
Caribe, ¿una zona de paz?
- Cuba
- octubre 20, 2025
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Con Venezuela y Nicaragua, el régimen cubano conforma las tres puntas de un triángulo de maldad que él mismo forjó en La Habana
LA HABANA.- Para maniobrar a sus antojos, bajo una retórica pacifista que les sirviera de manto protector ante los ojos del mundo, un día decidieron impulsar desde la CELAC la idea de declarar América Latina y el Caribe como “Zona de Paz”.
Así, los regímenes más criminales y terroristas de nuestra región, lograron en 2014 hacerse pasar por chicos buenos, quizás para quedar bonitos ante los ojos de un Barack Obama al que Raúl Castro estaba seduciendo con “buenas intenciones” o porque el nonagenario que hoy preside el Consejo de Defensa Nacional, aún en contra de la Constitución que reserva ese derecho a Miguel Díaz-Canel, quería irse con el Nobel de la Paz solo para fastidiar a su hermano, que tanto lo anheló en sus últimos días.
Fueron los mismos caraduras que apenas ayer se movilizaron, con carteles de odio contra Israel, no por el fin de la guerra en Oriente Medio o para celebrar el acuerdo de paz, sino por la legitimación de Hamas; que envían miles de soldados a enrolarse en el ejército ruso contra Ucrania; que continuamente lanzan provocaciones contra Guyana en sus reclamaciones del Esequibo; que instalan bases de espionaje chinas en sus territorios; que hacen pactos militares con Bielorrusia y envían armas escondidas en cargamentos de azúcar a Corea del Norte. Los los mismos que atesoran un extenso historial de colaboración con grupos terroristas donde existen y han existido.
Los que piensan que esa retórica pacifista no les ha servido de mucho, no tienen en cuenta cuán pronto los gobiernos del mundo, después de aquella declaración de 2014, diseñada ciento por ciento al interior de la cancillería cubana y bajo la propuesta y supervisión de Raúl Castro, han olvidado que detrás de todas las guerras, guerrillas y demás conflictos bélicos en toda Sudamérica, desde los años 60 hasta el presente, ha estado el régimen cubano como principal promotor y patrocinador.
Que incluso Cuba ha funcionado como un imán con la capacidad de atraer desde prófugos de la justicia, como la ex miembro de las Panteras Negras Joanne Chesimard; asesinos a sangre fría como el argentino Ernesto Guevara; y sembradores del terror como todos los miembros de ETA que fueron atendidos en hospitales cubanos como héroes de guerra y no como los sangrientos extremistas que inundaron de pánico y muertes a España. La misma España que hoy decide, una vez más, renegociar deudas e impagos del castrismo, cual premio por su proverbial hipocresía.
Lo hicieron con ETA en España como con Sendero Luminoso en Perú. Contagiaron con extremismos y radicalismos todas las universidades desde Chile hasta México, incluso alguna que otra en los Estados Unidos. Se filtraron e infiltraron en los principales núcleos guerrilleros de la región, dando paso posteriormente a la creación de pandillas y grupos de narcotráfico cuyo objetivo fue y continúa siendo crear el caos en los Estados Unidos haciendo la situación social cada día más difícil de controlar.
Una operación de inteligencia que se hizo evidente en los últimos años con la crisis migratoria, en la que Cuba, Nicaragua y México articularon estrategias para aumentar el flujo de migrantes hacia la frontera sur de los Estados Unidos quizás persiguiendo beneficios económicos, posiblemente hasta llegar (en el caso del régimen cubano, a la tan ambicionada “mesa de negociaciones” en tanto la situación alcanzó las proporciones de una invasión), pero sin dudas una operación de penetración masiva, y la prueba está en las decenas de ex militares, ex dirigentes y cómplices de la dictadura que lograron pasar la frontera e instalarse sin contratiempos en “territorio enemigo”.
De no haber cambiado la política de la Casa Blanca con respecto a la emigración, y de no ser por las intensas campañas de denuncias en las redes sociales, la dictadura cubana hubiera desplegado en los Estados Unidos su mayor operación de inteligencia (y por tanto de guerra) en los últimos treinta años (que no ha sido neutralizada del todo, en tanto los grupos de cubanos que han arribado a los Estados Unidos en los últimos cinco años necesitan de un escrutinio profundo). De este modo se hace evidente que la principal promotora de la iniciativa del “Caribe como Zona de Paz” es en realidad una vieja maquinaria desestabilizadora, que jamás fue desactivada con el fin de la llamada “Guerra fría”.
Hoy esa máquina, según las más recientes declaraciones de Vladimir Putin, así como las denuncias que llegan de Ucrania, está metida de lleno en la guerra contra Kiev y hasta posiblemente llegue a convertirse en la principal emisora de efectivos, extraídos de ese mismo ejército cuyos generales, en su totalidad, fueron formados en Moscú, a tono con las necesidades belicistas de una Rusia que aspira a retomar un “pasado de gloria” que nunca tuvo, a no ser que se pudieran llamar gloriosos los tiempos de la URSS, con todo el hambre y la ausencia de libertades, de los que bien conocemos por acá.
El régimen cubano, por medio de su canciller, ha dicho que no se involucrará en un conflicto bélico entre Venezuela y los Estados Unidos, pero los que vivimos en Cuba y conocemos del vecino militar o el amigo “boina negra” que con urgencia se han llevado “de misión” por estos días —quizás hasta sumar la cantidad de una tropa—, los que hemos comprobado en las calles de La Habana como en las demás provincias, el inusual nerviosismo de los panzones de verde olivo —más con la reactivación del Consejo de Defensa—, sabemos que se alistan a cerrar filas con Maduro, y que ese combustible como aparecido de la nada, y que alivia los apagones por estos días, no es “casual”.
Pero, aún con el historial y las evidencias, el mundo no solo les cree el cuento de la “zona de paz” sino que muchos de los que lo han inventado —que son los mismos que aún fuerzan a los niños a jurar “ser como el Che”— se lo han creído de tanto repetirlo. Puede ser que hasta suelten lágrimas ya en las marchas contra Israel como en las que vendrán como “tarea de choque” a favor del narcotraficante Nicolás Maduro, y las que harían con los ojos cerrados en apoyo a la dupla dictatorial Ortega-Murillo, porque, con Venezuela y Nicaragua, el régimen cubano conforma las tres puntas de un triángulo de maldad que él mismo forjó en La Habana.
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