Bruno Rodríguez, un canciller en su salsa

Bruno Rodríguez, un canciller en su salsa

  • Cuba
  • julio 25, 2025
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El ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez Parrilla, al ver las bardas de su vecino arder, puso las suyas en remojo.

LA HABANA.- La rebatiña por las mejores partes de la piñata castrista y el forcejeo por hacer ver a la gerontocracia histórica quién aporta más al letal experimento socio-económico que llaman revolución, continúa luego de que fuera inaugurado el carnaval de disfraces por la entonces ministra de Trabajo y Seguridad Social, Marta Elena Feitó, con su desfachatada intervención ante los diputados de la Asamblea Nacional del Poder Popular ANPP)

El suicidio político, realizado ante una comisión de fantoches con disfraz de diputados que no perdieron tiempo en aplaudir y elogiar la “exhaustiva visión de la realidad cubana expresada por la Feitó, se convirtió en una ejecución cuando los mismos que alabaron sus palabras, tirados del cordel que los ata y obliga a expresarse como ventrílocuos del poder, cambiaron de discurso y la increparon hasta la defenestración.

El ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez Parrilla, al ver las bardas de su vecino arder, puso las suyas en remojo, y ante la posibilidad de un truene escandaloso -como le ocurrió a sus antecesores Roberto Robaina y Felipe Pérez Roque-, salió a la palestra pública a promover su infinita lealtad y entrega a “la revolución”, elogiando los tres supuestos pilares de su  gestión “en defensa de la soberanía, independencia e irrevocabilidad del socialismo”.

El canciller, en su salsa, pero con sonsera, aseguró que en Cuba no hay  nadie pasando hambre, como hay  en otros países, incluso del Primer Mundo. Al parecer, Rodríguez Parrilla se apoyó en la fortaleza dietética alternativa anunciada por la chef-ministra de Comercio Interior, Betsi Bolaños, quien afirmó que nada mejor para saciar el hambre que las croquetas de plátano y como proteína, caldo de pescado (seguramente claria).

Esta especie de mareo con despiste y cinismo de Bruno Rodríguez en sus declaraciones es el mismo que lo llevó a decir otra vez que “el pueblo cubano es protagonista e inspiración de la política exterior de Cuba”, sin explicar que ese papel protagónico es como víctima, y sujeto a regulaciones políticas que definen quiénes pueden salir del país y cuáles están autorizados a regresar.  

Rodríguez Parrilla brega en medio del sálvese el que pueda castrista y lucha por mantener, a base de pronunciamientos disparatados y actos de servilismo, los puestos de vigilancia y subversión  abiertos en más de 150 embajadas y consulados cubanos alrededor del mundo. Así, apuesta por conservar su puesto de comodín vitalicio, si el Partido Comunista decide designar otro presidente que sustituya al actual designado, Miguel Díaz-Canel.

Para tratar de lograrlo, Bruno Rodríguez  ejerce lo que denomina “diplomacia revolucionaria”, consistente en aliarse con las peores tiranías como las de Rusia, Venezuela, Nicaragua, teocracias como la de Irán, y grupos terroristas como Hamas, como explicó en su podcast  “Uno disfrazado de canciller”,  el periodista independiente, escritor y analista político, Julio Aleaga Pesant.

Sin respiro para hilvanar una frase coherente ante los desatinos que dicen y hacen los jerarcas de verde olivo como poder real, Bruno Rodríguez  maniobra, cecea y suelta cualquier barbaridad, lo mismo ante los representantes de otros países en la ONU, la prensa internacional, los amanuenses cubanos de los medios oficialistas, que frente a un grupo de palestinos que “estudian” en Cuba o unos cooperativistas en Bejucal.

Con su imagen de seminarista, como leal intérprete y ejecutor de los versículos satánicos contenidos en los estatutos del Partido Comunista de Cuba (PCC), el canciller se proyecta y desgasta tratando de maquillar o de desaparecer,  debajo de la alfombra  de la manipulación, los hechos que provocan el rechazo y la indignación popular.

No existe una ocasión en las que haya hecho gala de su parsimonia detallista y su locuacidad al filosofar sobre las razones que generan las dificultades para comprar el pan, viajar en ómnibus o almendrón y estar “regulado” (es decir, tener prohibido salir de Cuba) en que el canciller no saliera trasquilado como carnero rumbo al matadero.

Decir públicamente que “no conoce a nadie, ni un solo caso, de alguien regulado para salir de Cuba”, es una muestra de su cínico comportamiento. Sólo con  abrir el pasaporte de cualquiera de los centenares de cubanos donde aparece la palabrita de marras,  bastaría para probar que el canciller  miente.

La cuestión es que Rodríguez Parrilla, alarmado ante lo sucedido con la ex ministra Feitó, temiendo que le toque “su turno más próximo después”, como el sujeto lírico del poema Canción del Sainete Póstumo, de Ruben Martínez Villena, pone su mejor cara de payaso, al estilo Garrick , riendo- llorando, y sale a defender el castrismo con mentiras,  en su rol de canciller de la indignidad.

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