El castrismo y sus virus que nos hacen caer como moscas
- Cuba
- octubre 26, 2025
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En cada cuadra, manzana, barrio, pueblo o ciudad, familias enteras yacen abatidas, sin fuerzas para mover un miembro.
LA HABANA.- Las alertas sanitarias saturan y estremecen las redes. Los cubanos estamos cayendo como moscas. Uno o varios virus nos mantienen en cama con fiebre, debilidad extrema, dolor de cabeza y articulaciones, vómitos, diarreas, erupciones cutáneas y otros síntomas. No son pocos los que refieren además incontinencia urinaria e intestinal. Nadie está a salvo. En cada rincón del país hay familias postradas, sin energía para moverse.
A juzgar por los síntomas, se trata de varias arbovirosis. Sin embargo, muy pocos —en comparación con el número total de contagiados— han podido confirmarlo con certeza, pues el acceso a la atención médica resulta casi imposible. Aquellas pesquisas para localizar casos de fiebre quedaron en el olvido. La mayoría de los afectados no acude al médico, no solo porque no pueden dar un paso o carecen de transporte, sino porque han perdido la fe en un sistema de salud a todas luces inoperante. Esa reticencia se refuerza cuando algún familiar o vecino regresa del policlínico u hospital narrando la pesadilla vivida: pasillos atestados, enfermos en el suelo, horas y horas de espera, ausencia de reactivos para confirmar el diagnóstico y, al final, la recomendación de tomar líquidos y hacer reposo. Si acaso, algún médico sugiere —que no receta— un fármaco que deberemos conseguir a cualquier precio en el mercado informal, porque en las farmacias estatales simplemente no existen.
La epidemia actual no es más que la consecuencia lógica y previsible del espeluznante panorama en el que llevamos años sumidos. La isla entera es un gigantesco criadero de mosquitos. Salvo unas pocas excepciones —mantenidas en relativo buen estado para beneficio de los mandamases y sus invitados extranjeros—, las calles y avenidas del país están tan destruidas que ya no hablamos de baches, sino de lagunas, que naturalmente actúan como colectores de agua. Y no solo de lluvia, sino también del agua potable que se desborda y acumula en días alternos, o cuando el vecindario tiene la suerte de recibir el esporádico suministro. De esta, corre más por las calles que la que llega a los hogares.
Hace años que no se fumiga dentro de las casas ni se ve por las calles aquel camión que pasaba al amanecer y al atardecer echando humo. Mucho antes desaparecieron las brigadas de Servicios Comunales encargadas de chapear jardines, parterres y solares yermos estatales, donde la yerba alta es caldo de cultivo para los zancudos. Resultado: los mosquitos nos levantan en peso.
La ultrajante “solución” gubernamental no es más que otra burla a costa del pueblo: responsabilizar a las propias víctimas —los ciudadanos— de la limpieza y saneamiento de las cuadras. Desgraciadamente, como tantas veces ocurre, algunos les sirven de cómplices y les siguen el juego. Esa pantomima no alcanzaría el efecto deseado sin la participación incondicional de los medios oficialistas, que no tardan en difundir reportajes sobre movilizaciones vecinales barriendo y revolviendo la basura de un lado a otro.
Ante emergencias sanitarias como esta, el régimen intenta desmarcarse de su proverbial indolencia e ineptitud, achacando las culpas a la “escasez provocada por el bloqueo”. Sin embargo, un rápido recorrido por la red basta para desmontar tal falacia: el sufrido y vapuleado castrismo recibe constantemente donaciones millonarias de naciones aliadas —y de otras que no lo son tanto— destinadas específicamente al sector de la salud pública y al saneamiento ambiental, entre otros rubros.
Y mientras esos recursos se escurren por quién sabe qué vericuetos administrativos, los convalecientes nos vamos remediando, si acaso, con cocimientos de todo lo imaginable. Porque al sabio consejo presidencial de “no dejarnos picar por los mosquitos”… todavía no le hemos cogido el truco.
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