A ETECSA y al régimen cubano: «¡Váyanse ToDus a la Picta!»

LA HABANA, Cuba. – Parecía que tenían controlado el teatro, pero la obra ha terminado en caos total. Y es que están tratando con una generación que, por suerte, no ha terminado todas las etapas de “domesticación” que ya sufrieron las de sus padres y abuelos. Una generación que sí, que tiene en su horizonte graduarse, luchar por sobresalir y hasta por ser los mejores en su especialidad, pero está consciente de que ese futuro, mientras no cambien las cosas de modo radical, no estará aquí en Cuba donde solo hay consignas y represión, paquetazos y mentiras, mediocridad y oportunismo.

Las puertas de escape se han ido cerrando y, si no hay un plan A (de cambiar de casa), no queda más que lanzarse con el plan B de remodelar la que tenemos, y eso está en la mente de muchos de esa generación de jóvenes que no están dispuestos a replicar la mala experiencia de sus “sacrificados” ancestros, que son los primeros de los cuales oyen la más acertada advertencia: “Esto no da más”. Y una generación que, a diferencia de las anteriores, tiene todas las herramientas para imponerse y hacer temblar (y hasta sangrar) a quienes abusaron de sus padres y abuelos, y ahora pretenden abusar de los “nuevos”.

Una generación que, a diferencia de las anteriores, ha nacido y crecido en internet y, siendo esta una parte indispensable de su “patria personal”, no se la va a dejar arrebatar tan fácilmente, porque es solo allí donde existe no en plenitud pero al menos como un sustituto de la realidad física a la que aspira, para nada coincidente con esta realidad incómoda, represiva, abusiva, maloliente y discriminatoria que nos imponen desde el poder político, desde la UJC, desde las demás “organizaciones políticas y de masas”, desde los perfiles falsos manejados por Seguridad del Estado y, por supuesto, desde el Departamento Ideológico del PCC. 

Es cierto que hay una parte de esa generación que se conforma con convertir derechos en privilegios, pero hay otra mucho más importante, la que continúa dando la pelea, porque entiende muy bien que no se trata de datos, ni de precios, sino de que en el trasfondo del paquetazo de ETECSA se oculta aquella batalla por “ganar el internet”, anunciada por Miguel Díaz-Canel, la burda aniquilación de la privacidad, de los espacios de “ciberlibertad”, la criminalización y destrucción de esa “patria personal” que han debido construirse no solo contra la ausencia de espacios físicos que se adecuen a sus aspiraciones políticas, ideológicas, económicas, emocionales.

La generación que ahora, de verdad y sin pactos, está en guerra con ETECSA lo está porque es consciente de lo que pretende el sistema, que es precisamente sacarlos por la fuerza no solo de YouTube, TikTok, Facebook, Instagram, X, etcétera, sino de la única ventana por donde miran el exterior, sacarlos de ahí para encerrarlos en las trampas de una jaula digital estrictamente vigilada, al mismísimo estilo de China, de Corea del Norte, porque no por casualidad han ido hasta allá sino a conocer cómo inventarse algo como ToDus, Picta, Apklis y cuanta cosa siniestra ha salido de los laboratorios de la policía política y el PCC. Como ha dicho alguno por ahí: “¡Que se vayan ToDus a la Picta!”.

Basta con ver en YouTube aquel video de 2016 en el cual Haniel Cáceres Navarro —el estudiante de la UCI desarrollador de ToDus y de otras aplicaciones para el “sistema”— recita con gran entusiasmo el poema Canto a Fidel para “valorar” en su justa dimensión la mente detrás del producto, y así intuir en dónde quieren que se refugie todo aquel “vulnerable” que desee “ahorrar sus datos”.

Que serán todos esos miles que no se conectan desde un “teléfono petrolero” (y que por tanto no necesitan pelear por gigas porque Liborio los paga), que son todos los que no reciben recargas y remesas, que son los que no ganarán horas de conexión como privilegio, sino esas decenas de miles de personas que han sido perjudicadas con el tarifazo porque viven de un salario en moneda nacional, que solo por no tener dólares son “vulnerables”, que deben elegir entre creer e informarse, entre comer y conectarse, y que aunque elijan “comer” terminarán comiendo tal mal que es como si hubiesen elegido enfermar y morir, en fin, gente que debe ser vigilada como “potenciales terroristas” porque son impredecibles en el enojo.

Eso es lo que busca no ETECSA —que apenas es el instrumento usado por el PCC para “ganar la guerra en internet”, y de paso ingresar dólares de los que en Miami entienden que con sus recargas están financiando la represión pero no les queda de otra para saber de sus familias en Cuba—, sino los que idearon la estrategia para domesticar y monitorear a una generación que se resiste a ser sometida, porque tienen al menos una idea, ya personal o ya colectiva, de libertad, o al menos de cómo alcanzarla, gracias a internet.

Es por eso que a algunos nos ha sido difícil entender por qué se ha protestado ahora más por datos que por apagones, que por comida, que por represión, o por qué la más visiblemente enfadada es esa generación “no analógica”, y es porque se trata de un ataque del régimen contra el único reducto de libertad que tienen, de una expropiación, de una mutilación que los convertiría de inmediato en esa “especie” sumisa, miedosa, frustrada, amargada y mediocre a la que no quieren pertenecer, aún cuando a ella pertenezcan muchos de sus congéneres y, casi todos sus ancestros.   

A las “ciberclarias”, que hoy repiten el mismo mantra que les ordenan desde los ministerios de Comunicación y del Interior, desde el Comité Central del PCC,  donde se trazan sus “pautas desinformativas”: No hay ninguna “guerra de cuarta generación”, así como no hay otra guerra que no hayan comenzado los mismos que idearon un paquetazo extremadamente impopular, sumado a los otros paquetazos, igual de impopulares, que no han tenido compasión de “implementarlos” siempre en medio de las peores crisis.

Es posible que la represión se imponga, que en unos días los estudiantes que hoy protestan se cansen o se regresen al silencio habitual porque no tuvieron respaldo suficiente para aguantar el miedo de ser tergiversados y criminalizados por sus legítimos y pacíficos reclamos, y así ver frustrados sus planes futuros, pero han puesto a temblar al régimen, le han jodido el cumple a Raúl Castro y, sobre todo, una vez más no los han dejado usar la careta de “buena gente”, exponiéndolos ante el mundo como los abusadores que son.