Cuba: la represión no ha cambiado

PUERTO PADRE, Cuba. — Es un hecho irrefutable. Lo dicen, lo delatan sus cachetes y sus panzas: la élite política, militar, administrativa y de correveidiles del castrocomunismo vive bien, cual nueva clase alta o media capitalista. Y no se desprenderán de tales privilegios —sostenidos a costa de una nación hambrienta y reprimida. De campesinos y obreros solo conocen los símbolos de la hoz y el martillo en las banderas que adornan sus tribunas, salones de reuniones o caminatas de propaganda. ¡Qué forma tan conveniente de ser “proletarios”!

La nomenklatura no sufre la crisis humanitaria que asfixia al pueblo cubano. Y, repito, esa élite política, militar y de funcionarios afines no abandonará voluntariamente el poder con sus prebendas. Solo lo harían ante una operación militar lo suficientemente destructiva como para privarlos de sus posiciones de mando y de sus fuerzas represivas. Una intervención que, además, ni está en los planes de ninguna potencia extranjera ni sería legítima bajo el derecho internacional. Por tanto, en Cuba no habrá una transición del totalitarismo a la democracia —ni en lo que respecta a la represión de los derechos civiles— mientras los propios cubanos no se propongan esa transformación. Y ese giro comienza por una metamorfosis psíquica individual: anteponer los hechos a las narrativas de la historia oficial.

El pasado 21 de mayo le decía a Pedro Corzo —escritor, periodista e historiador que preside el Instituto de la Memoria Histórica Cubana contra el Totalitarismo— que no podemos perder de vista los sucesos puntuales de estos 66 años de dictadura. Hay etapas en peligro de desaparecer, no solo en sus detalles periodísticos, sino también en sus esencias históricas. Muchos de sus protagonistas ya han muerto, otros envejecen con la cubanidad auténtica. Mientras tanto, el régimen ha desplegado durante más de medio siglo una estrategia sistemática de manipulación: cine, literatura, teatro, música, educación, medios de comunicación, y hasta relatos de padres a hijos, todo en manos de comisarios políticos para construir una historia falsa, acomodaticia, que sirve como instrumento de dominación.

Recientemente, algunos estudiantes universitarios han expresado su asombro ante la vigilancia ejercida sobre ellos por criticar el “tarifazo” impuesto por ETECSA. Esta reacción de sorpresa revela una desconexión generacional con la historia represiva del régimen. La “profilaxis” —como llaman al seguimiento de la Seguridad del Estado— no es nueva. Miguel Díaz-Canel actúa hoy igual que Fidel Castro lo hizo con cualquiera que se atreviera a disentir, ya fueran amigos o enemigos.

En octubre de 1959, por expresar en el Consejo de Ministros que consideraban inocente a Huber Matos, fueron destituidos Manuel Ray, entonces ministro de Obras Públicas; y Faustino Pérez, director del Ministerio de Recuperación de Bienes Malversados. Ray, ingeniero civil que construyó el hotel Habana Hilton y había combatido a Fulgencio Batista, y Faustino, expedicionario del Granma y figura del Movimiento 26 de Julio, fueron eliminados políticamente. Ni siquiera entre los más cercanos se admitía la divergencia.

Y entre los días 7 y 9 de septiembre de 1963, más de 3.000 personas —unas 500 familias campesinas— fueron sacadas por la fuerza de sus hogares en la antigua provincia de Las Villas y trasladadas a Pinar del Río. Allí se establecieron los llamados “pueblos cautivos”. Estas personas fueron procesadas política y penalmente por “colaborar” con los alzados del Escambray. Ser tildado de “contrarrevolucionario” implicaba segregación en todos los ámbitos: laboral, residencial, educativo y social.

La represión no ha cambiado. Tras seis décadas y media de dictadura totalitaria, el uso del aparato policial para castigar ideas políticas sigue intacto. Por eso, del mismo modo que Fidel echó del Consejo de Ministros a Faustino y a Ray por defender a Huber Matos, nadie debe asombrarse si Díaz-Canel expulsa a estudiantes que se opongan al “tarifazo”.Por lo pronto, ¡alerta! Ya oficiales operativos de la Seguridad del Estado han comenzado a hacer “profilaxis” alrededor de Alma Mater.