Pero ella no consumía nada”, aseguró, y añadió que las pocas veces que ha podido encontrar un espacio libre del trabajo para visitar a las autoridades, la respuesta siempre es “no sé”.

En Bello, la situación de Mario es parecida a la de Diangely, solo que él ha llevado aquel dolor durante más tiempo: “El mismo día en el que Carlos desapareció puse la denuncia en la Procuraduría. Dijeron que iban a buscarlo junto a la Policía pero nunca nos volvieron a llamar. Decidimos ir presencial, pero la respuesta siempre ha sido la misma: no saben nada”.

¿Qué dicen las autoridades?

Aunque en la mayoría de los casos sin resolver es imposible determinar la forma de desaparición, tanto la UMB como las autoridades han advertido que las redes sociales se han convertido en un canal que utilizan los criminales para secuestrar menores.

Luis Barragán, sociólogo de la UNB, aseguró para el estudio que tanto en las redes como los videojuegos en línea “los menores pueden ser manipulados psicológicamente para abandonar sus hogares, al punto de llegar a casos de trata, explotación o incluso secuestros asociados a mercados ilegales de adopción”. Mientras que según la Defensoría del Pueblo, TikTok y Facebook están siendo utilizados por grupos armados para reclutar menores, con lujos y promesas atractivas como engaño. En 2025, la entidad reportó al menos 21 casos de reclutamiento con esta modalidad.

Desde la Policía insisten en que las denuncias deben hacerse de inmediato: no hay que esperar 72 horas para reportar una desaparición, sobre todo si se trata de un menor de edad. El Plan de Búsqueda Inmediata (PBI), incluye acciones como difusión inmediata; coordinación con terminales, aeropuertos y transporte; y en los casos en donde haya autorización, la Policía puede hacer contacto con medios de comunicación.

Además, las familias pueden acercarse al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF). Si bien la entidad no está a cargo de las labores investigativas, puede acceder a su base de datos “con el objetivo de determinar si el menor se encuentra vinculado a un proceso de restablecimiento de derechos o si ha recibido atención en una modalidad de protección que permita su localización”, le dijo la entidad a EL COLOMBIANO, añadiendo que los niños que se encuentren secuestrados o perdidos, también pueden acudir al ICBF para recibir ayuda, no sólo a la Policía.

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