
La destrucción de Ucrania: ¿habrá algún negocio a la vista del régimen?
- Cuba
- marzo 15, 2025
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PUERTO PADRE, Cuba. – Es un hecho histórico, aunque por estos días tal parece haberse olvidado. Ocurrió en febrero de 2022 y fue noticia internacional. Joe Biden propuso a Volodímir Zelenski salir de Kiev, pero el presidente de Ucrania dijo al de Estados Unidos que necesitaba armas, no un aventón. Estaba por ocurrir la invasión de Rusia a suelo ucraniano, lo que Vladímir Putin negaba, pero las principales agencias de espionaje y contraespionaje del mundo democrático alertaban, y, con precisión matemática en un estudio y análisis de situación operativa, revelando el día, la hora, el lugar, los medios y la profundidad del ataque, lo pronosticó ―aunque algunos no le creyeron― el jefe de la Dirección Principal de Inteligencia del Ministerio de Defensa (GUR, por sus siglas en ucraniano), el general Kyrylo Budanov.
El pronóstico de Budanov se cumplió cuando en la madrugada del jueves 24 de febrero de 2022, tras una preparación encubierta, el presidente de la Federación Rusa, Vladímir Putin, ordenó a las fuerzas armadas de su país iniciar una invasión sobre una nación soberana, Ucrania, lesionando la integridad territorial de ese Estado, su soberanía, la vida de sus nacionales, sus bienes personales y la infraestructura del país. Edificios de apartamentos, viviendas, hospitales, escuelas, fábricas, vías de comunicación, acueductos, alcantarillados, unidades de generación eléctrica y, en suma, ciudades completas, han sido destruidas por el fuego aéreo y de artillería rusos, que han martillado sistemáticamente sobre la población civil y sus servicios básicos durante ya más de tres años, aunque Putin esperaba tomar a Ucrania en tres días.
Y aunque el presidente ruso calificó la invasión como una “operación especial” para “desnazificar” y “desmilitarizar” a Ucrania, a propósito de la destrucción del hospital materno infantil de Mariupol por el cañoneo ruso, ya en marzo de 2022 la organización Médicos Sin Fronteras declaró: “En una ciudad en la que el sistema sanitario está al borde del colapso, privar a la gente de asistencia sanitaria es una violación de las leyes de la guerra”. Y también por aquellos días, Oleksandr Kalinchuk, encargado de negocios de Ucrania en Cuba, en declaraciones a CubaNet pidió a la comunidad internacional que presionara a Rusia para que detuviera la agresión contra Ucrania.
Pero en todo este tiempo, en lugar de solidarizarse con la nación agredida, que es Ucrania, el régimen castrocomunista se ha alineado con Moscú. Ahora, la Administración Trump se ha embarcado en una misión cuasi imposible por los históricos egos y egolatrías del Kremlin: igual de complejo que fue antes tratar con un zar o con Stalin, ahora lo es convencer a Vladímir Putin para que cese el fuego sobre suelo ucranio, lo que sucedería de una forma más onerosa que honrosa, porque entre otros sinsabores conlleva para el país invadido la pérdida de territorios y, por consiguiente, de soberanía. Por otro lado, a cambio o en pago del arsenal suministrado para enfrentar el ataque ruso, Estados Unidos comenzaría la prospección en las llamadas “tierras raras”.
Y, asombroso: en este contexto de guerra, de conversaciones difíciles para conseguir el cese del cañoneo aunque no la paz en el fuero interno del pueblo ucraniano, aunque sí la reconstrucción material del país, esta semana, en el aniversario 33 de relaciones entre Cuba y Ucrania, la Cancillería del régimen de La Habana ha dicho: “Ratificamos la voluntad de desarrollar los vínculos entre ambos países”. ¿¡Ahora, después de tres años de guerra, “desarrollar los vínculos entre ambos países”!? O, ¿es que acaso la destrucción de Ucrania por la guerra, llegada la paz, significa un negocio a la vista del régimen de La Habana?
Hago estas preguntas en tan insólito proceso de paz porque no sería raro que mientras Donald Trump y Vladímir Putin llegan un trato en Moscú, en La Habana, duchos como son en la explotación de servidumbre y el trabajo esclavo en tiempos modernos, el régimen reclute contingentes de braceros, albañiles y peones para enviarlos a la reconstrucción de Ucrania. Alguien pagaría por sus servicios en dólares y el “Estado” pagaría (como tantas otras veces) a los trabajadores en pesos cubanos. Si ya antes fueron a Trípoli, Luanda e incluso a Siberia, ¿por qué ahora no han de ir a Kiev?