El papa, una pieza importante del Castrismo que ha salido del sistema

LA HABANA.- Las dictaduras, cuando más desprestigiadas e inseguras están, necesitan jugar a legitimarse, y para eso nada mejor que meter a “gente importante” en su juego. Lo mismo da si es Kevin Costner o Luisito Comunica, Barack Obama, Madonna, Beyonce, el papa o el mismísimo demonio, pero no pierden oportunidad de echarle el guante a cualquiera de los VIP que les sirva para mostrar al mundo que son “gente de fiar”, aunque lo mismo canten villancicos y reparto en un mismo concierto.

Por eso, hipócritas expertos, se inventan mesas de negociaciones, intermediaciones en procesos de paz (aún cuando continúan siendo los principales desestabilizadores) y hasta una fe religiosa que no profesan ni respetan pero que les sirve para escudarse tras un abanico de bendiciones, ya sean las del Patriarca de Rusia o las del Obispo de Roma (y hasta la de cualquier padrino de Guanabacoa), todas muy funcionales cuando se trata de demonizar y neutralizar a quienes se le oponen.

Es una jugada simple —de mera publicidad— la que hacen con las iglesias y sobre todo la que hicieron con el Papa Francisco que, buen jesuita, tenía todas las papeletas para encajar como pieza perfecta en la máquina militar dirigida por Raúl Castro, al igual que el hermano educado por jesuitas.

Los comunistas cubanos supieron aprovechar no solo ese punto en común de la primera educación sino, además, la polémica postura de silencio y, hasta se pudiera decir, de complicidad de Jorge Mario Bergoglio con la dictadura argentina, con la que el castrismo mantuvo —así como en secreto— una relación que fue más allá de la cordialidad entre “colegas”, un detalle que más adelante acordaron olvidar tanto las izquierdas argentinas como los hipócritas cubanos, puesto que no hacía bien a ninguno y, como suele decirse, “negocios son negocios”.

A final de cuentas, los argentinos que vinieron a refugiarse en La Habana durante aquellos tiempos convulsos, también usaban para transportarse los Chevy enviados por Videla, en tal cantidad que incluso formaron durante años la flota de taxis estatales. Fueron tan populares estos autos que casi hasta finales de los 80 en Cuba nadie decía “taxi” sino “chevy”, a los carros de alquiler.

Pero, retornando al tema de Francisco, se sabe de los roces, enfrentamientos y episodios de alergia entre este y el kirchnerismo, en tanto cuestionaban su papel durante la dictadura, su postura de silencio y hasta de “derechas” puesto que decían conocerle más de un “trapo sucio”, algo demasiado pestilente que más tarde fue estratégicamente guardado cuando la Cristina decidió seguir los consejos de su amiguísimo Raúl Castro, que necesitaba hacerle ese “regalo” a Bergoglio, tan caro a los silencios, los pactos y las complicidades.

La Kirchner no molestaría más al recién nombrado Papa, este dejaría de preocuparse por su pasado, prometería no regresar jamás a la Argentina, y Raúl Castro tendría una carta a su favor, tanto así que el 24 de octubre de 2021, con solo una llamada a su amigo en Roma, Bergoglio cerró y militarizó la Plaza San Pedro para que los cientos de manifestantes cubanos no entraran pacíficamente a mostrar las verdades que no quería ver ni escuchar, o mejor dicho, sobre las que bien le advirtieron desde La Habana.

Una historia tan bochornosa que ilustra por sí sola cuán largo es el brazo represor de la dictadura cubana, así como cuán bien entrenada ha sido tanto por los jesuitas —que en alguna época fueron sinónimo de “persona astuta, intrigante o hipócrita”— como por la KGB soviética, que sabía muy bien de chantajes y trapos sucios como herramientas de “convencimiento”, y si no que vayan a preguntare al ex oficial Vladimir Putin, que lleva a más de uno, tanto allá como acá, atrapado por los “güevos”.

La realidad es que por estos días el castrismo tiene más de un motivo para estar de luto, y no precisamente por la muerte de Francisco sino porque una pieza importante ha salido “del sistema” y, aún sin ser parte del Sistema Eléctrico Nacional, pudiera dejarlos a oscuras con mayor intensidad que la Felton y la Guiteras. Qué recen entonces porque la elección del nuevo sumo pontífice les sea tan propicia como las dos últimas, porque otro regañón como Juan Pablo II, diciéndoles verdades a la cara en medio de la Plaza, tal como están las cosas de ardientes en la Isla pudiera transformar en menos de un segundo cualquier misa en rebelión.