Cuba en la basura: apostillas a Johana Tablada

Cuba en la basura: apostillas a Johana Tablada

  • Cuba
  • agosto 20, 2025
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La desidia nacional y la basura en Cuba van cuales dos tortolitos, tomados de las manos.

PUERTO PADRE, Cuba.- Declaraciones hay, por supuesto, que en lugar de impugnarse con razonamientos lógicos merecen apostillas escritas con lápiz de carpintero sobre papel de lija; acaso sería ese el único modo de borrar ciertas cochambres indelebles para luego poder decir al argucioso: ¡Ven y mira! ¡Frota!

Lo digo porque una experimentada diplomática como es Johana Tablada, que por necesidad profesional ya transcurriendo el primer cuarto del siglo XXI debe tener suficiente visión cosmopolita para discernir lo que por sanidad y sociológicamente debe y no debe ser una ciudad, sus moradores y la administración pública, no debía expresarse con sofismas ante hechos tangibles como ella recién hizo, sicalípticamente hablando de miles de toneladas de basura acumulada en las ciudades cubanas, haciéndonos recordar con ese decir torpe a la exministra de Trabajo y Seguridad Social Marta Elena Feitó Cabrera cuando habló de gente en Cuba disfrazada de mendigos. 

Pero, aunque por analogía sea ese discurso continuidad de políticas vomitivas donde las personas parecen haber perdido algunos de sus cinco sentidos, no sé si el olfato o la visión, intentemos una nota apacible, nada más que sazonada con la salazón de nuestra cotidianidad, ¡cómo no!, para así al menos imaginar que es como dice Johana y se disipan esos olores nauseabundos, introduciéndose por los poros cuando alguien ya con su carne en el congelador o luego de digerirla, “normalmente”, sí, como derecho consuetudinario que es ese que legitima la costumbre, al pasar, deja sobre la acera un paquete de tripas, vaya usted a saber si de gato, de conejo o de cordero, o una bolsa con papeles usados en el retrete, pues como escarmentado es, los olores ingratos no tienen raza ni más origen que el de la descomposición química o moral, por razones de tiempo y espacio, porque lo que está bien en el toilette no se hace en el comedor, ¿no?

Entonces resulta que hablando basura, ¡oh, disculpe!, quise decir que la señora Johana Tablada hablando de la basura en Cuba, que, como bien sabido es ya constituye un problema de insalubridad, pero sobre todo se consolida como una crisis de degradación moral nacional, en tanto cualquier persona, sea mujer u hombre, viejo o niño, con responsabilidades sociopolíticas, ya fuere opositor al régimen, apático convencido o mero antisocial, de forma pública y notoria o con nocturnidad, todos por igual y salvo honrosas excepciones devienen transgresores de las buenas costumbres, bien definidas en las leyes penales y civiles en materia de las relaciones de vecindad, pero, sin que las autoridades locales ni de nivel central en los poderes del Estado tomen cartas en el asunto de manera sistémica sino meramente circunstancial sobre el gravísimo problema de los eufemísticamente llamados “desechos sólidos” —que también son líquidos, volátiles y sonoros— y ya afectan la salud física de las personas y no sólo por la proliferación de hospedajes para plagas y enfermedades, sino también porque tales agresiones al medio ambiente y por consiguiente a la persona humana, cada día envilece más la poca moral que ya va quedando en el cubano y en lo cubano, haciendo vulnerable el ya de por sí frágil tejido de la cubanidad.

Ciertamente, por su inercia en la ejecución de políticas públicas destinadas a los servicios comunales, y, sobre todo por su falta de liderazgo, son los dirigentes gubernamentales y del Partido Comunista con Miguel Díaz-Canel al frente como administrador del Estado, los máximos responsables por el generalizado estercolero en que se han transformado las ciudades cubanas, incluso, sus carreteras y campos de cultivo donde cualquier “visitante”, yerbero, carretonero o merodeador, tira aquí y allá desde escombros, latas de cervezas o botellas rotas, hasta baterías y componentes de equipos electrónicos, dañando así los ya débiles ecosistemas agropecuarios y forestales en todo el país.

En Cuba la basura es echada sobre cualquier lugar y no importa si junto a la Iglesia Católica o del Séptimo Día, al lado de una estación de policía, de una escuela o una biblioteca; tampoco importa hasta que la acumulación de desperdicios malolientes adquiere connotación de basurero cuasi municipal, si la desfachatez ocurre junto a edificios multifamiliares, viviendas privadas, una sede del gobierno o del Partido Comunista, una tribuna de las llamadas “plaza de la revolución”, una panadería, una unidad militar o un palenque de santeros. La desidia nacional y la basura en Cuba van cuales dos tortolitos, tomados de las manos. Sólo que son amantes infieles, tenazmente hipócritas. Los mismos que llevan una Biblia, el Manifiesto Comunista, legislan en el “Parlamento”, imparten “justicia” en los tribunales, son fiscales acusadores, policías, agentes, “intelectuales” o “artistas”, salvo honrosísimas excepciones, repito, son los echadores de cochinadas en los espacios públicos.

Y, severos para preservar la seguridad del Estado en el régimen totalitario, entiéndase para perpetuar el poder político, pero laxos a la hora de velar por la seguridad pública, en ese contexto de degradación ciudadana, cívica, moral, por desidia de las instituciones del Estado, pero también de la familia que, masoquista, aplaude el discurso oficial o se arrincona sin defender sus valores, sino que, adocenada, integra el sistema de “moral socialista”, ¡¿qué moral?! cabe preguntar.

Entonces, es así como por décadas, durante más de medio siglo y en una rutina perniciosa transmitida de padres a hijos, así, de una generación a otra, como en una carrera de relevos pasa la perversión, y así, habiéndose convertido Cuba en noticia por decadente, por el estercolero desparramado que es todo el archipiélago, pues entonces y con tal panorama en que son los monopolios militares quienes poseen miles de millones de dólares mientras los servicios comunales carecen de fuerza de trabajo, de equipos, de infraestructuras y de fondos económicos para financiar esas necesidades perentorias, entonces dice ella, Johana Tablada, que “no somos el país que más basura tiene en el mundo”, que son los medios y las políticas de Estados Unidos los que impulsan una “campaña de demonización” donde se prioriza “la basura sobre las bellezas naturales” de Cuba.

Señora, por favor, se dice que los superdotados son superdesordenados, pero ellos son una minoría; nosotros, los terrenales, la mayoría, al menos comportémonos como nos enseñaron nuestros ancestros; ellos nos legaron que se puede ser muy pobres, pero muy limpios y honrados. Sigamos ese camino.

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