
Crimen y concierto: todo huele muy feo
- Cuba
- septiembre 22, 2025
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Si el concierto de Silvio Rodríguez no por casualidad se hizo de espaldas a la calle sino para asegurar la rápida evacuación de Díaz-Canel.
LA HABANA.- Todo huele muy feo. Desde el asesinato del represor Leonel Mesa Rodríguez hasta el concierto de Silvio Rodríguez en la Universidad de La Habana. Pareciera que no tiene relación una cosa con la otra pero resulta que el mal olor a “montaje” en ambas las relaciona más de lo que pudiera aparentar.
La dictadura, asfixiada por las sucesivas crisis, no solo está desesperada sino que, además, no encuentra cómo revertir con “buenas noticias” una impopularidad y un enojo generalizados, peligrosos, sino inventándose historias que si no la hacen ver como “triunfadora” al menos la reafirman en ese útil papel de víctima asediada, incomprendida que le permitiría legitimar un aumento de la represión a niveles “justificados”.
En tal sentido, la “causa palestina” (para ganar apoyo entre quienes la usan ahora con toda mala intención política tanto en Europa y los Estados Unidos como en esos grupos de izquierda que ya no comulgan con el régimen cubano) y el refuerzo del mito de una “oposición violenta” que necesita de mano más dura y hasta de la pena de muerte, están articulados en una misma estrategia que solo tiene como fin esquivar o suavizar las sanciones y rechazos en el plano internacional que pudieran llegar una vez desatada la violencia a niveles muy superiores a los de la llamada Primavera Negra de 2003.
Los que, aún no enterados del servilismo del artista, esperaron por que Silvio Rodríguez, en vez de a Palestina, les cantara a los estudiantes que protestaron contra el tarifazo de ETECSA (cual modo grosero de controlar el acceso al internet y las redes sociales) y que enfilara su “Ojalá” contra quienes aún no han respondido las demandas, terminaron defraudados una vez más, y no solo eso, sino que fueron atrapados entre muros y represores en una escalinata que, al menor estallido de protesta, sería convertida en foso de muerte.
Miguel Díaz-Canel sabía muy bien que muchos desencantados asistirían porque esperaban por aquel mensaje subliminal que les llegaría del cantautor que, alguna vez y a algunas generaciones pasadas, les pareció irreverente (y hasta ahí), que incluso durante las protestas de junio se mostró a favor de las demandas estudiantiles (y hasta ahí también), pero apenas resultaron usados y tergiversados por un aparato de propaganda que no tiene escrúpulos a la hora de “convertir reveses en victorias”.
Un aparato de propaganda esencialmente represivo al que tampoco le provoca náuseas construirse “reveses” para cosechar derrotas que, entre consignas, amenazas y lloriqueos parezcan “triunfos” a quienes, aturdidos e intoxicados por ese machaqueo venenoso donde oposición es metida a la fuerza en el mismo saco de la delincuencia, reclaman mano dura contra lo que suponen algo ajeno, externo, al “sistema”. Cuando ha sido el “sistema” mismo el que ha generado y desatado la criminalidad en las calles con el propósito de hacerla pasar como fruto del “odio” de quienes se le oponen.
(Y esa responsabilidad del castrismo en el aumento del crimen, por supuesto que merece un análisis más profundo en otro momento).
Como mismo el régimen, bajo el pretexto de “proteger a los manifestantes”, ordena apalear a una multitud que protesta pacíficamente, igualmente no tiene reparos en sacrificar a algunos de sus “fieles” (como lo sería el capital asesinado) para propiciar esa oleada represiva que cíclicamente necesita el castrismo para mantener el número de opositores en un nivel no preocupante. Y porque cada día son más los que, por decepción y hartazgo, pasan del oficialismo a la disidencia (incluso sin agruparse y hasta sin conciencia de serlo), cada vez esos ciclos de represión se tornarán más frecuentes e intensos, más desesperados, sangrientos y chapuceros.
Si el concierto de Silvio Rodríguez —que no por casualidad se hizo de espaldas a la calle sino para asegurar la rápida evacuación de Díaz-Canel así como para controlar al público y reducir fácilmente los posibles focos de protestas— fue manipulado por la dictadura para apropiarse políticamente de las imágenes de un público que en realidad no son capaces de atraer sino de modo así de engañoso, también el asesinato del policía pudo ser usado desde el primer minuto —y quién sabe si desde antes— para levantar sobre eso una alharaca politiquera que no tiene como finalidad el enfrentamiento al crimen sino el justificar los niveles de violencia contra todo cuanto decidan criminalizar a partir de ahí.
Tengamos en cuenta no solo que el asesinato del policía tuvo lugar al mismo tiempo en que se desarrollaron en Bayamo los juicios ejemplarizantes (atemorizantes) contra más de una decena de manifestantes pacíficos, que han sido castigados con penas altísimas como los criminales violentos que no son (es decir, para hacerlos pasar como tal), sino que ha sucedido en un momento en que los micro-estallidos van en aumento en la misma proporción que se intensifican los apagones, el hambre y los problemas, que se acumulan sin esperanzas de una solución ni a corto ni largo plazos.
A pesar de que la policía política ha infiltrado los grupos de protestas con sujetos cuya misión no solo es “vigilar para chivatear” sino, además, provocar y transformar en violentas las manifestaciones, y de ese modo justificar un baño de sangre, en ninguna de ellas ni policías ni represores vestidos de civil ni “dirigentes” han sido agredidos, mucho menos ultimados, de modo que les ha ido faltando ese “crimen” que haga propicia una escalada en los métodos de represión, en tanto las palizas, detenciones arbitrarias y juicios no están dando los resultados que esperaban.
Fijémonos en los mensajes publicados en redes sociales desde los perfiles afines a la dictadura, la mayoría de ellos manejados desde el Ministerio del Interior. Igualmente en el tono acusatorio de las “notas oficiales” que no dudan en señalar a la oposición política como responsable e indiscutible objeto de castigo, aún cuando el sujeto detenido no mantiene vínculo alguno con grupos disidentes. A no ser que, como parte de la puesta en escena, comiencen a fabricar una de esas “tramas” que tanto gustan a los Humberto López y compañía.
No habían comenzado la “investigación” cuando ya los “cibercombatientes”, en sospechoso enjambre de publicaciones, daban por sentado que el crimen era un “atentado” de “odiadores” y de la “mafia de Miami”, y aún habiendo dado caza a ese sujeto al que, quienes lo conocen, coinciden en calificarlo como “con problemas mentales”, han continuado con la misma matriz acusatoria, altamente politizada, y han suprimido ese detalle de la posible demencia, que cambiaría totalmente los motivos del crimen y hasta la severidad del castigo, puesto que se trataría de una persona enferma, y quizás hasta sin tratamiento por abandono de las instituciones de salud que deberían atenderlo.
Han manipulado el asesinato del policía con la misma mala intención que manipularon el concierto de Silvio Rodríguez (siendo este consciente de lo sucedido). En ambos casos, la justificación de la represión (y el pretendido aumento de esta) y la apropiación y tergiversación de mensajes de protesta, han podido ser el principal objetivo de una dictadura que no tiene escrúpulos cuando de mantenerse en el poder se trata, y de eso va su “gobierno” todo el tiempo.
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