
«En Cuba estaría preso por inventar»: empresario cubano en Miami
- Cuba
- septiembre 23, 2025
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En esta entrevista, Franly relata que lo llevó de las calles de su barrio en Cuba a soñar con ver algún día el nombre de su empresa en el estadio de los Miami Heat.
MIAMI.- Franly Franco sabe lo que significa empezar desde cero. Nació en un barrio pobre de La Habana, San Miguel del Padrón, pasó por la emblemática escuela Lenin y sufrió el desgaste del servicio militar obligatorio en Cuba, un año que recuerda como el más duro de su vida. Con apenas 18 años llegó a Estados Unidos sin experiencia laboral, sin idioma y con la responsabilidad inmediata de sostenerse solo.
De cajero en una gasolinera a banquero en Wells Fargo, y de allí al salto definitivo: emprender. Junto a cuatro amigos —todos cubanos— levantó One Nation, una compañía de diseño, marketing e impresión que comenzó improvisando uniformes bajo una mata de mango y hoy cuenta con 21 empleados en Miami.
En esta entrevista, Franly relata que lo llevó de las calles de su barrio en Cuba a soñar con ver algún día el nombre de su empresa en el estadio de los Miami Heat.
—¿Dónde naciste y cómo fue tu niñez?
Nací en San Miguel del Padrón, en el reparto María Cristina, un barrio humilde, entre Papalote, Trompos y Bola. A los ocho o nueve años empecé a jugar baloncesto y eso me ayudó a distraerme después de la escuela. Mi secundaria fue en el reparto California, dentro del mismo San Miguel. Allí comenzaron las salidas, las fiestas de 15 y una etapa alegre porque estábamos cerca de la institución deportiva Pepe Prieto, donde jugábamos todas las tardes.
—Tu paso por la Lenin fue importante para ti, ¿cómo lo recuerdas?
Mi mamá fue la que insistió en que hiciera las pruebas para la Lenin. Estudiaba con mi mejor amigo, Fernando, y ella buscaba de dónde sacar dinero para pagarnos profesores particulares. Entré en 2005. Fueron los mejores tres años de mi vida, hice amigos que todavía son mis socios hoy. La escuela la inauguramos prácticamente nueva, gracias a fondos que venían de Venezuela: aire acondicionado, buena comida, todo impecable. Pero en solo tres años vimos cómo se deterioró hasta quedar en ruinas. Eso fue un golpe duro: la evidencia de lo rápido que en Cuba se destruye todo por falta de mantenimiento.
—¿Qué significó para ti el servicio militar, Franly?
Fue el peor año de mi vida. Me mandaron para una unidad en Cacahual: un día de guardia, un día chapeando marabú, un pase al mes. Venías del pre, de soñar con la universidad, y ese año te cortaba todo. Muchos de mis compañeros nunca retomaron los estudios después. Yo mismo estuve a punto de perder la visa que mi hermana mayor nos había reclamado, porque en aquella época existía el miedo de que si no pasabas el servicio no te dejaban salir del país. Al final cumplí 15 meses en esas condiciones, hasta que pude volar hacia Estados Unidos.
—¿Cómo fue llegar con 18 años a Estados Unidos?
Fue durísimo. En Cuba nunca había trabajado. Allá mi vida era estudiar, jugar, salir con los amigos. Aquí de repente tenía que pagar renta, facturas, todo en un idioma nuevo. Me golpeó fuerte, pero a la vez fue reconfortante: en pocos meses pude tener cosas que en Cuba eran un sueño —un carro, un teléfono celular, comida sin preocupaciones—. Empecé en una gasolinera como cajero. El dueño, Gustavo, un cubano que había vivido en Venezuela, nos apoyó mucho a mi hermana y a mí, nos decía que ese no era nuestro trabajo, que estudiáramos. Y gracias a él pude entrar en el Miami Dade College.
Después de dos años y medio en la gasolinera entré en Wells Fargo. Empecé de cajero, luego fui subiendo. Me ayudaron a sacar licencias y me especialicé en finanzas, inversiones y banca de negocios. Estuve 11 años allí, con un buen salario y comodidades que nunca imaginé: trabajar desde casa, 30 días de vacaciones, seguros médicos. Pero dentro de mí siempre estuvo el deseo de emprender, algo que heredé de mi madre y mi padrastro, que en Cuba siempre inventaban para sobrevivir.
—¿Cómo surge la idea de crear One Nation?
Todo empezó casi por accidente. Mi esposa y yo habíamos comprado una maquinita para hacer pullovers en el baby shower de nuestra primera hija. Un cliente mío en el banco me preguntó si podía hacerle los uniformes de su compañía: más de 300 piezas. Yo no tenía cómo hacerlo, así que busqué a Carlos, que ya trabajaba en diseño. Nos asociamos, y esa fue nuestra primera orden. Después se sumaron Sergio, especialista en informática, Darling y más tarde Óscar, también diseñador. En 2019 fundamos oficialmente One Nation, empezando con las máquinas en nuestros cuartos y hasta rapear carros bajo una mata de mango en casa de Carlos.

—¿Fue fácil?
No, los primeros dos años y medio fueron los más duros: trabajábamos de 7 de la mañana a medianoche y no había dinero ni para pagarnos. Pero lo hicimos por pasión, no por dinero. Era el impulso de querer tener un negocio propio. Aprendimos a base de errores, tropezones y noches sin dormir. Hoy, mirando atrás, esa etapa nos dio la fuerza para crecer.
—¿Qué es One Nation hoy?
Hoy somos una compañía de diseño, marketing e impresión con 21 empleados. Ayudamos a un negocio desde la creación de su marca hasta llevarla a lo físico: logos, carros, carteles, materiales publicitarios. Queremos ser la compañía más grande de diseño y marketing en Estados Unidos. Yo siempre digo en broma, pero en serio también, que no paramos hasta que el estadio de los Miami Heat se llame “One Nation Center”.
—¿Franly, qué hubiera pasado si te quedabas en Cuba?
Seguramente estuviera en una esquina jugando dominó o preso por inventar. De los que estudiamos ingeniería mecánica en la Lenin, no conozco a nadie que hoy ejerza la carrera en Cuba. Allí no tenía futuro. Aquí sí. Y si algo quiero que quede de nuestro ejemplo es eso: los cubanos podemos emprender, crecer y construir negocios prósperos si trabajamos con constancia y disciplina.
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