Tiempo de cosecha para el régimen cubano
- Cuba
- noviembre 4, 2025
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Somos una Isla de “deambulantes” con un gobierno de limosneros, puesto que en realidad la “base de todo” no es el limón sino la limosna.
LA HABANA.-. -Para muchos de nosotros, no importa donde vivamos, el paso del huracán Melissa es una desgracia, una catástrofe pero, precisamente por eso, para el régimen y sus cómplices es una bendición.
Para unos tipos que no producen nada, expertos solo en coger mangos bajitos, en viajar por todo el mundo como mendigos de alto rango, la tragedia de miles de personas sin hogar, sin alimentos ni capacidad inmediata de producirlos es como un tiempo de bonanza. Y si no preguntémosle a nuestro vago habitual por antonomasia, al vampiro Sandro Castro, que muy presto ha sacado su tarjeta Clásica —y no cualquier otra— para ver si, aunque sea por casualidad, logra chupar algunos verdes.
Porque el caos de los vientos y las aguas no solo deja paisajes desolados, tierra arrasada, almas vacías, sino que suele borrar con sus poderosas fuerzas incluso las memorias más fuertes, haciéndoles creer que realmente el régimen es ese gordo pobrecito que no por azar, mientras soplaba el vendaval, se paseaba por Arabia Saudita y por Qatar pasando el cepillo para ver si, entre otros “beneficios para el pueblo”, le dejan caer algo al mercado. Perdón, quise decir al “Proyecto de Desarrollo Local” de Lisa Titolo, la nieta de Raúl Castro.
A esa inmensa coladera de donaciones y ayudas que constituyen los PDL, las “iniciativas personales”, ONGs, “organizaciones civiles” y grupos religiosos que, como privilegio, cuentan con el respaldo del régimen, a ese barril sin fondo (para que quepan los fondos externos) es a lo que llaman “vías oficiales” para acopiar los cientos de millones de dólares que arriban durante todo el año, con huracán o sin él, pero que en estos días llegarán como en una lluvia de oro.
Y junto con ellos las condonaciones de deudas, las renegociaciones, exenciones, la extensión del corralito financiero a las empresas extranjeras bajo el pretexto de la contingencia humanitaria. En fin, todo cuanto nos reafirme como un país “vulnerable”, como una Isla de “deambulantes” con un gobierno de limosneros, puesto que en realidad la “base de todo” no es el limón sino la limosna.
A mediados de este octubre la Cruz Roja de Vietnam recaudó 21 millones de dólares, sumados a los 15 millones entregados por el gobierno vietnamita en septiembre. Pero en 2024 Canadá había entregado al régimen medio millón, una bobería frente a los 100 millones regalados por China en 2023, a los casi 70 millones de euros de la Agencia Italiana para la Cooperación, a los 25 millones de la Asistencia Oficial para el Desarrollo, de Japón, o a los 18 mil millones que, solo hasta 2014, Venezuela transfiriera a Cuba entre préstamos e inversiones. Y faltan aquí las ayudas rusas, sauditas, europeas y de todo el orbe, que incluirían los cientos de organismos internacionales a los que Cuba se pega como sanguijuela.
Las cifras de los últimos años lo dejan claro: las donaciones se han convertido en la industria más rentable para una dictadura que en sesenta años dice no haber aprendido a cómo vivir con “bloqueo” aunque sí a cómo sacarle lascas a este sin que algunos no se den cuenta de que en realidad ya no sabe, ni puede, vivir sin él, o mejor dicho, sin el pretexto y la narrativa de país asediado, acorralado, asfixiado cuando la porosidad del embargo es colosal, al punto de que tan solo el año pasado, 2024, la cifra de donaciones desde los Estados Unidos superó los 40 millones de dólares.
Que ya vimos no son los únicos millones que llegan “de afuera” en virtud de esa historia del “bloqueo”. Basta con la simple tarea de teclear “donaciones a Cuba” en el buscador de Google para obtener cientos de resultados que, sin calculadora en mano, nos darán una idea de cuán “próspero y sostenible” es el negocio de las donaciones y ayudas externas. Las cuales canalizadas a través de las “vías oficiales” que impone el régimen como condición para quienes desean socorrer a quienes en realidad lo necesitan.
La dictadura ha rodeado y custodiado el negocio de las donaciones con esbirros y cómplices que, a su vez, sacan provecho de las migajas que les van cayendo. Es tan miserable el contexto y aún más miserables las personas que usan como “personal de apoyo” (al punto de que, con cada oleada de donaciones surge un mercado paralelo y subterráneo “de donativos”, de colchones, materiales de construcción, ropas, alimentos etcétera, verificable en las calles y sitios de ventas en internet) que se hace casi imposible confiar en que nuestras ayudas llegarán en su totalidad a los damnificados.
No hay modo legal de hacerlo, no hay modo de ayudar que no sea haciéndolo directamente a las víctimas, a modo personal, palpando la realidad y comprobando que ciertamente el beneficiado no sea uno de tantos estafadores que hoy en Cuba manipulan a su favor la bondad desde la distancia, así como le han enseñado los gobernantes a hacerlo, habiendo aprendido de la práctica sistemática del propio régimen para el que una tragedia es la mejor de las zafras.
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