El del carro, capturado por ataque a Miguel Uribe, tiene antecedentes graves

El atentado contra el senador Miguel Uribe Turbay no fue un hecho aislado ni producto del azar. Según revelaciones recientes de la Fiscalía General de la Nación, el ataque fue planeado con al menos dos días de antelación y ejecutado por una red de personas que actuaron de forma coordinada. Entre los implicados figura Carlos Eduardo Mora González, señalado como pieza clave en la logística y preparación del crimen.

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Mora González fue capturado en las últimas horas. Durante la audiencia de control de garantías, la Fiscalía le imputó los delitos de tentativa de homicidio agravado, porte ilegal de armas de fuego y utilización de menores en la comisión de delitos. Un juez ordenó su detención preventiva en centro carcelario mientras avanza la investigación.

Pero esta no es la primera vez que su nombre aparece vinculado a hechos delictivos. En junio de 2024, exactamente un año antes del atentado, ya enfrentaba un proceso penal por tráfico y porte de armas de uso privativo de las Fuerzas Armadas. Se trata de una acusación con claros paralelos al caso que hoy lo vuelve a poner bajo la lupa de las autoridades.

Estos antecedentes fortalecen la hipótesis de los investigadores según la cual Mora González no habría sido un simple facilitador logístico, sino un eslabón con presunta experiencia en redes criminales y conocimiento del manejo de armamento.

Aunque en el proceso anterior su nombre pasó inadvertido, el ataque contra un precandidato presidencial esta vez lo arrojó al centro de la atención nacional. El caso, que se maneja con estricta reserva debido a sus implicaciones políticas, ha comenzado a revelar detalles que permiten reconstruir cómo se orquestó el atentado que hoy mantiene entre la vida y la muerte al senador Uribe.

De acuerdo con la Fiscalía, este sujeto habría cumplido un rol central: realizar el reconocimiento del lugar del ataque, coordinar la logística y transportar el arma que finalmente usó un menor de edad en el atentado. Videos de cámaras de seguridad evidencian que un vehículo Chevrolet Spark gris, conducido por el sospechoso, merodeó insistentemente el área donde ocurrió el atentado.

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Según el expediente, la presunta participación de Mora González comenzó el jueves 5 de junio, cuando visitó el lugar del atentado para estudiar rutas de ingreso, salida y posible fuga del agresor. Al día siguiente, viernes 6 de junio, habría regresado para afinar los detalles logísticos. Fue él, según la Fiscalía, quien guio al menor sicario por el trayecto que debía seguir desde su llegada en motocicleta hasta el punto del evento político.

El sábado 7 de junio, día del atentado, habría ejecutado su papel final. Transportar en su vehículo el arma que le fue entregada al menor de 15 años para cometer el ataque. En ese mismo automóvil, de acuerdo con las autoridades, el adolescente también se cambió de ropa tras el atentado para dificultar su identificación y facilitar la fuga.

La información que compromete a Mora González provendría al parecer del propio sicario capturado, quien hoy está bajo protección del programa de testigos de la Fiscalía, y fue respaldada con imágenes de seguridad analizadas por la Policía Nacional.

Mientras tanto, las autoridades concentran esfuerzos en identificar a los autores intelectuales del crimen y establecer posibles vínculos con estructuras criminales.

El proceso además cuenta con el testimonio del jefe de seguridad de Uribe Turbay, cuya identidad no puede ser revelada.

El hombre narró que en el momento del atentado “el senador se sube a las canastas y empieza su alocución, yo estoy siempre detrás del senador y el hombre de la Unidad Nacional de Protección ya había ubicado el vehículo y se encontraba al lado derecho”… y añadió que “por lo general cuando estamos solos siempre se busca el sitio que se ve más vulnerable y se ubica”.

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Agregó que ya “había transcurrido unos 8 o 10 minutos de la alocución” de Miguel Uribe, quien pidió a la comunidad que le hicieran preguntas. “En cierto momento escucho la detonación y veo al senador que se desploma atrás… yo me hago encima y espero 5-10 segundos encima del senador”, finalizó.

Este testimonio aporta detalles cruciales sobre el momento exacto del ataque y las acciones inmediatas del equipo de seguridad.

El atentado ha desatado una oleada de reacciones en el escenario político. El ministro del Interior, Armando Benedetti, y la precandidata presidencial Vicky Dávila insinuaron que detrás del crimen podría estar el Estado Mayor Central (EMC), disidencia de las FARC.

Sin embargo, esa estructura armada negó cualquier participación. En un comunicado publicado en uno de sus canales habituales, los disidentes aseguraron: “Las unidades de las FARC-EP no planificamos, ordenamos ni ejecutamos ninguna acción contra el político en cuestión”.

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Lejos de limitarse a negar, el grupo armado aprovechó la oportunidad para lanzar ataques verbales contra Uribe, a quien llamaron “fascista” además de burlarse de las conjeturas sobre su presunta autoría.

“Ese atentado fue entre ‘amigos’… ¿No les parece raro que un paisa les haya organizado el evento en Bogotá?”, se lee en su declaración, cargada de cinismo político.

Pese a condenar el uso de menores en el ataque, los disidentes manifestaron una retorcida empatía por el joven sicario, describiéndolo como una víctima de la miseria y la desesperanza.

Esta no es la primera vez que el EMC intenta desmarcarse de señalamientos. En agosto de 2024 también rechazaron versiones del presidente Gustavo Petro, quien insinuó que alias “Iván Mordisco” estaría planeando un atentado en su contra con apoyo de mafias en el exterior.

El ataque a Uribe, perpetrado a plena luz del día y en un espacio público, ha encendido alarmas sobre el deterioro de la seguridad, el auge de la violencia política y el uso de menores como instrumentos en crímenes de alto impacto. La investigación avanza, pero las preguntas de fondo siguen abiertas: ¿quién dio la orden? ¿Quién financió el ataque? ¿Y cuántos más están involucrados?

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