Así saqueó la Revolución a los cubanos: 11 historias de despojo y humillación

Así saqueó la Revolución a los cubanos: 11 historias de despojo y humillación

  • Cuba
  • mayo 1, 2025
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CDMX.-Desde que en 1959 la Revolución Cubana tomó el poder, el pueblo de Cuba ha vivido bajo un régimen que no solo destruyó las libertades individuales y políticas, sino que durante décadas despojó a miles de cubanos de sus propiedades, negocios, viviendas y pertenencias, bajo el amparo de decretos y leyes que sirvieron de fachada para una ola de abusos, humillaciones y despojo masivo.

A partir de los años 60, se instauró un proceso sistemático de expropiaciones e intervenciones forzosas. Talleres, bodegas, carnicerías, casas y hasta los objetos más personales como tazas, cubiertos o prendas de vestir, fueron confiscados a las familias que intentaban emigrar o simplemente se negaban a rendirse ante el sistema. Estos actos de saqueo estatal se extendieron durante décadas, y hasta entrados los años 2000 se seguían cometiendo injusticias similares contra los cubanos que decidían marcharse en busca de libertad.

Más allá del robo material, estos actos buscaron humillar y someter al ciudadano, destruir la estabilidad de familias enteras y borrar cualquier intento de independencia económica o social. Se despojó no solo de bienes, sino también de dignidad y de futuro.

Hoy, desde Cubanet, queremos rendir tributo a la memoria de quienes lo vivieron. Estos son testimonios, enviados por nuestra audiencia, que merecen quedar en la memoria colectiva como prueba de los horrores cometidos por el régimen cubano.

Xiomara: “¡Ladrones! Indemnizaron a mi padre con 60 pesos”.

En la década del 60, siendo yo todavía una niña y en ausencia de mis padres, apareció un vecino con la policía y dijo que lo habían nombrado interventor del taller de mi padre. Entró hasta la casa, donde estaba el almacén de piezas de repuesto, y lo robaron todo. Incluso una máquina que había dejado un hermano mío que vivía en Camagüey se la llevaron. Producto de esa fechoría, mi padre debutó con una diabetes que, con el tiempo, le costó la vida. Mis hermanos nunca fueron niños, siempre ayudaban a mi padre en el taller, así que también les intervinieron la niñez y la estabilidad económica de una familia trabajadora. ¡Ladrones! Indemnizaron a mi padre con 60 pesos.

Cary: “Los desalojaron y sellaron su casa”

Ciertamente no se puede tapar el sol con un dedo. Yo tuve que albergar a una familia en mi casa porque, la última noche antes de irse para EE. UU., los desalojaron y sellaron su casa. Eso fue en los 2000.

Esperanza: “A mis padres los dejaron salir porque un capitán de la milicia se enamoró de la casa”

A mis padres les hicieron lo mismo. Con el famoso inventario, tenían que dejarlo todo. En aquella época no se podía vender una casa. Yo salí antes que ellos y toda mi ropa, zapatos, pantalones interiores, brassieres… todo me lo contaron. A mis padres los dejaron salir porque un capitán de la milicia se enamoró de la casa que, con muchísimos sacrificios, mis padres habían construido para mí. Los dos trabajaban, nadie heredó nada. Y el ladrón, amparado por el gobierno, se quedó con una casa de dos plantas, tres cuartos, un baño arriba, y debajo de la escalera un lavabo y un inodoro. Sala, saleta-comedor, cocina y una terraza desde la que se veía la bahía. Todo ese sacrificio lo disfrutó el hijo de la buena madre de gratis. Eso pasó en 1970, cuando pudieron salir reclamados por mí.

Camacho: “Nunca más volvió a Cuba”

Mi mamá me contaba que a una tía suya le hicieron lo mismo. Le inventariaron hasta las cucharas y los juegos de sábanas. Ella vivía en una buena casa en El Vedado, y mi abuelo, que era su hermano, vivía en el campo, en una casita de madera y guano. No pudo dejarle nada, se lo quitaron todo. Incluso la hicieron salir antes de la fecha de su salida y se refugió un tiempo en el campo, en una casita que le decían “bar en tierra”, con dos hijos. Después vivió muchos años en Estados Unidos y nunca más volvió a Cuba.

Luz : “Despojaron de sus bienes a todo aquel que, con el sudor de su frente, había levantado algo”

En mi casa había una bodega, una carnicería y una guarapera, y todo fue intervenido por el gobierno. Ese año se llamó “El año de la nacionalización”. Despojaron de sus bienes a todo aquel que, con el sudor de su frente, había levantado algo. Los dejaron en la miseria. Todos se fueron del país con una mano adelante y otra atrás. Ese fue el primer gran robo de la Revolución. Así comenzó la degeneración de todos los valores, crearon envidia y discordia entre familias y amigos. Fue todo un plan macabro para robar y humillar al pueblo. El cubano de la generación de la Revolución se adaptó a robar y vivir de los demás, perdiendo valores y principios. Hoy queda muy poco de aquello, pero esa es la realidad cubana.

Cruz: “Eso fue muy triste y duro”.

A mi hermana no le hicieron inventario porque vivía con su suegra, pero tenía que ir a trabajar a la agricultura. Mujeres y hombres encaramados en un camión. Eso fue muy triste y duro. Mi cuñado se fue primero con su hijo mayor, y luego ella con el niño más pequeño. Y eso que su salida fue por España. A los que tenían casa los sacaban y le ponían un cuño en la puerta. No recuerdo exactamente qué decía ese papel. Aquí se cometieron muchos errores. Recuerdo que hubo un año que le llamaron “El año de la Rectificación de Errores”.

Danilo: “Ningún alto funcionario fue a vivir a un barrio humilde”.

Tengo un gran amigo, hoy muy famoso en EE. UU. por su arte —me reservo su nombre—, que cuando a sus padres les hicieron el inventario, faltaba una bicicleta de niños que él había regalado a un amiguito pobre del barrio y tuvo que quitársela. Recuerdo a los niños llorando. Eso aún está vivo en mi mente. Cada vez que me reúno con él en EE. UU., hablamos de aquello. Todos esos objetos de valor que decomisaban no se los asignaban a los pobres, no. Iban a parar a los almacenes de Recuperación de Bienes Malversados y de allí a los altos funcionarios y personalidades del gobierno para adornar sus viviendas, casi siempre en los repartos residenciales que iban quedando vacíos. Ningún alto funcionario fue a vivir a un barrio humilde. Así surgió una nueva clase social: la “burguesía revolucionaria” después de 1959.

Gladys: “Le hicieron inventario de todo en su apartamento, hasta las tazas de café y los vasos”.

Esta historia de mi tía es cierta. Le hicieron inventario de todo en su apartamento, hasta las tazas de café y los vasos. Por miedo a que no la dejaran irse —su único hijo había salido por la Operación Pedro Pan—, empezó a dar el agua y el café en latas vacías de leche condensada. Por poco se vuelve loca. No dejaba que le tocaran una vasija. Sin saber lo que le costaría eso, trajo a otra tía desde Camagüey para dejarla en su casa. Le costó siete años de espera y su hijo, solo en Estados Unidos, tuvo la suerte de que una buena familia lo acogiera. Se hizo un gran cantante de ópera y logró muchos triunfos. Falleció en 2020 por COVID. Si lo buscan en Google, era José Efrén Puig. Que en paz descanse, mi querido primo. Esta fue una de tantas historias verdaderas de los cubanos.

Mary: ” Se fue del país llorando por el modo en que le robaron su casa y pertenencias”.

Esa práctica se extendió durante muchos años. A mi vecino Ramón Delgado —ojalá vea este testimonio—, cuando le llegó su salida para EE. UU., vino de noche a mi casa a pedirme de favor que le guardara su televisor y un juego de sala, porque le venían a hacer la inspección y quería cambiarlos por los viejos de su madre, que llevaba años con el televisor roto y los muebles destrozados. Yo le dije: “Trae todo lo que puedas cambiar”. Ramón Delgado era el mejor soldador del antiguo central 6 de Agosto, y había construido, con su sudor y esfuerzo, una buena casa. Quería dejarla a sus padres, que vivían en una casita prácticamente en ruinas, pero no pudo. Se fue del país llorando por el modo en que le robaron su casa y pertenencias. Aclaro que, al poco tiempo, la casa de Ramón se la asignaron a un ingeniero del municipio de Los Arabos. Esos abusos quedan para siempre en nuestra memoria. Prohibido olvidar.

Juan E: “Me contaron hasta los tenedores y cucharas”.

Eso siguió por mucho tiempo. Yo me fui en 1999. Me quitaron mi casa, me contaron hasta los tenedores y cucharas. Si algo faltaba, no te autorizaban a salir. También un vecino me acusó. Es una larga historia. Y ni hablar de la tiradera de huevos de aquellos años. Hoy muchos cubanos recién llegados no conocen esas historias, aunque otros también han pasado por lo suyo. En fin, cada vez que escucho a alguien defendiendo al gobierno de Cuba, me pregunto si es un descarado o un anormal.

Miriam: “Se lo quitaron todo”.

Hasta los cubiertos inventariaban. Mi vecina y parte de mi familia pasaron por eso. Una tía por parte de padre tenía algunas casas y edificios, todo fruto de su trabajo y de un préstamo que le hicieron unos españoles para que montara su negocio. Se lo quitaron todo y, en 1960, se fue de Cuba. Mi tío se llamaba Miguel Hernández Varela.

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