
¿Cuánto pesa el humo de Cuba?
- Cuba
- junio 29, 2025
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Mientras el poder totalitario en Cuba se sostiene en una estructura de represión y privilegios, la verdadera transición hacia la democracia solo será posible cuando los ciudadanos rompan con la servidumbre voluntaria.
PUERTO PADRE, Cuba.- “En Cuba no habrá una transición del totalitarismo hacia la democracia ―ni en lo que respecta a la represión de los derechos civiles― mientras los propios cubanos no se propongan esa transformación. Y ese giro comienza con una metamorfosis psíquica individual: anteponer los hechos a las narrativas de la historia oficial”, expresamos en “Cuba: la represión no ha cambiado”.
Nos referíamos en ese artículo a cómo los estándares socioeconómicos de la élite gobernante castrocomunista, ―supuestamente sin más medios de subsistencia que sus salarios― es semejante al modo de vida de las clases media o alta en cualquier país capitalista, y cómo son precisamente esas prebendas las que hacen inamovible a ese clan, sociológicamente retratado por un chiste popular, donde preguntan a un niño, “¿Pepito, para qué vas a estudiar?”, y el chico responde: “¡Para dirigente!”.
Pero, ¿acaso por tal avaricia política y económica no es posible la transición del totalitarismo a la democracia a través de la objeción de conciencia individual y la desobediencia civil colectiva?

Ciertamente, en un régimen totalitario comunista, el cambio de la dictadura a la democracia a través de la resistencia pacífica sólo es viable si previamente, o al unísono, se corta de cuajo, o, al menos, se poda todo lo posible el modus vivendi del grupo en el poder, clan que, marcadamente, ha convertido en servidumbre a toda la nación; sí, pero tal corte, total o mera poda de esa tribu dirigente según se hayan extendido sus raíces y sus ramas, no se completaría si la motosierra no pasara también por dentro de ese montón de gente sumisa, sostenedora de los poderes del Estado omnipresente, a quienes ya en 1849 Henry Thoreau llamó “el ejército permanente”.
En el ensayo “Desobediencia civil”, hace ya la friolera de 176 años, Thoreau describió como “hombres de paja” ―pues en la mayor parte de ellos “no hay ni rastro de ejercicio libre de juicio o del sentido moral”― a esa curia de soldados endémicos, que necesariamente no tienen que ser militares ni policías profesionales, sino que son empleados por los poderes del Estado en tareas de represión, vigilancia o influencia política, por intereses económicos o por ocupar cualquier empleo público, ya sea de dirección, inspección, administración, relaciones públicas, comercio, enseñanza desde las escuelas primarias hasta las universidades; o, en medios masivos de adoctrinamiento, como son el cine, la radio, los programas de televisión incluidos los de “ficción”, el teatro, la música o cualquier rama del sistema socioeconómico y sociocultural.
En el caso de Cuba, llevamos 66 años viendo ese “ejército permanente” desplegado; sí, permanentemente utilizado cual unidad de enmascaramiento, proyectando cortinas de humo. Pero, ¡cuidado!, si el humo tiene peso filosófico, ya en cortinas de humo para enmascaramiento, las humaredas cuestan pesos y centavos si contribuyen a depreciar la moneda nacional y de paso a la nación toda; bien lo sabemos los cubanos, temprano ocurrió ya cuando el castrocomunismo para privar de sus finanzas a la oposición política, el 4 de agosto de 1963 mediante la Ley No. 963, produjo el canje forzoso de la moneda, que hasta hacía muy poco, valía como el dólar estadounidense, y más reciente, cuando el peso cubano fue devaluado por otro peso llamado “CUC” , vuelto a devaluar por otro llamado “LMC”, o, como ahora mismo, al “tarifazo” del monopolio de telecomunicaciones, ETECSA, pretende dársele caracteres de “política pública cubana”, “democrática”, gracias a las “propuestas” de unos 40 integrantes del “ejército permanente”, de mujeres y hombres de “paja”, a decir de Thoreau.
Como dichas hoy mismo y para los cubanos en cualquier lugar del mundo, se atribuye al filósofo y jurista francés Étienne de La Boétie en el “Discurso sobre la servidumbre voluntaria”, pronunciado en 1548, estas palabras: “Decidíos, pues, a dejar de servir, y seréis hombres libres; no quiero que lo pulvericéis o le hagáis tambalear, sino simplemente que dejéis de sostenerlo y lo veréis, cual un gran coloso privado de la base que lo sostiene, desplomarse y romperse por su propio peso”.
Sabido es. Ninguna servidumbre es obligada, sino voluntaria y por su propio peso siempre rueda cuesta abajo. Es, intrínsecamente, la sustancia de las dictaduras y de las servidumbres que las sostienen. En Crítica de la razón pura (1781), refiere Immanuel Kant que preguntaron a un filósofo: “¿Cuánto pesa el humo?” Y él contestó: “Del peso de la madera quemada restad el peso de la ceniza sobrante, y tendréis así el peso del humo”.
Para el pensador citado por Kant, ni aún el fuego destruye la materia (sustancia), sino sólo la forma se modifica. Por analogía, sociológicamente, si alguien preguntara: ¿Cuánto pesa el humo de Cuba?, habría que decir que el humo de Cuba pesa la diferencia entre lo que fue la nación en su máximo esplendor y las cenizas de lo que es Cuba hoy, quemada hasta los cimientos de los centrales azucareros que fueron la industria nacional, por una dictadura que ya se prolonga por más de 66 años mientras el archipiélago-cárcel todavía prosigue ardiendo, avivado el fuego por mujeres y hombres “de paja”, valga decir en condiciones de servidumbre.
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