
No se aceptan transferencias
- Cuba
- agosto 14, 2025
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En el asunto de las transferencias rechazadas y los salarios inutilizados hay más de una víctima y un solo victimario.
LA HABANA, Cuba. – A una semana de haber cobrado, los 6.000 pesos del salario mensual de Nancy, profesora universitaria, están intactos en su tarjeta bancaria. Son apenas 15 dólares, al cambio en la calle, pero al menos le hubieran servido para comprar algunas cosas en la “mipyme” de la esquina de su casa (que así es, por extensión del término, como los cubanos llaman a los mercadillos privados).
Las mipymes son los únicos comercios minoristas y mayoristas donde, con relativa estabilidad, venden papel higiénico (600 pesos el paquete de cuatro rollos), picadillo de cerdo (300 pesos la libra), aceite (900 pesos el litro), puré de tomate (500 pesos la lata de 400 gramos) y algún que otro polvo sazonador artificial (60 pesos el paquetico de una porción) que sale mucho más económico que el ajo (hasta 100 pesos la cabeza) o la cebolla (400 pesos la libra o más de 2000 la ristra) naturales.
Para comprar en la mayoría de las mipymes y comercios no estatales, sus dueños exigen el pago en efectivo (y en billetes no menores de 20 pesos, preferiblemente de 50 hacia arriba), aunque las ordenanzas de los gobiernos locales, las leyes de los ministerios de Finanzas y Precios y Comercio Interior, y todo cuanto han implementado con la llamada “bancarización”, los obliguen a usar las pasarelas de pago electrónico, y no como una opción.
Los medios de propaganda del régimen insisten en el uso de aplicaciones móviles como Transfermóvil y EnZona, con las que el cliente pudiera ahorrarse en el pago algún por ciento del precio del producto, aunque solo si usara las vías oficiales para realizar las transferencias a las cuentas fiscales y no a las cuentas personales del titular del negocio o del vendedor, es decir, escaneando el código QR de la opción “pago en línea” (que los comercios deben tener a la vista) y no el de “transferir efectivo”.
Pero todo cuanto divulgan los medios oficiales al parecer es para “pintar bonito” la horrible realidad que vivimos, y aquella bancarización que alguna vez pareció la solución definitiva a la escasez de efectivo —a pesar de la pésima conectividad que ofrece ETECSA y la deteriorada infraestructura tecnológica con que cuentan las instituciones del Banco Central de Cuba—, hoy muchos intuyen que solo fue la cortina de humo empleada por el régimen para frenar artificialmente la monstruosa inflación que afecta la economía cubana (y de paso no quedar peor de lo que están en los últimos reportes de la CEPAL).
Reteniendo el efectivo en los bancos, limitando las extracciones a cantidades irrisorias, congelando las cuentas en divisas y, sobre todo, inutilizando los salarios y pensiones, al ser imposible extraerlos de las tarjetas o usarlos en las pasarelas de pago, el régimen ha podido escribir en su más reciente informe ante el Parlamento, sobre el estado actual de la economía, que la inflación ha retrocedido un poquito, que están mejor que hace seis meses atrás, y que incluso “marchan por el camino correcto” en la estrategia de “corregir distorsiones”.
La verdadera cara de la realidad es siniestra. Hoy existen miles de familias en Cuba que no solo están condenadas a morir o enfermar por el desabastecimiento crónico sino, además, por la inutilidad de sus salarios atrapados en una tarjeta de la cual resulta imposible extraerlos.
Ya no se trata únicamente de la precariedad del salario y las pensiones, de su escasa capacidad para adquirir bienes y servicios con ellos, o del nulo valor de la moneda nacional frente a una dolarización criminal —que establece categorías de ciudadanos a partir de la moneda que ingresen con regularidad— sino de la imposibilidad de emplear el salario porque nadie acepta transferencias, ni siquiera muchos de los comercios estatales, como bodegas, agromercados y farmacias, donde los pagos electrónicos se tornan un calvario ya sea por la mala conexión, problemas de cobertura, apagones que duran más de 20 horas en las provincias, cuestiones que ralentizan los servicios y que incomodan a quienes esperan en una fila por su turno.
Sin contar como elemento nada despreciable, sino quizás el más importante de todos, el considerable número de personas, en especial de la tercera edad, para las cuales poseer cualquier celular, incluso el más básico y “barato”, es un lujo que no están en condiciones de darse (con pensiones que no superan los 10 dólares en el mes), mucho menos cuando han subido las tarifas de voz, mensajes y datos, o cuando la policía no hace absolutamente nada cuando denuncian el robo de un teléfono (aunque sí cuando desde ese mismo aparato alguien publica algo en sus redes sociales en contra de la dictadura).
De modo que la disyuntiva cotidiana de muchos está entre comer o conectarse; comer o curarse; comer o reparar la vivienda; comer o vestir y calzar a los hijos; comer o reunir para emigrar; comer todos los días aunque sea ese poquito malo e insípido que no les aplaca el hambre o dejarse morir de una vez, si a fin de cuentas el Gobierno los está matando lentamente.
Así como la disyuntiva de la gran mayoría de los dueños de “mipymes” y otros negocios verdaderamente particulares (sin enchufes con la dictadura) está entre obedecer las absurdas regulaciones del gobierno y aceptar transferencias, o cerrar el establecimiento una vez que no les dé la cuenta al continuar funcionando estrictamente dentro de la “ley”, que sin dudas es una trampa extendida por el régimen para acabar con todo cuanto no pueda “controlar”, que en su lenguaje significa: extorsionar, manipular y arruinar.
Los particulares solo pueden mantenerse abastecidos si logran ingresar la cantidad de efectivo necesaria para comprar dólares en el mercado informal, donde tampoco nadie acepta transferencias. De modo que acatar la ley es condenarse a la quiebra, y eso el régimen lo sabe, y no solo eso, sino que usa esa estrategia, entre otras muchas más, como chantaje contra aquellos emprendedores que le resulten molestos.
Así, en el asunto de las transferencias rechazadas y los salarios inutilizados hay más de una víctima y un solo victimario. Clientes y dueños de mipymes (que en la narrativa oficial parecen enfrentados) solo intentan sobrevivir, cada cual a su modo y por sus medios, a un sistema abusivo y, peor aún, consciente de cuáles son los objetivos, entre los que no estará jamás cambiar la realidad por el bien común.
De vez en cuando, para aplacar los ánimos de los quejosos y aparentar que no es parte del problema, el régimen se inventa acciones contra los violadores de la ley. Pero un par de horas después, terminado el espectáculo de inspectores, multas y reportajes en la prensa —que apenas dan la impresión de que se está haciendo “algo”—, regresa la “normalidad” de los inventos y trucos, de los sobornos a la cajera del banco para que nos “venda” efectivo y billetes grandes, para que no pregunte demasiado.
Esa “lucha” —que es corrupción solo porque se desborda, por reacción, de la otra corrupción mayor que engorda las arcas de una mafia militar— es la verdadera “resistencia creativa” de un pueblo cansado de “resistir” ante la criminal “creatividad” de los “dirigentes” cubanos.
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