
En desnudez económica y moral: así sesiona el Congreso Nacional de Historia
- Cuba
- octubre 15, 2025
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Pese a la suciedad, la indigencia, los enjambres de mosquitos y el peligro de epidemias mortales, hubo en nuestra ciudad algo así como la sensación de tregua pasada la balacera.
PUERTO PADRE, Cuba. – En la sede del Partido Comunista de Puerto Padre, con las calles de acceso cerradas por policías a pie, en motocicletas y carros patrulleros, este martes sesionó el XXVI Congreso Nacional de Historia, que comenzó un día antes en la cabecera provincial. El evento se inició con una visita al poblado de Bartlett, fundado a inicios del pasado siglo por colonos estadounidenses y canadienses dedicados a la ganadería y el cultivo de los cítricos, pero que hoy poco o nada recuerda de sus orígenes.
Pese a la suciedad, la indigencia, los enjambres de mosquitos y el peligro de epidemias mortales, hubo en nuestra ciudad algo así como la sensación de tregua pasada la balacera; y es que el domingo estuvimos sin electricidad 24 horas seguidas, pero el lunes, por los preparativos del congreso, y el martes, por el congreso mismo, tuvimos luz hasta después de las 5:00 de la tarde.
En Puerto Padre ya va para una semana que las personas más necesitadas no tienen pan, y no por falta de harina, sino de azúcar. Resulta que las panaderías estatales no producen el pan del racionamiento y los pobres no pueden pagar 120 pesos por un pan. Así que no sé si el martes los historiadores se quedaron sin desayunar o algún panadero particular se hizo cargo de su desayuno.
Pero en ese contexto de falta de pan “blando” por falta de azúcar, tampoco sé si los participantes en el XXVI Congreso Nacional de Historia 2025 visitaron el Central “Antonio Guiteras”, otrora Delicias, que ya en 1952 fue el mayor productor de azúcar de caña del mundo, pero cuya producción en esta zafra (2024-2025) no alcanzó ni para satisfacer la demanda del azúcar racionada.
Y en medio de este panorama de desnudez, no solamente socioeconómica sino también moral, en el que policías cierran calles para que los historiadores de los poderes del Estado se reúnan en la sede del Partido Comunista ―¡¿qué lugar mejor para esa “historiografía”?!―, fui al cementerio municipal. Llegaba ya al panteón del tenido por héroe y mártir comandante Paco Cabrera, que fuera jefe de una columna guerrillera en la Sierra Maestra y jefe de la escolta personal de Fidel Castro, muerto por accidente en 1959 en Venezuela, cuando vi un automóvil de la llamada Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana y a varias personas en aquel sitio, y escuché que una dijo: “Cuando le puse la mano en el hombro a Fidel…”.
No necesité escuchar más. ¿Para qué? Alguien cercano a Fidel Castro, tan cercano como para ponerle la “mano en el hombro”, había llegado hasta la tumba de Paco Cabrera en Puerto Padre sin el menor gesto de respeto, sin una flor, sino hablando de sí mismo. Era aquella escena un retrato de Cuba en más de 60 años. Decía más con una sola palabra, egolatría, que todos los libros de historia escritos por los que en aquel mismo minuto estaban sentados en el salón de reuniones del Partido Comunista con las calles de acceso cerradas por policías. ¡Pobre Cuba! ¡Pobrísimos los cubanos!
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