
Fiestas de 15 en Cuba: «Hasta esa alegría se ha perdido»
- Cuba
- agosto 15, 2025
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En toda Cuba, la tradición de los 15 años se ha convertido en una contradicción entre el deseo y la realidad.
HOLGUÍN, Cuba. – “Los 15 de mi nieta son el año que viene y no quiere fiesta. Ella, gracias a Dios, comprende que no tenemos buena situación económica y quiere una celebración hasta donde nos dé la sábana. Hasta la alegría de las quinceañeras se ha perdido en este país”, dice Marta Pérez, vecina del reparto Villa Nueva, en la ciudad de Holguín.
No solo aquí, sino en toda Cuba, la tradición de los 15 años se ha convertido en una contradicción entre el deseo y la realidad.
Para muchos padres, el festejo es un compromiso asumido desde el nacimiento. Lo confirma Lázaro Díaz, para quien la fiesta es un deber: “De eso se empezó a hablar el mismo día que nació mi hija. Es el deber de un padre. Verla crecer y saber que ese día tienes que hacerle la fiesta para que ella se sienta orgullosa”.
Por su parte, Mireya González lo define como una oportunidad para dar a su hija lo que ella no tuvo: “En mis 15 no hubo fiesta ni fotos, solo me regalaron dos vestidos y un par de zapatos; mis padres no tenían para más. Fue una frustración muy grande y por eso me prometí que si paría una niña me sacrificaría para que ella disfrutara lo que yo no pude”.
La psicóloga cubana Ivette Vega identifica el origen de esta ilusión en el propio ambiente familiar, donde los padres a menudo son los creadores del sueño. “Los padres juegan un rol muy importante en la fabricación de ilusiones de los hijos, pues los jóvenes reclaman muchas veces lo que sus progenitores han condicionado de manera subliminal cuando les dicen: ‘Esto vamos a guardarlo para tus 15”, dijo la experta a Cubadebate.
Sin embargo, concretar ese sueño choca con una realidad económica adversa para la mayoría de los cubanos. El sitio especializado En Cuba ofrece precios que parece de otro mundo para el salario medio mensual de 6.506 pesos cubanos (16 dólares al cambio en el mercado informal): vestidos y accesorios por hasta 500 dólares, paquetes fotográficos de 800, y un presupuesto para comida que puede superar los 4.000 dólares para 100 invitados.
El holguinero Noel López lo confirma: “Para los 15 de mi hija, entre el álbum de fotos, ropas, zapatos y una reservación en un hotel dos días, gastamos más de 5.000 dólares”. Yamila González, tía de una quinceañera, lo ejemplifica de este modo:. “La fiesta de 15 de mi sobrina costó lo que yo no gano en tres años de trabajo”.
Todo eso en un país donde, según un estudio del Food Monitor Program, una persona necesita el equivalente a 10 salarios mínimos solo para “comer” de manera adecuada.
Ante esta situación, se impone la pregunta de cómo se financia una fiesta de miles de dólares en Cuba. Ana Luisa Johnson describe lo que llama la “Operación 15”, una estrategia de supervivencia económica basada en tres apoyos. “Lo primero es la familia que vive en el extranjero. Mi hermana que vive en Estados Unidos fue la que pagó casi todos los gastos de los 15 de mi hija”. A esto se suman los ingresos informales: “Mi esposo, que es mecánico, se pasó meses haciendo trabajitos ‘por la izquierda’”. Finalmente, llegan los sacrificios personales: “Hasta vendimos el televisor pantalla plana que teníamos para poder completar para el bufé”.
Los gastos para la celebración de los 15 años se realizan casi por completo en moneda extranjera. Omar Pérez detalla esta dolarización inevitable. “Todo, o casi todo, es en fulas o en MLC. El fotógrafo te cobra en dólares en la mano. El que alquila el local, igual”.
Esta situación ha creado una visible división social. Jorge Duany, director del Cuban Research Institute de 2012 a 2024, señala que es “lógico que el proceso de estratificación social que está viviendo la sociedad cubana se manifieste en distintos aspectos de la vida diaria y uno de ellos, es la celebración de las fiestas a las quinceañeras”.
Un fotógrafo profesional de Holguín que, por miedo a represalias se identificó solo como Ernesto, lo constata en su trabajo diario. “La familia con remesas puede permitirse el paquete completo, mientras la familia que ‘lucha’ aquí, con el salario de acá, tiene que recortar por todos lados. Se ve en la calidad del producto final”.
Pero el dinero no lo resuelve todo en un entorno de escasez crónica. Carlos Enrique Perdomo describe la búsqueda de los ingredientes para la cena de 15 años de su hija como una “misión imposible”: “Para conseguir el pernil de cerdo para asar tuve que hablar con un socio que tiene una finquita para que me guardara uno. La harina para el cake fue difícil de conseguir y así puedo pasarme dos días hablando de todo el trabajo que pasé”.
Incluso el servicio eléctrico es un lujo que debe ser planificado. Dayanara Fuentes tuvo que alquilar una planta eléctrica. “Encontramos un local, pero carísimo. Y el dueño nos dijo bien claro: ‘La música y las luces corren por ustedes, y si hay apagón, es su problema’”.
Detrás del evento de una noche quedan las deudas y las tensiones. Perdomo reflexiona sobre el día después: “Nadie te pregunta por cómo pagas las deudas de la celebración. La fiesta de 15 en Cuba es un desgaste económico y físico”.
Por otro lado, contrasta la oferta de una tienda estatal de Holguín para las fiestas de 15 años: un kilo de queso, dos de salchicha y 18 botellas de refresco concentrado.Un transeúnte, Ricardo Paneque, no puede evitar comentar la absurda oferta: “Todo el mundo se burla de ese cartel, una fiesta de 15 lleva muchísimos más gastos y recursos. Seríamos muy malos como padres si le celebramos los 15 a nuestra hija con esa oferta”, dice.

Las homenajeadas son conscientes del sacrificio. Yurisleidy Valdés lo vivió con una mezcla de alegría y responsabilidad: “Yo veía a mis padres llegar muertos de cansancio de hacer gestiones. El día de la fiesta a cada rato los miraba y pensaba ‘todo esto es por mí’.
Una nueva generación de cubanos, formada en la crisis, empieza a redefinir sus prioridades. Yenifer Rodríguez, quien en un año cumplirá 15, lo resume con una lógica aplastante que marca, quizás, el fin de una era: “Yo no quiero fiesta. ¿Fiesta pa’ qué? Con el dinero que gastaría en la fiesta mejor me compro ropa, zapatos y otras cosas que me hacen falta y durarán varios meses”.
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