
La orden de ser «sensibles» está dada
- Cuba
- agosto 20, 2025
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La exministra Marta Elena Feitó Cabrera cayó en desgracia e, ‘ipso facto’, la orden de ser «sensibles» fue dada.
CDMX, México. – Es difícil creer que a Marta Elena Feitó Cabrera, ahora exministra de Trabajo y Seguridad Social, se le ocurriera, por primera vez el pasado 14 de julio, decir que en Cuba había mendigos. Probablemente la ministra había negado antes, y muchas veces, que los hubiera.
No cree uno que la ministra se habría atrevido a contradecir, con tanta seguridad ―que no le faltó―, a sus jefes. Ni el Parlamento, siempre tan unánime y cabizbajo, habría aplaudido a la ministra X que contradijo a sus jefes.
La ministra X, que fue la ministra de Trabajo y Seguridad Social, pero pudo haber sido la del Comercio Interior o el de Finanzas y Precios, dijo lo que sabía que podía decir: lo mismo que ella, probablemente, no solo había dicho mucho antes y muchas veces, sino que había oído de sus propios jefes, en sabe Dios cuántas reuniones.
Feitó Cabrera ni siquiera se equivocó de lugar y momento, sino, en todo caso, erró por no tener en cuenta que su discurso estaba siendo grabado y estaría, luego, a disposición del mundo entero. Por esa imprudencia, y por nada más, fue despedida.
Si no hubiéramos podido escuchar lo que ella dijo, ¿acaso el Parlamento que la aplaudió habría exigido su renuncia? ¿Acaso Esteban Lazo, que también la aplaudió, la habría mandado a callar? ¿Acaso Manuel Marrero Cruz y Miguel Díaz-Canel se habrían pronunciado, la habrían mandado a renunciar? Vamos… que esto es Cuba.
Ya sabemos lo que sí pasó: Feitó Cabrera cayó en desgracia e, ipso facto, la orden de ser “sensibles” fue dada. Tras su metedura de pata, que es lo que fue, empezaron a llover las publicaciones de medios oficiales y voceros oficialistas frutos de la Revolución: tan “sensibilizados” con el prójimo, tan “comprometidos” con los “vulnerables”, tan “entregados” a los que casi nada tienen. #QueNadieQuedeAtrás, les mandaron a decir, y lo dijeron.
Un día después de la “renuncia” de Feitó Cabrera, su exjefe, Manuel Marrero Cruz, no solo le dedicó tiernas palabras ―dijo que había tomado una decisión “valiente”―, sino que desplegó una sarta de datos ante el Parlamento para demostrar lo que sí había hecho la Revolución: dijo que la Asistencia Social se había ocupado de más de 182.000 familias y de “más de 310.000 personas en situación de vulnerabilidad”. Y dijo que no eran todas. Y, zas, anunció el aumento de las pensiones para jubilados.
Y pasó una semana y los medios y las autoridades de todas partes empezaron a transpirar “sensibilidad”. En Villa Clara, donde ahora manda Susely Morfa, se inauguró un “Centro de Protección Social” ―que así le llama el régimen a las instituciones creadas para atender a “las personas con conductas deambulantes”― con capacidad para unos 60 individuos. La propia Morfa se subió en la ola de sensibilidad y anunció la apertura de la institución: publicó fotos y declaró en un acto que se trataba de “una obra de infinito amor” y que “nadie” ―oh, Revolución― quedaría desamparado.



¿Y antes del escándalo, qué?
Hasta antes de la “dimisión” de Feitó, el Gobierno y su aparato de propaganda optaban menos por la empatía y más por el control y la negación. Unos tres meses antes, en abril pasado, el Gobierno había emitido nuevos “procedimientos para la atención a personas con conducta deambulante”, supuestamente para “perfeccionar” la política iniciada años atrás, pero manteniendo el enfoque represivo de encerrar y ocultar.
Cuando Feitó Cabrera fue despedida, a nadie en la Plaza de la Revolución ni en el Parlamento, que son una y la misma cosa, se le ocurrió que la gobernadora de Matanzas, Marieta Poey Zamora, también debía ser defenestrada. Tres meses antes, la insensible funcionaria había emitido una directiva para la “creación inmediata de grupos multisectoriales” encargados de “enfrentar y erradicar a las personas con conducta deambulante”.
La gobernadora matancera no habló de brindar asistencia social, sino de quitar de la vista pública a las personas deambulantes, de limpiar las calles.
Y antes que ella, en marzo, el propio diario Granma había publicado un artículo firmado por una magistrada del Tribunal Supremo que dejaba claro el cariz legal-punitivo del asunto. Bajo el título “La mendicidad no es compatible con el proyecto social cubano”, la jurista advertía que pedir limosna “a simple vista puede verse como tolerado” pero en realidad “puede insertarse en diferentes tipos penales”.
El discurso de Feitó Cabrera el 14 de julio ante el Parlamento no se le ocurrió a ella, no porque no tuviera la capacidad para generarlo, sino porque era el discurso de los medios oficiales, de las autoridades locales y de sus señores jefes.
Desde un año antes, la propia ministra venía describiendo ―insensiblemente― la “conducta deambulante” como un “trastorno del comportamiento humano multicausal”, caracterizado por la “carencia de autocuidado” y la “inestabilidad del lugar de permanencia”. El 14 de julio Feitó Cabrera habló por su ministerio, pero también por sus jefes. Y, si la despidieron, la despidieron por el bien de ellos mismos, seres tan sensibles como nunca se había visto.
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