
De repartir pizzas en Berlín a revolucionar la odontología veterinaria en Europa
- Cuba
- julio 20, 2025
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Desde Alemania, Specht Anaya ha revolucionado la odontología veterinaria. Su historia de superación es un testimonio del potencial de los cubanos fuera del sistema que los limita.
MIAMI, Estados Unidos.- En un sistema que reprime el pensamiento crítico y limita la iniciativa privada, sorprende —aunque no debería— la capacidad de los cubanos para triunfar una vez que rompen esas cadenas. La historia de Oriol Specht Anaya es prueba de ello: médico veterinario, inventor y empresario, logró construir desde Alemania una exitosa carrera basada en la innovación, el esfuerzo y la libertad de crear.
Specht no solo fundó su propia empresa —Oriyena Dental Hamburg—, sino que diseñó equipos dentales veterinarios únicos en Europa. ¿Qué los hace especiales? Permiten realizar varios procedimientos al mismo tiempo, lo que reduce el tiempo de anestesia en los animales, algo que él considera crucial, pues “la anestesia prolongada daña órganos de las mascotas”.
Ahora, tras conquistar buena parte de Europa, ha dado el salto a Estados Unidos con una nueva empresa en Miami, desde donde planea expandir la comercialización de sus máquinas. Su historia es un testimonio poderoso de lo que los cubanos pueden lograr cuando se liberan de las limitaciones de un sistema que les impide crecer.

—¿Crees que los cubanos pueden ser exitosos fuera del país?
—Claro que sí. Los cubanos sí podemos ser exitosos. Hay muchos que lo han logrado, sobre todo aquí en el sur de la Florida, pero también en España, Alemania y otros países de Europa. Somos muchos, y en muchos lugares la gente se sorprende: “¿Y quién es ese?” Y resulta que es un cubano, un médico, un inventor… y eso nos llena de orgullo.
—¿Cómo fue tu salida de Cuba?
—Yo me fui a Alemania junto con los que iban a hacer la candidatura en la Alemania Democrática. Justo se cae el Muro de Berlín y tres meses después llegué allá. Lo hice porque sabía que si quería avanzar profesionalmente, tenía que ampliar mis horizontes.
—¿Fue fácil adaptarte a Alemania?
—Para nada. Como todo cubano que llega a un país nuevo, tuve que empezar de cero. Siempre he dicho que los cubanos somos los únicos capaces de respirar debajo del agua… ¡e incluso debajo de la nieve! Cuando comencé a estudiar en la Free University de Berlín Occidental, no tenía beca, así que repartía pizza, limpiaba edificios y trabajaba en una empresa de crepes para poder pagar mis estudios.
—¿Tuviste que repetir la universidad?
—Sí, excepto fisiología y anatomía. Tuve que repetirlo todo en alemán: anatomía patológica, ginecología, farmacia, anestesia… llené mi cuarto de papeles con conversiones del español al alemán hasta que logré dominar el idioma.
—¿Y después qué hiciste?
—Terminé la universidad, hice un curso de Pharma Management y trabajé como manager en la compañía Bayer durante tres años. Luego me mudé a Holanda, donde aprendí a trabajar como médico veterinario móvil. Ese fue mi gran despegue. Fundé mi primera clínica veterinaria y luego me especialicé en medicina dental veterinaria en Suecia.
—¿Cómo nació tu empresa?
—Siempre he sido un inventor. Desde niño hacía chivichanas, y ya de adulto inventé herramientas para sacar sangre a las vacas más rápido. Un día, trabajando como veterinario, le pedí a una empresa un equipo completo para trabajar la medicina dental móvil. Me dijeron que no existía y que si lo quería, tendría que inventarlo yo. Así que me senté con mi hija a dibujar los planos… y hoy tengo dos equipos con los nombres de mis hijas.

—¿Qué hace tu empresa exactamente?
—Diseñamos y fabricamos unidades dentales veterinarias móviles. Mi empresa se llama Oriena Dental Hamburg GmbH, en honor a mi madre. Tenemos cinco modelos distintos según las necesidades. Se usan en Alemania, Polonia, Suiza, Holanda, Luxemburgo…
—¿Cómo es tu ritmo de vida ahora?
—Trabajo de martes a viernes, y los domingos salgo en camión a instalar equipos. A veces estoy en Polonia, otras en Suiza, Bélgica o cualquier lugar de Europa. Me encuentro ahora en Estados Unidos participando en un congreso de medicina veterinaria dental. Pero mañana regreso a mi patria, que ahora es Alemania.
—¿Qué es lo que más extrañas de Cuba?
—Uf… el calor, la gente, los mangos de mi ciudad, la conga, los carnavales y los amigos que dejé. Cuando vengo a Miami, me llevo media maleta llena de condimentos, pasta de guayaba, pasteles… cosas que allá no hay. Allá todo es papa con butifarra y el cielo gris.
—¿Cómo ha influido tu vida en Cuba en tu éxito?
—Mucho. La vida en Cuba fue tan dura que cuando llegas a un país libre y tienes la oportunidad de desarrollarte, aplicas todo lo aprendido. En Alemania pude desarrollar mi empresa, controlar mi producción, viajar libremente… cosas que en Cuba nunca hubiese podido ni soñar.
—¿Te gustaría ayudar a Cuba algún día?
—Sí. Me gustaría ver un país donde se protejan los animales, donde haya ambulancias para perros y gatos, como en Europa. Yo fui el primero en crear una ambulancia para animales en la República Federal Alemana. Los alemanes se sorprendieron, pero yo lo hice, y fue un éxito.

—¿Fue difícil ganarte el respeto en Alemania?
—Sí, mucho. El alemán es rudo, es su país, su idioma, su mentalidad. Aunque hablo alemán perfectamente y llevo 35 años allí, siempre seré el extranjero. Pero cuando demuestras que sabes lo que haces, las cosas cambian.
—¿Qué mensaje le das a los jóvenes cubanos?
—Que no tengan miedo. Cada reto fuera de Cuba, por difícil que parezca, es más fácil que los que vivimos allá. Sin luz, sin agua, sin comida, sin libertad de movimiento… y aun así sobrevivimos. Así que afuera, con enfoque y disciplina, sí se puede.
—¿Qué sientes al mirar atrás?
—Me siento libre. Viajo por el mundo, he logrado cosas que jamás imaginé en Cuba. Hoy, gracias a los equipos que fabrico, miles de perros y gatos reciben atención dental en Europa. Eso me llena de orgullo.
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