«Compro oro, compro plata, compro enchape»
- Cuba
- octubre 25, 2025
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Así chilla cada vez el negociante, ese que revenderá después en precios más cercanos al abuso, a las estafas.
LA HABANA, Cuba. – Pobre país mío que aún no aprendiste a decidir, pobrecito este terruño de nosotros en el que cada día escucho, y a voz en cuello, a un hombre que, desandando las calles de la ciudad se ha empeñado en advertirnos que compra “cualquier pedacito de oro” y también “cualquier pedacito plata”, incluso un pedazo pequeñísimo de algo que solo tenga un enchape de oro, un enchape de plata. Pobre país nuestro que no se atreve a decidir si lo que quiere es oro o plata, o algún enchape.
El hombre desanda cada día las calles de mi barrio; una y otra vez, siempre lo mismo, igual en las mañanas que en las tardes, siempre haciendo algarabías, dando gritos, llamando la atención de los posibles vendedores de oro, de plata, y también de algún enchape de esos metales que suelen brillar unos más que otros. Y el hombre, el comprador de esos fulgores no deja de gritar. El hombre grita y grita, y nosotros lo escuchamos.
Nosotros escuchamos al vendedor comprador de pedazos de cosas que ostentan alguna refulgencia; de oro, de plata y también de algunos enchapes que no son plata y mucho menos oro. Cada día lo mismo, cada día una cantaleta idéntica que hace acompañar con la apariencia de algunas refulgencias que son falsas, mentirosas. Pobre país nuestro que no sabe decidir, que no sabe resolver entre una cosa con un brillo mentiroso y otro cierto.
Pobre esta Cuba que se pone ansiosa a la hora de comprar y también a la hora de vender, sin que sea capaz de conseguir el reconocimiento de esos brillos que son solo ilusorios, que no son más que una apariencia. Y es que Cuba ha vivido años y años entre esas falsas refulgencias, entre brillos aparentes, sobre todo si se les compara con ese oro y esa plata de extraños centelleos.
En Cuba se compra y se vende cualquier pedacito de oro y también de plata, y, como si fuera poco, se comercian también otras cosas que únicamente exhiben fulgores muy extraños y alejados de los brillos más auténticos, de esos brillos que exhiben el oro verdadero y también la plata, y hasta esos que nos engañan con sus simples y muy falsos enchapes. Y, ¿quién podría garantizar que no fue burlado alguna vez en este país del engaño, en la Isla en el que todos hemos sido estafados por los vendedores de falsos centelleos, de espurios brillos comunistas?
Cuba nos fue vendida como la más preciada joya. Cuba nos fue mostrada en lo que parecían sus mejores fulgores, y, sucede aún, con esos falsos brillos de la misma manera en que lo hacen esos vendedores que desandan las calles de mi barrio, siempre usando los peores trucos, esos de los que disponen los vendedores de joyas falsas, y que luego tratan de revender lo que consiguen como si se tratara del Diamante Hope.
“Compro oro, compro plata, compro enchapes”, así chilla cada vez el negociante, ese que revenderá después en precios más cercanos al abuso, a las estafas. “Compro oro, compro plata, compro enchapes”, así chilla el vendedor que pasa cada día por mi barrio haciendo sus estafas.
Y así nos engañaron también los comunistas, esos que lo hacen todavía, esos que hablan, exaltados, de oros y virtudes, aunque hasta hoy no pudieran mostrar algo que fuera más allá de un ligero enchape, un minúsculo enchape que seguiremos pagando por mucho tiempo como si se tratara del oro mejor, y no un enchape, como si fuera realmente una revolución de fulgores verdaderos y no una mentirita.
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