Asesinato de policía en Cuba: ¿qué hay detrás del crimen?

Asesinato de policía en Cuba: ¿qué hay detrás del crimen?

  • Cuba
  • septiembre 20, 2025
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La investigación exhaustiva de la víctima proyectará luz sobre quién o quiénes, cuándo, dónde, cómo, y por qué fue cometido este asesinato.

LAS TUNAS, Cuba – El asesinato, como delito premeditado que es, técnicamente, cursa contra sus perpetradores ya en denuncia inicial silenciosa por la forma de producirse el crimen. Y, este axioma, probado por criminalistas curtidos en todo el mundo, no es una excepción en la muerte producida por seis heridas de arma blanca y un disparo de arma de fuego en la cabeza, reportados hoy oficialmente como las casusas de la muerte del capitán de la Policía Nacional Leonel Mesa Rodríguez, de 62 años de edad, oficial activo del Ministerio del Interior con cargo de jefe de sector, en el municipio Caibarién, provincia Villa Clara.

Seis heridas de arma blanca pueden mostrar a un agresor histérico si se produjeron en partes del cuerpo no vitales o en zonas importantes, pero con un objeto cortante inhábilmente escogido. Por el contrario, seis heridas de arma blanca infringidas con el instrumento idóneo, mortales por necesidad, nos recuerdan a un asesino convencido y conocido. Y todavía más, cuando se concluye el asesinato asegurándose que la víctima está muerta y bien muerta con un disparo de arma de fuego en la cabeza.

A primera vista el móvil de robo como causa en el asesinato, pareciera descartarse pues en el ¿lugar del hecho?, y junto al cuerpo del occiso se encontraba la motocicleta empleada por el oficial en su trabajo. Pero no es este un dato inicialmente concluyente. Escribí las palabras “lugar del hecho” entre signos de interrogación, porque me pregunto: ¿El asesinato se produjo en el lugar donde apareció el cadáver o en realidad Mesa Rodríguez fue apuñalado y rematado de un disparo en un sitio diferente a donde fue encontrado su cuerpo y su vehículo? La inspección del lugar del suceso ya habrá respondido esta interrogante porque una cosa es el lugar donde se deposita un cadáver y otro muy diferente es el escenario de ejecución de un crimen.

Los jefes del capitán Leonel Mesa Rodríguez conocen, o responsablemente deben conocer y así debe constar en el libro de incidencias (bitácora) de la unidad a la que estaba subordinado el occiso, hacia donde se dirigía esa madrugada el jefe de sector y cuál era su misión, porque estamos hablando de un militar y no de alguien que va y viene según le viene en ganas. Del mismo modo, los familiares cercanos del fallecido, un hombre de 62 años y por consiguiente con hábitos definidos por la edad y el oficio, razonablemente deben conocer qué haría Leonel esa mañana y si había sido amenazado por alguna persona.

Pero tanto o más que la escena del crimen, y tanto o más que la indagación de los sospechosos, será la investigación personal exhaustiva de la misma víctima, la que proyecte luz sobre quién o quiénes, cuándo, dónde, cómo, con qué y por qué fue cometido este asesinato.     

Alguien me ha dicho que el crimen se produjo por venganza. Es posible, pero poco probable, no lo creo. Del mismo modo que el homicidio por venganza es muy frecuente por acción-reacción, y, sí, si se convierte en asesinato es más por ensañamiento que por premeditación, el asesino-vengador en Cuba es un sujeto raro.

Del mismo modo que abunda el crimen pasional contra mujeres, el asesino por motivos políticos, idealista, o por terrorismo, como hacer aparecer tirado en una carretera a un policía acuchillado y con un tiro en la cabeza, eso, es un suceso inédito en el archipiélago cubano, después de 1959, porque antes, sí era costumbre de los castristas asesinar policías y soldados.

En Puerto Padre, en 1958, según anécdota de mis padres corroborada por la historia, tuvimos el degollamiento de un soldado a manos de una prostituta, que para robarle el fusil, mató al militar mientras hacían el amor. Salvado ese dato histórico-sociológico, digamos de una forma más simple, los delincuentes en Cuba, salvo excepciones muy puntuales, son tipos cobardes, oportunistas, hijos sociales del régimen castrocomunista que en los cuartos de interrogatorio gimoteando dicen ser “revolucionarios”, condición que confirman en las cárceles, delatando a otros reclusos o acosando a los presos políticos como sicarios de la Seguridad del Estado.

Ciertamente, no es el primer capitán de la policía que un delincuente mata. Pero no en la forma en que las mismas autoridades informan hoy. Allá por los años noventa, si mal no recuerdo, otro jefe de sector, el capitán Corría, fue acuchillado en el comedor de su propia casa, sentado a su propia mesa, cuando un delincuente irrumpió y públicamente lo mató ante su familia como el cubano que recién asesinó en Dallas, Texas.

Agredir a un policía y provocarle la muerte, en cualquier lugar del mundo es un delito grave, porque además de la vida humana misma, se está agrediendo a quien se supone es la misma sociedad la que lo mantiene para que proteja la seguridad pública. Y este asesinato del viernes, viene a comprobar lo que venimos reiterando desde hace mucho tiempo: la criminalidad en Cuba va en aumento y no sólo en cantidad, sino también en agresividad.

No me caben dudas que este delito grave será resuelto. Pero y qué decir de los cientos de delitos pendientes que por impunidad ya generalizada en todo el país, son los que produjeron las causas y condiciones del asesinato en cuestión, y del producido mañana o pasado o cualquier otro día, mientras en lugar de prevenir, entiéndase sanear la sociedad, de lo que se trate es de encarcelar a la nación. Y así, del mismo modo que son las formas de producirse los crímenes las que primero denuncian a sus perpetradores, también es la incuria al prevenir el delito la que acusa de prevaricación a los poderes del Estado y mata a sus policías.

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