¿»Acto antisocial» o intento de feminicidio en Camagüey?

LA HABANA, Cuba. – La semana pasada, los medios masivos del régimen dieron la noticia del ataque con arma blanca sufrido en el bulevar de la ciudad de Camagüey por una agente del orden. Lo hicieron repitiéndose unos a otros, como suele ser la regla cuando hay una fuente única de información, que en este caso no se sabe con certeza si fue el Ministerio del Interior o el Departamento Ideológico.

Los sueltos de Cubadebate y Granma afirman que “pese a las heridas recibidas, la policía en todo momento se defendió”. En cuanto a su agresor, calificado por la prensa oficialista como “un delincuente” que, según esa versión oficial, “se paseaba por el lugar ingiriendo bebidas alcohólicas”, se plantea que “fue conducido al órgano de instrucción y recibirá todo el peso de la justicia revolucionaria”. 

El primer ministro Manuel Marrero no tardó en reaccionar a lo sucedido con un trino en X (antes Twitter): “El repudiable hecho ocurrido en Camagüey, donde resultó gravemente herida una agente del orden de la Policía, merece la firme condena del pueblo y sobre el culpable caerá el peso de la justicia revolucionaria. Sucesos así son incompatibles con nuestra sociedad y no se permitirán”.

Hasta ahí, y de acuerdo con la retórica que suele usar la neolengua castrista para referirse a las personas que el oficialismo cataloga como proclives a la ilegalidad, todo parecía un ataque arbitrario lanzado contra una agente de la autoridad por un “elemento antisocial”. (No obstante, reconozco que, a la luz del contundente post publicado hace pocos días por el cura Alberto Reyes Pías, esa frase entrecomillada bien merece una profunda reconsideración).

Pero he aquí que, en las redes sociales y la prensa cubana independiente, se han ido conociendo detalles importantes del mencionado sucedido. En Facebook, Irma Broek dio a conocer que ambos protagonistas sostenían una relación sentimental, e hizo una importante aclaración: “El suceso NO tiene absolutamente ninguna connotación política”; y acto seguido: “la pareja estaba separada por problemas supuestamente de infidelidades por parte de la funcionaria”.

En estas mismas páginas de CubaNet, una información firmada por el colega Damián Fernández indicaba que el ataque contra la uniformada había provenido de “su expareja” y sacaba de esto una conclusión ineludible: el ataque fue un intento de feminicidio.

Las justas reacciones no se hicieron esperar. En un comentario en Cubadebate, Nancy González Moya comenta: “Es inaceptable que sucedan estos abusos con las mujeres y siento mucha rabia por este hecho, pero tenía que pasar con una agente del orden para que tuviera amplia cobertura en todos los medios de comunicación nacional”.

Por su parte, el Observatorio de Género de la revista Alas Tensas (OGAT) también se declara informado del trino del primer ministro, al tiempo que condena la agresión y demanda que se haga justicia, así como que a la víctima “se le garanticen medidas de no repetición”. También afirma: “Resulta alarmante que mientras se condena públicamente este caso, el mismo Estado impida que activistas y organizaciones puedan documentar y denunciar de forma libre otros actos de violencia contra mujeres”.

La organización feminista puntualiza: “Hasta la fecha, 279 feminicidios han sido verificados en Cuba por OGAT y YoSíTeCreo (…) desde 2019, sin que haya existido ni una sola declaración oficial contundente que condene estos crímenes o que reconozca el patrón de violencia machista en el país”. Y concluye: “La selectividad con la que se ejerce la condena institucional solo transmite un mensaje de impunidad a los agresores”.

Aquí surge una pregunta que resulta ineludible, dada la forma en que los medios masivos del oficialismo informaron sobre este sucedido: ¿Ignoraban los escribidores del régimen la relación entre víctima y victimario! ¿Será que la uniformada, al ser asistida, no identificó a su atacante como su expareja! Parece harto inverosímil. Las expresiones impersonales (como “un delincuente”), ¿fueron casuales o constituyeron parte de un intento deliberado por desvirtuar la índole feminicida del suceso!

Sería bueno que los sitios castrocomunistas como Cubadebate o Granma aclaren lo sucedido al respecto. Porque tal vez el empleo del adjetivo “político” que hizo Nancy González no sea el más acertado, pero lo que sí resulta indudable es que la forma en que aquellos dieron la noticia inclina a sus lectores hacia reacciones como la del lector Eduardo, quien en el órgano del Comité Central del único partido… ¡pide nada menos que “la pena máxima” para el autor!

Esto último no deja de causar justo asombro, máxime cuando, según lo que se ha anunciado, la vida de la agente atacada no corre peligro. Pero estas desproporciones entre una conducta ilícita y el castigo que se propone para ella no son raras en estos países del socialismo marxista.

Acude a mi mente, en ese contexto, una anécdota real de mis tiempos de estudiante de derecho en la felizmente desaparecida Unión Soviética. Me refiero a “la sanción ejemplarizante” que varios ciudadanos del inmenso país propugnaban para quien cruzara una calle cuando el semáforo de peatones proyectaba la luz roja: ¡Sí, amigo lector, aunque ello parezca increíble, se trataba de la misma pena de muerte! ¡Y aplicada, además, sin mayor dilación, en el mismo lugar del suceso! Nada, un excelente ejemplo de cómo se forma la “conciencia jurídica” (algún nombre hay que darle) bajo el llamado “socialismo real”!